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26 de julio de 1953: injusticias y abusos contra la clase obrera

Vísperas del 26 de julio de 1953 el acontecer obrero en Cuba era tan negativo e incierto como el que ofrecía el panorama político, económico y social de la Isla.

Nada favorable podía esperarse para el proletariado, toda vez que en el movimiento sindical se había instaurado una forzosa división como resultado de la guerra fría a finales de los años 40.

De esa forma una caterva de pandilleros y elementos desmoralizados encabezados por Eusebio Mujal usurpó en 1947 la máxima dirección de la Confederación de Trabajadores de Cuba y con la anuencia gubernamental llevaban a cabo el asalto armado a los sindicatos, la amenaza, persecución y asesinato de los verdaderos representantes de las masas.

 

 

¿Cuál era el contexto obrero en la Isla?

Semanas antes del asalto al cuartel Moncada, empresarios y grandes propietarios en diversos sectores desplegaron una ofensiva patronal. Uno de sus primeros impactos afectó a la industria azucarera con la rebaja del salario de sus trabajadores en un 6 % y quedaba restringida la zafra lo cual implicaba una merma de 120 millones de pesos en los ingresos de esos obreros,

También empleados y maestros recibieron una drástica rebaja de sus reducidos sueldos, los tabacaleros incrementaron sus protestas contra la mecanización del proceso productivo porque provocaba masivas cesantías; similar riesgo amenazaba a marítimos y portuarios quienes rechazaron un Decreto ley que autorizaba la línea de “ferries”  entre Cuba y Estados Unidos,

En el sector del transporte más de 800 empleados de Autobuses Modernos demandaban su reposición y los que aún laboraban exigían el pago de sus salarios atrasados. Los talleres ferroviarios de Luyanó y Ciénaga, en La Habana, fueron escenarios de huelgas mientras el gobierno liquidó por la fuerza un paro en la empresa Omnibus Aliados e impuso a un coronel como interventor militar.

Por otra parte, obreros de las confiteras La Estrella y La Ambrosía condenaban la competencia desleal de entidades extranjeras.  Vísperas del 26 de Julio, hace70 años, más de 600 mil desempleados rondaban las fábricas, talleres y otros sitios con la remota esperanza de hallar trabajo y solo encontraban el rótulo “No hay plaza vacante”.

De los periódicos de entonces estas eran algunas noticias: Declara el ministro interino de Trabajo, Arsenio González, que el gobierno no permitirá más paros obreros; rebaja de 18 millones de pesos en los sueldos de los empleados públicos al reajustar el gobierno el presupuesto nacional; afectados los maestros públicos con una merma de 15 pesos mensuales en sus ingresos;

También la prensa revelaba que las cajas del Retiro Azucarero y del Marítimo, fueron intervenidas por el Tribunal de Cuentas por irregularidades financieras.

Con encendido augurio el destacado intelectual revolucionario y militante comunista Rubén Martínez Villena escribió un día en uno de sus versos: “Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones…”

Los disparos en la madrugada de la Santa Ana, hace 70 años, corrobaron e hicieron realidad su sueño al sentenciar que el único camino para acabar con tanta ignominia era la lucha armada, la que emprendió el pueblo junto a Fidel Castro.

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