Boxeo femenino: El arduo camino de ser mujer

Boxeo femenino: El arduo camino de ser mujer

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Camagüey.— Se vienen líneas en que la incom­prensión, el dolor y la supe­ración tienen nombre pro­pio, almas laceradas, incluso voces rotas. Aquí las palabras del silencio sobreviven a más de una tormenta, cargan con su particular duelo y lo retan. No serán para leer de un ti­rón, ni siquiera para comprenderlas del todo. Ellas se escribirán como quien se confiesa sin miedos. Serán trazos para recorrer en silencio, pues destilan un temblor vital que no se apaga. Sus protagonistas no necesitarán permiso. Solo el espa­cio. Y el lector, el coraje para leer sin prejuicios…

Equipo nacional de boxeo femenino. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Domingo. La mujer que libera sus sentimientos parece tener cien­tos de rostros, sus rasgos tiemblan y no consigo fijarlos con la mirada. Es puro estremecimiento.

“He luchado bastante. Estoy en el equipo nacional de boxeo, pero no estoy cerca de mis tres hijos en Guantánamo”, esboza Daili Margot Sterling, con sangrante tristeza.

“Los cuida su padre, quien no es fácil de tratar por su machismo. Quiero sacar a mis niños adelante. Viven en una casa chiquita con mu­chas personas. Es un espacio dis­funcional. No quiero eso”, puntea y sus labios son una línea de des­aliento.

Calla unos segundos. Pregunto a sabiendas de que estoy hurgando en una herida todavía supurante. “Dejé mi trabajo de auxiliar de limpieza. Tuve que buscar cómo sobrevivir para darles comida a los muchachos. Dicen que por boxear dejaré de ser mujer. Seguiré dando batalla”, sostiene, y el tono de sus palabras son como una sinfonía en las que cada una funciona como los instrumentos de una orquesta rebelde.

Se marcha con la frente en alto. Me recuesto en uno de los bancos de la Plaza de los Trabajadores. Veo una estela de personas caminando. Tensas, tristes y hasta hipnotiza­das desfilan frente a mí. Reflexio­no. Durante una semana conviviré con las muchachas de la selección nacional de boxeo. Seré un privile­giado. He decidido escribir sin blin­daje y a pecho descubierto…

Es lunes y el sol ataca tími­damente el lobby del hotel Isla de Cuba proyectando peculiares som­bras sobre el piso. El aire se toma de la mano con cierta calma y lle­na los pulmones con una mezcla de paz y posibilidades de conversar.

“Este camino es un reto como madre y mujer. En lo profesional renuncié a mi trabajo como subdi­rectora de actividades deportivas en San Miguel del Padrón”, afirma Yoana Rodríguez, en tanto se le en­sombrece la voz.

“Lo hice cuando no era oficial la práctica del boxeo femenino. Solicité una licencia sin sueldo y me la negaron, pedí la baja y perdí el derecho al círculo infantil para mi hija —murmura y una mue­ca de dolor le rebosa las comisu­ras de la boca—. Quedamos casi desamparadas. Tuve que trabajar como seguridad en bares por las noches, sin dejar de entrenar. Hay quien cree que la mujer que boxea tiene otra preferencia sexual. Eso es algo personal. Lo respetamos. Necesitamos apoyo”, acentúa y sus largas pestañas adornan su expre­sión soñadora…

Martes. El bulevar, esa zona viva de la ciudad, se ve gris, pero nunca muda. Porta sus ansias como pequeños premios. ¿Por qué drama­tizo?, me interrogo en tanto abordo a Erlis Cobas.

“Antes fui judoca. Es difícil. Veo a la niña en las vacaciones en Santiago de Cuba. Perdí a mi papá, estando aquí cumplo con él. Mami me apoya. Han dicho que el boxeo puede deformarme”, apunta y en­torna cómicamente los párpados.

“Estoy segura de ser mujer. En la escuela, a la niña le preguntan por qué su mamá boxea. Ella les responde como debe. Lo hago para sacar adelante a los míos”, recalca y sus ojos azabaches dicen: ahora voy a ser feliz…

Dayira Mesa lleva dos años so­bre el ring y lejos de su hija. Con el ceño fruncido y profundas arrugas espirituales se confiesa mientras el miércoles se tiñe de lluvia y el aroma del café inunda el lobby bar atacan­do el corazón del vicio. “Es duro ha­blar con ella y que me pregunte que cuándo iré a verla. A veces pienso en dejarlo todo. El papá dice que soy vieja para esto, que la pequeña crece y una está lejos”, subraya y palpo ese cepo invisible que oprime a algunas mujeres que luchan por defender su propio destino.

“Por suerte tengo el apoyo de la familia —expone y sonríe de ore­ja a oreja, en tanto se le marcan unos hoyuelos que enfatizan su ca­rácter—. La situación está dura y quisiera mejorar. Darle lo que en ocasiones me pide y no puedo. Hay mujeres que temen boxear y que les digan marimachas o lesbianas”, indica y se aprieta con los brazos como si fueran un salvavidas…

Es jueves y llueve sin piedad. Conversar es escribir, le digo a Nay­bel Morado, cuya gestualidad es un mosaico de imágenes y sentimien­tos, que trazan cómo se cazan las sanas ambiciones.

“Empecé en el boxeo para ba­jar de peso y ahora mira. Quiero ayudar a mi familia y callarles la boca a los que no creyeron en mí” —dispara montando un ballet de gestos fieros y sinceros, en tanto se agita sobre un cómodo butacón azul claro—.

“Mi mamá colabora con el niño. Sufro al estar lejos de él. El padre cree que pierdo el tiempo. Le de­mostraré que puedo lograrlo. Di­cen que este deporte es de machos. Somos madres que luchan”, insiste con una mirada difícil de olvidar…

El viernes por la mañana la fi­sio la examina. El cuerpo de nuevo habla. Tal vez es el momento para conseguir una reflexión sobre el sa­crificio, sobre lo que está uno dis­puesto a hipotecar para conquistar las cúspides más altas…

“Era administradora de una empresa de la construcción en Ma­tanzas —alega Yailena Palomo y se ríe tan fuerte que termina suje­tándose el estómago—. Conté con el impulso del padre de mi hija. Gra­cias a él y a la familia entrenaba al terminar el trabajo. Después de se­pararnos sigue apoyándome.

“Soy inspiración para la niña, lo repite mucho. Eso me gusta, me ayu­da” —enfatiza como el más feliz de los cantos—. La orientación sexual no determina ni influye para ser boxeadora. Es un espacio íntimo que merece comprensión. Hay personas con mente estrecha. Debemos derri­bar tabúes —abunda como quien de­testa los disfraces—. La mujer tiene derecho a hacer de todo…”.

Por la tarde espero su regreso del entrenamiento. Una hora y me­dia después aprovecho un espacio y…

“Me ha costado. Al principio no querían que boxeara. Poco a poco lo han aceptado”, asevera Dinaybi de las Nieves escudada por su res­piración más íntima.

“Lo de la orientación sexual es un asunto personal. A veces las fa­milias no lo comprenden, hay pre­juicios. En la calle miran raro y las actitudes no son las mejores —ma­nifiesta como quien canta una can­ción hecha de heridas y disparos—. Estoy aferrada al deporte…”.

Sábado bien temprano. Al fon­do como si fuera un decorado, el frugal desayuno. Reescribo men­talmente lo que deseo preguntar. Parece parca de palabras. Vale la pena el riesgo.

“Estar acá es de las mejores co­sas que me han sucedido a pesar de estar lejos de la familia”, explica Melany de la Caridad.

“Vengo de un barrio complica­do en Villa Clara. No me afecta, en el equipo nacional educan. Cuando voy por la calle no creen que sea boxeadora. Les explico que las co­sas no son como creen…”.

“Se acaba de ir la luz”, me indi­ca Meliza Millares. Sabemos que es algo habitual y molesto. Ha dejado de gritar el reguetón. Lo detesto. No tiene nada que ver con la edad, sino por estar educado en la melodía y le­tras de David Foster, Chicago y Phil Collins.

“Entré al boxeo por mi papá. Trabajaba en un taller de vago­nes ferroviarios en Cienfuegos —prosigue inmersa en el diálo­go—. Era una forma de ayudar en la casa. Vivo con mi hermanito y mami. En la calle noto que me rechazan, tal vez por el físico. Es un poco incómodo”, acuña y su malestar se filtra a través de un suspiro herido.

Ya es noche de sábado. Dejo de tomar notas. Fue un acierto llegar hasta aquí…

No me preguntaré qué pasará después de estas líneas. No tengo dudas de que lo que falte le tocará a usted incluirlas.

Hay historias que se escriben con tinta. Y otras, como estas, con la sangre del alma. Retan de frente a la vida, mientras el eco de sus gri­tos nos recuerda el arduo camino de ser mujer.

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32 comentarios en Boxeo femenino: El arduo camino de ser mujer

  1. SOY DE LA VIEJA GUARDIA LA MUJER ES PARA COSAS MAS BELLAS EL TIEMPO PASA Y CAMBIA HAY QUE ACEPTAR LA VIDA Y SUS CAMBIOS QUE AVANCEN Y LUCHEN EN EL RING LO MERECEN

  2. No solo en el boxeo han sufrido discriminación en otros deportes también incluso han tenido que dejar atrás sus sueños, por suerte son fuertes, bendiciones

  3. Hago mías las palabras del autor, lo resumen todo

    Hay historias que se escriben con tinta. Y otras, como estas, con la sangre del alma. Retan de frente a la vida, mientras el eco de sus gri­tos nos recuerda el arduo camino de ser mujer.

  4. SOY UNA MUJER DE OTRA ETAPA, EL BOXEO EN MUJERES NO ME PARECE BELLO, PERO HAY QUE ACEPTAR LOS TIEMPOS QUE VIVIMOS TEBNEOS DERECHOS A LEGIR EL CAMINO QUE QUERRAMOS

  5. Son muchos los prejuicios y barreras que enfrentan las mujeres no me cuadra el boxeo femenino pero a estas alturas del campeonato hay que aceptar el camino que quieran tomar es un derecho que tienen

  6. ESTE TIPO DE TRABAJO ES MUY NECESARIO Y MAS EN ESTOS TIEMPOS DERROTAR LAS INCOMPRENSIONES ES FUNDAMENTAL FELICIDADES Y BENDICIONES PARA LAS MUCHACHAS

  7. HAY QUE DEJAR QUE CADA UNO HAGA LO QUE QUIERA LA VIDA ES DE CADA CUAL, SI LAS MUJERES QUIEREN SUBIRSE A UN RNG QUE LO HAGAN ESTAMOS EN EL SIGLO 21 SEÑORES

  8. Yo no estoy de acuerdo con eso de que las mujeres boxeen no me opongo a que hagan otros deportes pero eso de boxear me desagrada mucho, espero pongan mi comentario

  9. SE DEMORARON UN MUNDO EN APROBAR EL BOXE EN LAS MUJERES CREO SE VAN A DEMORAR MUCHO PARA LLEGAR LEJOS ESE IEMPO LES PESARA PERO AL FINAL CREO ALGO HARÁN

  10. No soy de escribir mucho en las redes pero mi hija es muy amiga de una de esas muchachas han tenido que renunciar a mucho y enfrentar muchas cosas, agradezco al periodico por ser tan valiente y me felicitan al periodista

  11. “Lo hice cuando no era oficial la práctica del boxeo femenino. Solicité una licencia sin sueldo y me la negaron, pedí la baja y perdí el derecho al círculo infantil para mi hija —murmura y una mue­ca de dolor le rebosa las comisu­ras de la boca—. Quedamos casi desamparadas. Tuve que trabajar como seguridad en bares por las noches, sin dejar de entrenar. Hay quien cree que la mujer que boxea tiene otra preferencia sexual. Eso es algo personal. Lo respetamos. Necesitamos apoyo”

    este pedacito lo he visto en varios lugares por incomprensiones y otras cositas waooo

  12. NO ME GUSTA EL BOXEO PERO ES DURO QUE A ESTAS ALTURAS DE LA VIDA TODAVIA HAYAN TANTOS PREJUICIOS LA MUJER PUEDE HACER DE TODOOOOO

  13. Hay historias que se escriben con tinta. Y otras, como estas, con la sangre del alma. Retan de frente a la vida, mientras el eco de sus gri­tos nos recuerda el arduo camino de ser mujer.

    El periodista escribió con el corazón es muy difícil no inspirarse con historias así

  14. Se vienen líneas en que la incom­prensión, el dolor y la supe­ración tienen nombre pro­pio, almas laceradas, incluso voces rotas. Aquí las palabras del silencio sobreviven a más de una tormenta, cargan con su particular duelo y lo retan. No serán para leer de un ti­rón, ni siquiera para comprenderlas del todo. Ellas se escribirán como quien se confiesa sin miedos. Serán trazos para recorrer en silencio, pues destilan un temblor vital que no se apaga. Sus protagonistas no necesitarán permiso. Solo el espa­cio. Y el lector, el coraje para leer sin prejuicios…

    CUANDO UNO CHOCA CON ESTO YA SABE LO QUE VIENE FUEGOOOOO Y VERDAD

  15. Magnífico escrito, desde el corazón de cada una de las mujeres boxeadoras que nos entregamos con consagración a este deporte❤️🥊.

      • Bonito trabajo este sobre los obtaculos y desafio de esta aguerrida mujeres cubana que ya estan haciendo historia en el boxeo cubanos esos nombres siganlos que seran grandes campeonas.

      • Usted también amerita créditos en este trabajo, no buscó solo lo superficial sino lo que más a fondo sentimos como seres humanos, lo que vivimos en el día a día, busca mostrar a parte de la dureza demostrada en el ring, la fragilidad que también nos representa, los retos que hemos enfrentado y todo lo que hemos cambiado por seguir nuestros sueños.

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