La tercera graduación de mi vida

La tercera graduación de mi vida

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Quizás esta por ser la tercera la disfruté más. O quizás por la emoción que siempre embarga saber que no habrá más ninguna hasta cuando lleguen los nietos. Lo cierto es que este 22 de julio asistí a la tercera graduación de mi vida. Mi Carita, la que hace unos días discutió su tesis e inspiró un post de padre enamorado, recibió ayer su título de licenciada en Relaciones Internacionales en un acto histórico, pues es la promoción más grande (71 graduados) del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa García.

Pero no quiero hablar hoy de ella porque ya lo hice, ya la abracé y ya me la comí a besos. Hoy quiero compartir lo que vi en la cara de sus amigos, de sus profesores, de los familiares. Lo que respiramos por espacio de 60 minutos, que de seguro serán de los más recordados por ellos en lo adelante.

La alegría y liderazgo de Juan Pablo; el hablar apresurado de Rubén Darío (nombre de poeta para un diplomático amante del deporte), la sonrisa limpia de Lauren, el abrazo sorpresivo que pude darle a Jorgito, el nerviosismo de Laura y Thalía al intentar resumir en 300 segundos los años universitarios; o simplemente el carisma de Natali para arrancar aplausos, son algunos de los instantes que guardaron mi retina en una tarde de vestidos y trajes que a veces uno se pone solo una vez en la vida.

Incluso pude sentir que eran también mis hijos, tan solo por la amistad y la cercanía con mi Carita, es decir, mi Carla. Cada uno de ellos, como el resto de los graduados, tiene historias, anécdotas, vivencias, tristezas, momentos duros y otros inmensamente felices como para inspirar decenas de crónicas. Solo que esta vez llega una desde la emoción de quien se graduaba por tercera vez. Y por cierto, la segunda fue en el mismo escenario, hace dos años, con mi hija Ivis, imán de ejemplo para su hermana.

En el ala izquierda del teatro, los profesores dejaron un asiento vacío para uno que ya no estaba porque la muerte se lo llevó sin pedir permiso en una enfermedad traicionera. Pero los dos grupos decidieron dedicarle su graduación a él, a Elio Fidel López, a quien pude conocer en una ocasión y no precisamente para hablar de la historia de las relaciones internacionales en América, sino para agradecerle los valores que iba sembrando en mis hijas.

Y entonces, de la mitad del teatro hacia atrás, estábamos los padres. Cada quien intentado atrapar en su teléfono el momento de la entrega del título o simplemente la foto colectiva. En más de uno vi pasar, cual ráfaga de recuerdo, la huella de sufrimiento por ese año en la Brigada de la Frontera de Guantánamo; las noches de preocupación por un examen o seminario al día siguiente; la felicidad de aportar a la sociedad no el graduado más puro, sino el graduado que más necesita la Cuba de estos tiempos: cuestionador, inteligente, revolucionario y con ganas de ser todos los días mejor ser humano.

Juro que esta tercera graduación de mi vida dejó la seguridad que los jóvenes de la era digital, con Inteligencia Artificial incluida, no son más rebeldes que sus padres por derecho, sino porque les toca hacerlo. Tampoco son menos sentimentales que sus progenitores (algunos con lágrimas en sus ojos) y sí lloran y se estremecen cuando algo les sacude el pecho sin teque ni retórica, y el alma se desnuda de sensibilidad.

Ya en los bajos del edificio del ISRI, las fotos protocolares y de recuerdos atraparon a todos. Volví a besar a mi Carita, a mi Carlita, y solo pude guardar para cerrar esta crónica a mi abuela Pucha. Ella seguramente estaría, como yo, orgullosa de su bisnieta.

Felicidades a todos.

Acerca del autor

Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.

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