Fidel entre Vietnam y Chile, medio siglo después

Fidel entre Vietnam y Chile, medio siglo después

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En septiembre del año 1973 la entonces joven periodista Maga­li García Moré se encontraba en Vietnam. Allí le sorprendió la vi­sita del Primer Ministro de Cuba Comandante en jefe Fidel Castro Ruz. La oportunidad profesional que el destino puso en su camino fue bien aprovechada. El recuen­to del recorrido que realizó el lí­der cubano entre el 12 y el 16 de septiembre por la nación asiática fueron publicadas días después en el diario Granma.

 

Fidel Castro junto a Salvador Allende durante la visita del Primer Ministro de Cuba a Chile realizada en 1971. | foto: Tomada de www.farodiroma.it

 

Fue el retrato de jornadas épicas marcadas por la extraordinaria ha­zaña de los combatientes vietnami­tas y el horror frente a las secuelas de la guerra. También por la con­moción del golpe de Estado en Chile y por la tristeza ante la muerte del presidente Salvador Allende.

El doctor José M. Miyar Ba­rruecos (Chomi) narró, en su aún inédito libro de memorias, que Fi­del supo de los hechos el propio 11 de septiembre, mientras concluía una visita oficial a la India, invi­tado por la Primera Ministra In­dira Gandhi.

Desde Nueva Delhi volaron a Hanói como estaba previsto, aun­que la gravedad de los hechos les hizo recortar el periplo por Viet­nam, sin privarse del simbolis­mo de recorrer las zonas donde el ejército de EE. UU. había sufrido una aplastante derrota.

El líder cubano hizo suya la vic­toria de Vietnam como mismo sufrió la angustia y la indignación del pue­blo chileno ante el horror desatado por la junta fascista de Augusto Pi­nochet: “Allende salvó con el sacri­ficio de su vida ese proceso, es un mártir de la revolución social en el continente”, cuenta Chomi que dijo Fidel en una de las tantas ocasiones en que habló del tema.

El testimonio lo describe muy preocupado por los diplomáticos cubanos que en ese momento esta­ban cercados en la embajada cuba­na en Santiago de Chile, así como por la tripulación del mercante que llevaba una donación de azú­car para el pueblo chileno y había sido tiroteado cerca de las costas del país suramericano.

Medio siglo después, en home­naje a aquellos sucesos que marca­ron la historia de Cuba, Vietnam y Chile, y en tributo al quehacer de García Moré, Premio Nacional de Periodismo y exdirectora de Tra­bajadores en una de sus etapas más fecundas, este semanario ha decidido compartir con sus lecto­res una reconstrucción de la co­bertura periodística realizada por ella en septiembre de 1973.

Tras las huellas de Fidel

Harían falta cien tractores traba­jando durante dos años para relle­nar los huecos que han quedado en la provincia de Quang Binh como resultado de los salvajes bombar­deos que dirigió la aviación yanqui contra este pedazo del territorio de la entonces República Democrática de Vietnam (RDV).

 

Fidel Castro Ruz junto a combatientes vietnamitas en recorrido realizado el 14 de septiembre del 1973 por posiciones militares en la zona recién liberada. Foto: Estudios Revolución

 


Antes de iniciar este viaje nos anunciaron lo que íbamos a ver. La realidad es mucho más terrible de lo que podíamos imaginar. El paisaje desde la ventanilla es un paisaje lu­nar. Volamos sobre la provincia que el Comandante Fidel Castro, en su re­ciente visita, denominara vanguardia del norte y retaguardia del sur.

 

El 14 de septiembre del 1973 Fidel visitó la base militar de Tan Lam y Doc Mieu. Foto: Estudios Revolución.

 

Minutos después, cuando avisan del próximo aterrizaje, buscamos la pista y el edificio del aeropuerto, pero solo divisamos dos tiendas de campaña y una casita provisional. Nada más. Descendemos en el aero­puerto de Dong Hoi, capital de esta gloriosa provincia. Luego, en la ca­sita, una mesa larga y dos bancos, una pizarra donde anotan los hora­rios de viajes: es la sala de espera. En un alambre extendido, varios libros de los que el viajero puede disponer mientras aguarda la sali­da del avión.

 

El 15 de septiembre del 1973 visitó la ciudad de Dong Ha, en la provincia de Quang Tri. Foto: Agencia Vietnamita de Noticias

 

Desde aquí iniciaremos nuestro recorrido hacia las zonas liberadas de Vietnam del Sur, pues esta pro­vincia es la puerta a la RDV, de ahí su importancia estratégica y el sal­do de heroísmo con que contribuye­ron sus habitantes a los diez años de guerra de exterminio que practicó Estados Unidos contra Vietnam. Un millón de toneladas de bombas ca­yeron sobre este suelo durante ese tiempo.

Pero Quang Binh hizo pagar bien caro su crimen a los agresores. Setecientos tres aviones yanquis fueron derribados en esta provin­cia; ochenta y seis barcos estadou­nidenses o títeres fueron hundidos o dañados. Cincuenta y un piratas del aire norteamericanos fueron capturados vivos. Y paralelamente, mientras combatían, los 460 mil ha­bitantes de esta provincia vivieron teniendo como techumbre la heroi­ca tierra que los vio nacer.

Como parte de la visita, el Co­mandante Fidel Castro recibió sim­bólicos regalos, uno de ellos fue un puñado de tierra del lugar donde cayera el primer avión yanqui de­rribado por los combatientes viet­namitas: “Tierra heroica regada con el sudor y la sangre de un pue­blo mil veces heroico”, dijo Fidel el 16 de septiembre en el discurso de despedida de Vietnam. “¡Llevare­mos esa tierra para mezclarla con la tierra cubana, al igual que están mezcladas nuestras ideas revolucio­narias y están mezclados nuestros corazones!”.

 

Fidel saluda a los soldados de la zona liberada de la provincia de Quang Tri. Imagen tomada el
15 de septiembre del 1973. Foto: Prensa Latina

 

Días antes, en sus palabras a los habitantes de Dong Hoi, expli­có que “Cuba es un país pequeño y es también un país pobre. Sin em­bargo, está dispuesto a cooperar en la reconstrucción de Vietnam en la medida de sus fuerzas”.

El viaje continuó hacia el para­lelo 17, la pretendida línea con que el imperialismo yanqui quiso crear dos Vietnam y debilitar así la acción de lucha de un solo pueblo. Llegamos a Quang Tri, de importancia enorme para los agresores yanquis por su cer­canía con el norte. Hubo momentos en que mantuvieron en esa provincia cuatro divisiones, sin contar las fuer­zas títeres. Este fue el lugar escogido para construir las “líneas defensi­vas” con las que pensaban eliminar toda posibilidad de acción del ejército vietnamita en su lucha patriótica. En ese páramo instalaron su potente ma­quinaria de guerra, y desde allí salie­ron completamente derrotados pocos años después.

Los habitantes de la ciudad de Dong Ha reconocen que el he­cho de que un dirigente como Fi­del Castro haya visitado las zo­nas liberadas reviste un carácter excepcional y es una muestra de los entrañables lazos que unen a nuestros pueblos. Aquí laboran fe­brilmente decenas de obreros día y noche para hacer transitable al menos uno de los viaductos des­truidos. “La visita del compañero Fidel fue un gran estímulo para nuestros trabajadores”, confesó uno de los acompañantes vietnamitas.

En los alrededores de la colina 241 —Base Carroll para los nortea­mericanos— aún pueden verse por doquier las huellas de la más depu­rada técnica puesta al servicio de la peor causa. En un pequeño refugio nos muestran cinco minas que los combatientes desactivaron el día anterior a nuestra visita. Otras mu­chas permanecen en este suelo libe­rado del sur de Vietnam, cuyo pue­blo valeroso y admirable paga aún las consecuencias de esta guerra injusta y criminal a que ha estado sometido por más de un decenio.

Poder ver a estos hombres cui­dando la libertad tan duramente conquistada; compartir con ellos el té tradicional; oírlos hablar del heroísmo como un hecho cotidia­no; verlos sonreír confiados y se­guros en el porvenir, es constatar que ellos forman parte de “lo mejor de lo humano”, como expresara en ocasión memorable el Comandante Fidel Castro al referirse al pueblo vietnamita.

Tan brillante como el sol que ilumina estos parajes ha de ser el futuro de este suelo. Lo hemos senti­do en los hombres y mujeres que he­mos visto trabajar el campo que es ahora suyo o reparando carreteras y caminos. Lo sentimos en la clara sonrisa que juguetea en los rostros de esos niños con quienes nos cru­zamos por las mañanas, y también en la amable, serena y firme mira­da de aquella vendedora que había colocado, junto a las ofertas del día, una imagen del presidente chileno Salvador Allende. 23 de septiembre del 1973.

 

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