No hace falta el catalejo de Buena Fe para mirar la Luna, Marte ni Plutón. Tan solo basta con asomarnos a las noticias de los últimos días y semanas de Europa, Medio Oriente o América para que salten peligros reales a la seguridad internacional; genocidios que muchos condenan, pero contra los cuales pocos actúan; condenas judiciales a expresidentes por el solo hecho de haber defendido políticas públicas, así como masivas represiones a los emigrantes que han levantado por años el imperio estadounidense.
Tiempo revuelto y convulso. Conflictos que entran en nuevas temporadas con capítulos casi conclusivos. Pocas buenas noticias para los más pobres, en tanto el trabajador más simple y los sindicatos de buena parte del mundo vuelven a preguntarse: ¿podrá haber alguna vez esperanza y justicia social verdaderas entre los más de 7 mil millones de personas que habitamos este planeta?
Tiempo de guerra y terquedad. Ucrania e Israel tienen aliados definidos y seguros. No por pura coincidencia son los mismos que alientan al presidente Milei en Argentina a borrar todo lo que huela a izquierda y peronismo en su nación. A Cristina no la condenan por lo que haya podido hacer mal, sino por lo que hizo bien.
Y como si fuera poco, los gendarmes del mundo ordenaron balas de goma, chorros de agua y la Guardia Nacional a las calles de varios estados para frenar lo que un presidente alocado provocó con el acostumbrado autoritarismo de un rey. Por eso este fin de semana una nueva ola de protestas en defensa de las libertades civiles y en rechazo a la política migratoria de Trump acaparó titulares de nuevo.
En Cuba no estamos ajenos al impacto económico y político de cada uno de esos acontecimientos y otros que suceden como precios por las nubes de los alimentos y combustible, por solo citar los más visibles. El respeto al derecho ajeno es la paz, dijera Benito Juárez, se cumple bien poco hoy. Tiempo al tiempo. Ojalá podamos contar la historia hasta el final.


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