Arrufat, el eterno irreverente

Arrufat, el eterno irreverente

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Los años habían limado muchas asperezas, el escritor se considera­ba mucho más paciente y toleran­te, la nación le había tributado con los más altos honores que reserva para los hombres de las letras… pero a Antón Arrufat (Santiago de Cuba, 1935-La Habana, 2023) le encantaba solazarse con la idea de que seguía siendo un autor in­cómodo.

 

Antón Arrufat, hace casi dos años, en su casa habanera. Foto: David González del Valle

Y lo era, en buena medida, asumiendo su permanente talan­te incisivo, “esta lengua que tan­tos problemas me ha provocado, pero que con tantas satisfacciones me ha premiado también” —como confesó en una tarde de larga e interesantísima conversación con este cronista, balanceándose en su sillón preferido, justo a unas horas de celebrar su cumpleaños 85.

Ha muerto Antón Arrufat, poeta, narrador, ensayista, dra­maturgo… aunque para él en la literatura solo convendría dis­tinguir dos ámbitos: la prosa y el verso. “La prosa es la base de la gran pirámide cultural del mun­do; pero el verso es el misterio que nos acompañará siempre. Los grandes escritores —y yo siempre aspiré a contarme entre ellos; algo hice, pero creo que no lo suficien­te— son los que logran concretar desde la narración, la ensayística y el teatro, el inmarcesible espíri­tu de la poesía”.

Él —aunque una modestia un tanto socarrona no le permitiera reconocerlo ante el gran públi­co— era un gran escritor, un gran poeta. Y asumía la literatura como tabla de salvación, ante la puntual incomprensión del mundo.

“¿Qué le voy a hacer? Tengo muchas cosas que decir que no le van a gustar a todo el mundo. Pre­fiero entonces escribirlas, con la esperanza de que para algo sirvan. En algún momento me quisieron callar, y pareció que lo lograban, pero yo seguía escribiendo, como un poseso. Porque la única certe­za de sobrevida para alguien que como yo solo sabe escribir, es la permanencia —siempre relativa— de lo que quedó en una página, ne­gro sobre blanco”.

En el tristemente recordado “Quinquenio gris” —“que fueron más de cinco años, y más que gri­ses fueron negros”— Antón Arru­fat fue víctima de exclusiones por las implicaciones de su obra.

“Pero yo sabía que la cordura terminaría por imponerse. Esperé pacientemente. Y un día pusieron sobre mi cabeza los laureles que algunos —afortunadamente olvi­dados por la historia— pretendie­ron escamotearme.

“Aunque yo, con toda fran­queza, nunca he escrito para con­seguir laureles. Yo he escrito por una necesidad que va más allá de un ejercicio racional. Impulso, desbordamiento.

“Eso de esperar por la musa es un cuento de camino. El escri­tor verdadero siempre vive al lado de su musa… es más, la musa vive con él. O mejor, la musa vive en él. Es verdad que se puede dotar de herramientas a un individuo para que escriba mejor… pero el escri­tor nace. Los demás son emborro­nadores de cuartillas (yo también he emborronado las mías, pero las he sabido esconder, las que han sa­lido a la luz son las páginas más auténticas, las mejor logradas… porque escribir es también discri­minar)”.

La lista de grandes libros de Antón Arrufat es larga. Si le pre­guntaban qué obra escogería para una reducida antología para el fu­turo respondía que eso era asunto para los antologadores. “Pero pro­bablemente alguien escogería Los siete contra Tebas —una pieza de la que muchos hablan, aunque no todos han leído— o mi novela La caja está cerrada, en cuya escri­tura invertí más de una década… Pero allá ellos, que se quemen las pestañas leyendo y escogiendo, que para eso les pagarán… Ahora bien, yo creo que si dentro de cien años yo volviera a nacer (sería maravilloso, tendría mucho ma­terial para escribir, espero) de mí solo me interesaría releer algunos de mis poemas… supongo que no perdería el tiempo leyéndome a mí habiendo tanta nueva literatura en cien años”.

La cultura nacional ha perdi­do a uno de sus grandes intelec­tuales, a un hombre que —con­fesaba— solo sabía escribir de Cuba… aunque de Cuba no estu­viera escribiendo. “Yo no he escri­to sobre ninguna otra cosa. Pero no puedo decir que Cuba me haya influido. Porque el país no está en un lugar y yo en el otro. Yo nací en este país. Yo vivo en este país. Yo soy de este país. Aunque algunos hubieran preferido que me fuera para el aeropuerto”.

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