La Industria empieza a sonar casi a las tres de la tarde. A esa hora, el primer turno de trabajo de la Empresa Filial Salinera de Guantánamo (EFSG) se alista para irse tras ocho horas sin electricidad, y el relevo de la tarde desciende del transporte obrero.

Si todo sale bien, esta será la primera producción del día, apunta Rafael Alfonso Morales, director adjunto de la fábrica, que entrega más del 70 % de la sal para consumo humano en el país. De entre las seis existentes a nivel nacional, marca la cima de tres picos, la obtención de la materia prima, su elaboración y entrega.
Los cortes de electricidad, la escasez de combustible y la rotura de los equipos de la extracción del mineral −en junio último funcionaba solo un cargador, por el que esperaban 100 mil toneladas (t) en los cristalizadores−, resumen los principales problemas que enfrenta la salina, muy cerca de Caimanera.
Otro idioma habla los resultados productivos, todos con sobrecumplimientos hasta el cierre de mayo: 31 mil 796 t extraídas y 17 mil 711 t de sal en sus diferentes surtidos, la mayor parte del tipo fina.
Esas cifras, explica Alfonso Morales, son sobre planes reducidos con respecto al 2024; pero igual evidencian el potencial de la industria. Al fondo de donde conversamos, en el almacén, las pilas de sacos no llegan a la altura del pecho, lo que revela, en cierta medida, un flujo más regular del transporte y, claro, de las paradas productivas.
Frangel Álvarez Samón, director comercial, señala que hacia todas las provincias enviaron al menos parte de sus asignaciones, pero en la zona occidental persiste una sensación de desabastecimiento, aunque en mayo se realizó la primera distribución del trimestre, según el calendario del Ministerio de Comercio Interior (Mincin).
Mejora transportación de la sal
No solo lo visto en Caimanera hace que el alma vuelva al cuerpo, si bien allí es donde más efecto surte el cambio de matriz de transportación adoptada por la Empresa Nacional de la Sal (Ensal), el grupo Geominsal al que pertenece, y el Ministerio de Transporte debido a las continuas bajas, por deterioro, del medio tradicional empleado, las casillas de ferrocarril. Esto había determinado que se cerrara más el cuello de botella para llevar el condimento más antiguo empleado por la humanidad hasta los almacenes mayoristas del Mincin y de sus muchos clientes en el sistema empresarial y el presupuestado.
Con el precepto de que todo suma. La consecución de ese objetivo puede ocurrir lo mismo al usar los contenedores que ha ido adquiriendo la entidad para colocarlos en planchas de ferrocarril, camiones y en los cabotajes asociados al traslado de otras mercancías de la canasta familiar normada. Es así que, entre las salinas de Caimanera y El Real, en Camagüey, pasaron de 30 a 116 los contenedores y fue ubicado un barco en Guantánamo con destino a La Habana, para acarrear la sal consignada a la canasta familiar normada y el encargo estatal en los territorios del oeste cubano.
Esto dio un giro a la situación acumulada durante el año pasado, que a inicios del actual tampoco pintaba bien, nos detalla el máster Yoel Portuondo Savón, director general de Ensal.
Su explicación es amplia, siente cada dificultad no solo por su responsabilidad. Los 28 años inmersos en esta actividad, desde que se graduara de ingeniero en Moa, le han hecho experimentar en múltiples ocasiones, lo mismo que aquellos curtidos por el sol y la sal durante décadas, sin importarles que sea un trabajo duro, muy duro, porque hay tradición.
Es uno de los grandes motivos por los cuales reniegan del desaliento, aunque la cruda realidad les puso traspiés para llegar a la meta de aportar el año precedente más de 113 mil t de sal, unas 83 mil de la llamada fina, para su venta por la libreta de abastecimientos y el encargo estatal (instituciones de la salud y de educación y como materia prima para las empresas de producción de alimentos). Son prioridades.
El desabastecimiento hubiese sido mayor −acota− porque la falta de insumos impidió cumplir con las bolsas de 1 kilogramo y tuvieron que recurrir a una autorización del Mincin para suministrarla en sacos y que fuera vendida a granel.
Del lobo un pelo. Pensamos al advertir los números en rojo y conocer que en las causas hay mucho de lo mismo que golpea la economía cubana, con la agravante de la situación energética y la inejecución de inversiones previstas por falta de financiamiento para mejorar −o al menos mantener− el equipamiento tecnológico, a merced del tiempo y la agresividad del mineral que deben procesar.
Para el 2025, Ensal ha planificado no mover la aguja de la balanza que marcó algo más de 27 mil t para la venta por la libreta y unas 20 mil dirigidas al consumo social.
La diferencia ya la marca cierta mejoría en la transportación, cuyo déficit ha lastrado una cadena que comienza con el productor y concluye en los consumidores, quienes distan de ser los únicos perjudicados o beneficiados –según sea el caso− por la sencilla ecuación de que, con la industria paralizada o sin extracción de los almacenes los trabajadores pueden quedar interruptos o, en el mejor de los casos, ser reubicados en otra labor que los libra de la inactividad, pero no de mermas en sus ingresos.
Para el Mincin, el primer trimestre de la distribución de sal en el año comienza en diciembre y como la industria incumplió sus entregas, al cierre del 2024 Ensal le debía 3 mil 300 t, lo cual fomentó la brecha que no es solo de ese periodo −sino superior a los dos años− y ha mantenido el déficit y las intermitencias en la venta del producto por la libreta de abastecimientos, como destino más visible.
En mayo comenzó la distribución para la etapa y hay territorios en los que se está distribuyendo a granel y en otros en las bolsas de un kilogramo, según la disponibilidad.
Así precisaron a Trabajadores las licenciadas Marpesa Portal de Villiers y Bárbara Mesa León, directora general de Venta de Mercancías y especialista del Grupo de Alimentos, respectivamente, en dicho organismo.
Reconocieron los problemas objetivos que ha tenido Ensal con algunas paralizaciones de sus fábricas y la falta de transporte para llevar el producto hasta los almacenes mayoristas del Mincin, que también ha experimentado sus “embotellamientos” porque no dispone de camiones propios y depende del servicio que les prestan las bases de transporte de carga de los territorios.
La conjugación de ambos factores motivó que, a mediados de junio, cuando las entrevistamos, les restaban por recibir 539 t del proveedor y distribuir a la red minorista mil 162 t.
Sobre la sal que hemos visto a la venta en el sector privado, con precios nada sugestivos para condimento tan indispensable, subrayaron que los fabricantes están autorizados a vender directamente, pero nunca será en la cuantía del mercado mayorista porque aquellos solo acarrean pequeñas cantidades.
Innovadores desafían las escaseces
Dicen que la necesidad hace parir hijos machos, y en las salinas por las escaseces proliferan los innovadores. Sin ellos, líneas de producción y equipos dormirían el sueño eterno, y Cuba habría tenido que importar toda la sal que necesita.
No hay cotos cerrados. La generalización de la creatividad está a la orden del día, por eso Harry Paja, de la salina puertopadrense, vio replicada su inventiva en los cargadores frontales que operan en la unidad empresarial de base El Real y en la EFSG. La decisión fue doblemente bienvenida, pues ese es uno de los equipos primordiales utilizados tanto en la extracción de la materia prima como en el suministro de la sal para el proceso productivo.
Varios kilómetros al este, en la entidad de Caimanera, encontramos al mecánico industrial B, Jorge Luis Dumoy, con tres décadas de experiencia. Es el principal apagafuegos cuando alguna rotura detiene la industria, con hierros de hasta medio siglo de explotación.

Permite que interrumpamos su ajetreo en el cargador 5 de la línea de sal fina seca: “Estaba trabajando con problemas, así que aprovechamos para enderezarlo ahora que la planta paró”.
Busca un viejo pulóver que poco cumple la función de limpiar la argamasa de grasa y sal, y en poco tiempo hace una retrospectiva: “Vine con 20 años, graduado de técnico medio en mecánica industrial, después de trabajar una etapa en la empresa Ernesto Che Guevara, de Moa; hoy tengo 51”, resume.
En el medio, ha pasado mucho. Pasó la juventud que lo llevó hasta Holguín, para su bautismo de cobre; el deseo de regresar a Guantánamo, el empuje del padre salinero y la experiencia y el crecimiento, pues hoy, tras un curso en el Centro Nacional de Certificación Industrial de Cienfuegos, es el único mecánico acreditado de la EFSG.
Habla sin dejar de manipular en el equipo. ¿Que si se rompen mucho? “Claro, porque algunos tienen más de 20 años y el ambiente de la sal es duro…, pero siempre se inventa, sin importar horarios. Trabajo durante el día, aunque si hay que venir de noche, aquí me tienen”.
¿Y las condiciones de trabajo, riesgos, salario? Dumoy −así responde− dice que está bien, que cobra por hora, cuenta con los medios de protección, y que peligro, lo hay, aunque los años le han adiestrado en esquivar accidentes y desgracias. “Aquí también estoy enseñando a los muchachos porque ya nosotros vamos para viejos. Pienso jubilarme aquí”.
Y no solo espera que transcurran los meses, sino además recibir alguno de los beneficios a los cuales pueden acogerse. Es uno de los cerca de 80 trabajadores de la empresa que solicitó financiamiento para mejorar su casa, a raíz de un programa que, desde el 2022, apoya con la compra, construcción, reparación o mantenimiento de viviendas. Hasta ahora se han adquirido seis inmuebles y entregado presupuesto para la reparación de otros 14.
¿Basta con estar rodeados de mar?
Sin incluir otras gratificaciones, el salario promedio de un salinero está entre 7 mil y 8 mil pesos. Por un trabajo muy severo. De exposición permanente al sol, al sempiterno e intenso calor, a la sal que se adhiere al pelo, la piel, la ropa. Que también queman. Solo por soportar estas condiciones merecen respeto. Y si añadimos cómo dan vida a la sal, entonces la harina sigue en el mismo costal. El que con los años acoge, devenidos en familia, a quienes suman lustros aferrados a esa naturaleza casi virgen.
La explicación del director general de Ensal es elocuente, pues pareciera que estar rodeados de mar resulta razón suficiente para obtener la sal. Nada más lejos de la verdad. “Imagine muchos estanques o lagunas con agua de mar, en un terreno que puede superar los 9 millones de metros cuadrados, como en Caimanera. El agua tiene que ser removida, con equipos, de un reservorio a otro para que gane en concentración. Es un flujo tecnológico estable, controlado. De lo contrario, no habrá materia prima”.
Y olvide aquello de que sirve cualquier lugar para tales procesos. El mapa lo evidencia. La mayoría de las salinas se halla en la región oriental. El “sitio paradisíaco” está en el sur de Guantánamo, “donde, recalca, la producción de sal abarca todo el año en tanto convergen las condiciones de poca lluvia, gran intensidad solar y acción continua del viento, garantía de un proceso de evaporación más rápido”.
Ello sustenta los proyectos a materializar a fin de recuperar o aumentar capacidades fabriles y … la calidad del producto, para que desaparezcan los cristales, grandes y húmedos, que se enseñorean en los potes de nuestras cocinas.
No es como coser y cantar, todo comienza con disponer del financiamiento y aquí nada vale la disyuntiva de la cucarachita Martina. Caimanera es la prioridad para la nueva inversión. Y en la medida que haya con qué irán invirtiendo en las otras, en un orden de importancia pues con El Real, se duplicarían las entregas, que estarían 600 kilómetros más cerca del occidente; y en la de Puerto Padre fabricarían la sal especial que hoy se importa con destino a la industria farmacéutica.

Sin técnica, no hay técnica
Acaban de llenar cuatro contenedores. Álvaro Borgella −53 años y 8 en la salinera− carga el último viaje y viene al encuentro, se seca el sudor y dice que el día “ha estado suave, porque la planta estuvo parada y solo nos ha tocado llevar los sacos hasta los camiones”.
Lo que suena fácil no siempre lo fue. “Tuve que aprender. Antes, era hornero en una pizzería, pero el salario se deterioró y me fui en busca de mejor remuneración”. La encontró en la salina.
“Aquí gano entre 8 mil y 9 mil pesos, más las utilidades. La alimentación es buena, hay transporte, medios de protección…, el trabajo es duro, la sal es pesada e incómoda para cargar. Cuando llegué aquí vivía en el piso, porque el volquete se me iba para adelante, hasta que un carretillero viejo me enseñó que si le ponía más sacos −la norma son 4− era más estable.
“Actualmente le tiro hasta 10 sacos encima. Porque le digo, no es una cuestión de fuerza, sino de técnica, de equilibrio, de física. Y por supuesto, todo se hace más rápido. Eso es importante, porque hay días suaves, como hoy, pero otros en los que no queda chance ni para entrevistas”. Es bueno que no sea hoy.
Salinas cubanas






Un grande aplauso a esos trabajadores que a pesar de las condiciones siguen aportando su granito de arena a la compleja situación del país. Se espera que las condiciones mejoren para ellos en su labor y para la entrega de la preciada especia en todos los hogares de nuestra isla.
Estimado lector. Ni la intención ni lo que puede leer en este reportaje ha tenido el ánimo de justificar. Tampoco fue la de quienes entrevistamos, que fueron transparentes en abordar el estado tecnológico de la industria y el principal problema que es la transportación, que afecta a todos los sectores. Solo perseguimos, como corresponde a la prensa pública, aportar los elementos que conforman la realidad en las salinas, que no hay brazos cruzados sino limitaciones objetivas, a pesar de lo cual hay salidas para que la sal siga llegando a los consumidores, tanto la población como para los muchísimos usos que tiene en la economía. Además es un acercamiento a la dura labor de esos trabajadores, que aunque tienen buena atención lidian cada día con las condiciones y adversidades que impone la naturaleza. Gracias por su comentario.
Parece muy maltratada la industria salinera que de poder repararse los montacargas y programar las distribuidores de lo poco que se haga por vía férrea y Maritima ya que no tiene camiones y el MINCIN dividir lo poco que tenemos entre todos a menos que es mejor porque el cubano juzga por lo que le llega a la mesa y no por lo que se produce, además el Ministerio que atiende estás salineras debido al duro trabajo y rigor el mantenimiento de equipos es de primer orden y como no tienen camiones el Mitrans y otros ministerios apoyarlos. Necesitamos soluciones no JUSTIFICACIONES.