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Día del Bibliotecario, 7 de junio: El libro vivirá siempre

De la mano de su padre, Araceli García Carranza llegaba a las puertas del Castillo de la Real Fuerza, en La Habana. La joven estudiante de bachillerato acudía a ese sitio donde había una sala con libros y solía realizar las tareas indicadas en el aula.

 

“Tuve la suerte de estar rodeada de una generación de intelectuales que propiciaba que nosotros, jóvenes de aquella época, aprendiéramos, mientras ellos enseñaban”, señala la doctora Araceli García Carranza. Foto: Alejandro Acosta Hechavarría

 

Allí observó el mundo de la bibliografía, lo cual representó un antecedente con miras a su futuro laboral. Al triunfo de la Revolución, en 1959, se reabre la Universidad de La Habana y se gradúa de Doctora en Filosofía y Letras, en enero de 1962.

Un día supo que en la Biblioteca Nacional José Martí había posibilidades de trabajo. “Solicité una entrevista con la doctora María Teresa Freyre de Andrade —directora en funciones en aquel momento— fui aceptada y en febrero de ese año comencé a laborar allí”, rememora Araceli.

El Departamento de Catalogación —actualmente es de procesos técnicos— fue el punto de partida para asumir posteriormente otras responsabilidades hasta ocupar la dirección del Departamento de Investigaciones, cargo que hoy desempeña.

“Durante todo este tiempo —confiesa Araceli— he estado aprendiendo y sirviendo. Nunca he perdido de vista el servicio y hacerlo siempre mejor, por eso me incliné hacia el trabajo bibliográfico: un camino a través del cual se sistematiza y analiza la información y pone en manos del lector los datos más precisos del conocimiento”.

De gran significación son sus palabras sobre la permanencia en esta institución cultural. “Tuve la suerte de estar rodeada de una generación de intelectuales que propiciaba que nosotros, jóvenes de aquella época, aprendiéramos mientras ellos enseñaban; una generación que iluminó a la Biblioteca Nacional entre los cuales es preciso citar a Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego, Sidroc Ramos, entre otras personalidades.

“Aquí encontré mi vida”, expresa la autora de libros como la Bio-bibliografía de Don Fernando Ortiz, Bibliografía de la Guerra de Independencia (1895-1898), así como el Índice analítico de La Gaceta de Cuba y de la Revista Bimestre Cubano, junto a otras obras. Durante la recién celebrada XXXI Feria Internacional del Libro, en La Habana, fueron presentadas páginas escogidas de su autoría, publicadas en la revista de la Biblioteca Nacional y compiladas por el historiador y poeta Rafael Acosta de Arriba y los libros Un camino hacia Carpentier: ensayo bibliográfico crítico y una bibliografía completa de Cintio Vitier.

Araceli considera que “hoy por hoy a nuestra Biblioteca y, también a otras, no vienen muchas personas como en años anteriores cuando las salas estaban llenas de estudiantes, investigadores, periodistas, maestros y demás personas en busca de las fuentes del conocimiento”.

Considera que la actual situación económica con las limitaciones que impone y el acceso de profesionales y la población a Internet influye en que haya mermado la presencia de público, “no obstante —aclara— el investigador tiene que ir al documento, por eso creo que la biblioteca es imprescindible y siempre lo va a ser. No es posible que todo esté en Internet.

¿Desaparecerán las bibliotecas?, le pregunto a esta mujer nacida un 10 de octubre hace más de 80 años, y que ostenta altas condecoraciones como la Orden Félix Varela de Primer Grado, la Medalla Alejo Carpentier, la Distinción Raúl Gómez García, el Sello 80 Aniversario de la Central de Trabajadores de Cuba, la Distinción Por la Cultura Cubana y el Premio de Investigación Cultural 2002 conferido por el Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, entre otros reconocimientos.

“El libro vivirá siempre. La tecnología es un importante auxiliar y en el campo bibliográfico puedo decir que cuando haya un equilibrio entre la bibliografía y la tecnología el avance será mayor, pero es necesario una conjugación porque la cultura es necesaria siempre”.

Hay pasión en sus ojos cuando afirma: “¡La biblioteca es mi vida! A los jóvenes les digo que esta es la profesión más bella del mundo”. Y recalca lo que en una ocasión le expresó categóricamente a un colega: “Si la televisión cuando surgió no acabó con la radio, la tecnología no acabará con el libro, de ninguna manera”.

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