El Grupo de los 77 y China: desarrollo y paz

El Grupo de los 77 y China: desarrollo y paz

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El Grupo de los 77 es la mayor organización intergubernamental de países en desarrollo en las Naciones Unidas. Su creación se reali­zó en los marcos del Movimiento de los Países No Alineados al concluir la primera sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo (UNCTAD) en 1964. Su nombre se debe a que inicialmente estaba com­puesto por 77 países en desarrollo, que poste­riormente se fue incrementando hasta llegar a 134 en la actualidad. Sus integrantes represen­tan dos tercios de los miembros del sistema de las Naciones Unidas y el 80 % de la población mundial.

El objetivo esencial del grupo es el de pro­veer los medios para que los no desarrollados puedan promover y desarrollar sus intereses económicos colectivos e incrementar su capa­cidad de negociación colectiva sobre los princi­pales temas de interés económicos.

China, no obstante su condición de país en desarrollo y de tener intereses coincidentes, no se incorporó al Grupo de los 77 en sus momen­tos fundacionales debido, fundamentalmente, a su decisión de no alineamiento, a sus conside­raciones de una política exterior independiente y a las particularidades de sus relaciones ex­teriores de la época. Posteriormente Beijing se sumó al Grupo de los 77 en 1992, en la que par­ticipa y colabora de manera externa.

En la actualidad, aunque China es la segun­da economía mundial— medida por el volumen de su producto interno bruto—, de ser una gran potencia manufacturera global y comercial, de tener las mayores reservas de divisas inter­nacionales, de estar a la vanguardia en varios sectores sumamente relevantes de la ciencia y la técnica, y de haber erradicado el segmento de la pobreza absoluta de su población, el país presenta no pocos rasgos, aunque con tenden­cia decreciente, de una nación en desarrollo.

China se considera como un país en desarro­llo en la OMC. Sin embargo, el Banco Mundial y el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas lo clasifican como un país de “ingreso medio alto”, mientras que el FMI lo llama una “economía emergente y en desarrollo”.

 

 

En realidad, si bien China tiende a convertir­se en la primera economía mundial, los índices económicos per cápita siguen situados en un ni­vel relativamente bajo, sobre todo comparado con las naciones más avanzadas. Su renta per cápita equivale a casi una quinta parte de las economías desarrolladas.

Su estructuración económica y productiva to­davía presenta significativos desequilibrios, prin­cipalmente relacionados con las zonas urbanas y rurales, a la vez que padece del insuficiente aporte del sector de los servicios, el que está muy distante de las economías líderes.

La mayor parte de su producción se caracte­riza por no pertenecer a la gama media y alta, además que aún no ha alcanzado un lugar cimero en las cadenas de valores globales. China mues­tra relevantes desigualdades territoriales, socia­les y un importante impacto medioambiental. Su índice de Desarrollo Humano ocupa el lugar 79, propio del rango de los principales países en de­sarrollo.

 

 

China tiene una profunda identificación con la causa de los países del Sur Global, debido a su experiencia de transitar desde un profundo sub­desarrollo, de los rasgos económicos y sociales ac­tuales y de su compromiso de la plena moderni­zación integral socialista. De hecho, en la reciente cumbre de los Brics (originalmente Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) en Johannesburgo, el líder chino Xi Jinping dijo que “China ha sido y siempre será miembro de los países en desarrollo”.

Beijing ha mantenido una sistemática y consecuente política de apoyo con el Grupo de los 77. De manera externa Beijing les pro­porciona los medios para que las naciones del Sur Global puedan articular y promover sus intereses económicos colectivos y mejorar su capacidad de negociación conjunta sobre los principales temas económicos internacionales, a la vez que se ha convertido en el líder de la colaboración Sur-Sur.

El gigante asiático ha asumido un gran activismo en la promoción de un orden econó­mico y político mundial más justo, el que se corresponde con los intereses de los países en desarrollo. Beijing ha propuesto un grupo de iniciativas que afianzan los intereses de los países del sur, dentro de las que se encuentran la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la Inicia­tiva de Seguridad Global, la Iniciativa de De­sarrollo Global y la Iniciativa de Civilización Global.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta es un proyecto a largo plazo que se centra en la cola­boración para el desarrollo de la interconecti­vidad, la infraestructura y una red de comer­cio a escala global, elementos necesarios para alcanzar el desarrollo económico. La iniciati­va se enmarca dentro de una concepción del multilatera­lismo, con un mecanismo en que todos los países pueden acceder a los elementos im­prescindibles para su desa­rrollo.

Las iniciativas de China se encaminan a las exigen­cias de la coyuntura actual y al futuro de la comunidad in­ternacional. La de Seguridad Global, esencialmente, se en­fila hacia la creación de una gobernanza en la que funcio­ne un verdadero multilatera­lismo y multipolaridad, que excluya el hegemonismo y las políticas de poder e intimidación.

La Iniciativa de Desarrollo Global es un gran esfuerzo por poner en el centro de las instituciones internacionales el desarrollo de los países rezagados, en la que Beijing aporta recursos valiosos y su experiencia en la lucha por la erradicación de la pobreza, enfatiza en la interrelación económica profunda, la coope­ración e integración. La Iniciativa de Civiliza­ción Global, por su parte, defiende el derecho de las diferentes culturas a desarrollarse y coexistir en paz.

El Grupo de los 77 y China es un actor de gran relevancia en la transformación del in­justo, inestable e inseguro orden económico y político mundial, con el propósito de construir una nueva ordenanza que se sustente en los principios de justicia, equidad e inclusividad. El Grupo de los 77 y China ha desarrollado una coordinada articulación que favorece el surgimiento de nuevas reglas económicas y políticas que contribuyan al desarrollo y la paz.

*Especialista del Centro de Investigaciones de Política Internacional, del Ministerio de Relaciones Exteriores

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