Nuevos rostros en Giselle

Nuevos rostros en Giselle

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La temporada del clásico Giselle que el Ballet Nacional de Cuba (BNC) concluyó este fin de semana en el Teatro Nacional de Cuba confirmó lo que de sobra se sabe: el ballet es en Cuba, específicamente en La Habana, un arte popular. Miles de personas repletaron la gran sala Avellaneda, prácticamente no quedó asiento libre en ninguna de las presentaciones.

Grettel Morejón y Yankiel Vázquez en el primer acto. Fotos: El Autor

La semilla que sembraron hace décadas Alicia, Alberto y Fernando Alonso sigue dando frutos, pese a los obstáculos de las sucesivas crisis. La gente aquí ama el ballet, particularmente el gran repertorio clásico.

En la primera de las funciones, realizada a teatro lleno pese a los embates del clima, debutó en el rol protagonista la bailarina principal Chavela Riera. La acompañaron dos bailarines de referencia internacional: como Albrecht, el ruso Semyon Chudin, primera figura del Ballet Bolshói; y como Hilarión, un viejo conocido del público cubano, el primer bailarín Joel Carreño, quien por varios años integrara el elenco del BNC.

Chavela Riera fue una Giselle de marcada contención y fina proyección escénica. Sin grandes alardes de virtuosismo técnico o raptos de histrionismo, defendió el personaje con serenidad y comprensión de las exigencias del estilo. Chudin es un intérprete de primera línea: su porte y su poderío técnico (que no tiene necesidad de enfatizar, basta
verlo saltar para comprobar sus credenciales), redondean una caracterización plena. Joel Carreño aprehendió el espíritu del guardabosque en una interpretación atenta a los matices.

Al debut de Riera se sumaron el pasado fin de semana los estrenos en el papel de Albrecht del primer bailarín Yankiel Vázquez y del bailarín principal Ányelo Montero. Han estado convincentes, en todas las aristas.

Sin grandes despliegues de virtuosismo dominaron en buena medida la técnica y respetaron el estilo. Y cada uno consiguió distinguir su interpretación.

 Viengsay Valdés y Ányelo Montero en el segundo acto.

Yankiel Vázquez, quien bailó con una atenta y cuidadosa Grettel Morejón, llegaba al papel con la tarea hecha: se ha destacado por su elegancia y porte a la hora de interpretar los príncipes del gran repertorio. Su seguridad, su compromiso con la línea argumental, la facilidad para incorporar matices… no parecen los de un bailarín debutante.

Menos principesco quizás fue Montero, pero esa «terrenalidad» no le restó credenciales, gracias a la coherencia del planteamiento histriónico. Fue notable la conexión, el «diálogo» fluido con su compañera de cartel, una Giselle experimentada, con mucho recorrido: la primera bailarina Viengsay Valdés.

El cuerpo de baile, pese a las constantes bajas y renovaciones, consiguió una articulación funcional en el primer acto; habría que hacer más énfasis en algunas de las marcas de estilo. Y no todos los bailarines, francamente, están a la altura de ciertas exigencias técnicas, algo comprensible por la juventud. Queda mucho trabajo en los salones.

Mejor el acto blanco, en el que las mujeres lograron la homogeneidad que se espera (y que el público exige) de una de las cartas de presentación de la compañía que dirige ahora Viengsay Valdés. Las escenas de las
willis son célebres en Cuba.

Una decisión inteligente ha sido encargarles el rol de la madre de Giselle a dos bailarinas históricas: las actuales maestras Clotilde Peón y Aymara Vasallo; la primera, maītre de la compañía; la segunda, directora de la Academia de Acosta Danza. La experiencia y el rigor las han convertido en referentes.

De las interpretaciones maduras de Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Dani Hernández y Ernesto Díaz hemos comentado ya varias veces. Hubo estrenos también atendibles en el tan demandante papel de la Reina de las Willis: Gabriela Druyet y Alianed Moreno.

Chavela Riera y Semyon Chudin en el segundo acto.

Con esta temporada de Giselle, el Ballet Nacional de Cuba ha honrado una tradición sin rupturas: hacer de un título histórico un espectáculoatemporal. Esa fue siempre la vocación de Alicia Alonso, y esta versión coreográfica es uno de sus grandes aportes a la compañía que fundó hace más de 75 años.

 

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