Con Filo: La informalidad

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Hay un problema que nos azota como una plaga, en el cual se combinan la indisciplina laboral y el irrespeto hacia las personas: la informalidad.

 

 

¿Quién no se ha quedado esperando a alguien que debía ir a hacerle un trabajo en la casa, o ha llegado a buscar algo en un establecimiento de servicio público y se ha encontrado con que no está listo lo que le aseguraron estaría hecho en determinada fecha?

La lista de estos fiascos en nuestra memoria seguro es bastante larga, y parecería que son prácticas nocivas difícil de erradicar, y hasta de disminuir con el tiempo.

Las personas informales nos hacen perder tiempo y no pocas veces dinero, por el incumplimiento de su palabra.

Es además un mal que no distingue entre formas de gestión o propiedad, porque en materia de no saber honrar un compromiso con un cliente o usuario, lo mismo nos tropezamos con un trabajador por cuenta propia que con un funcionario estatal, quienes con frecuencia nos dejan, como se dice popularmente, colgados de la brocha.

Ese vicio guarda a veces mucha relación con otras variables, como la existencia de pocas opciones o ninguna alternativa para garantizar acceder a determinado trámite o respuesta por otra vía, lo cual nos obliga en ocasiones a depender casi exclusivamente de individuos informales que le imprimen su negativo sello a la actividad que realizan.

Cuando se trata de venta de mercancías o de otras ofertas con carácter lucrativo, el negociante que es informal en su labor corre el riesgo de perder no solo al cliente afectado, sino que puede dañar el prestigio de su emprendimiento, y con ello su resultado económico.

Pero las principales víctimas de las informalidades somos los ciudadanos que dependemos de terceras personas y de las instituciones que ellas representan para resolver asuntos esenciales para la vida cotidiana.

Están también las salidas populistas de la gente que promete a diestra y siniestra atender un problema, cumplir con un plazo, dar una respuesta, y después todo queda en sal y agua.

Y junto con la informalidad casi siempre vienen otras desgracias, como inventar pretextos, esquivar u ocultarse de la persona –dicho en buen cubano- embarcada, y hasta mentir descaradamente.

El sujeto informal no pocas veces cae en las propias redes de sus inventos y luego le cuesta salir de esa sucesión de tardanzas, errores y aplazamientos.

Con un poco de buena suerte, un día cumple con la palabra dada, pero ya es tarde para volver a merecer la confianza de quienes perjudicó y hasta ofendió con su comportamiento.

Es difícil atajar la informalidad cuando no funcionan los mecanismos internos de exigencia en una entidad, ni se sanciona administrativa o judicialmente a quienes en reiteradas ocasiones quedan mal ante las personas afectadas.

Tal vez nos hemos resignado demasiado a convivir con esas conductas informales, y a menudo casi hasta las justificamos con un paternalismo que poco favor nos hace.

Pero debemos ser conscientes de que la informalidad ni está bien, ni es lo normal, ni tenemos por qué tolerarla. Hay que ponerla siempre, junto con sus desconsiderados practicantes, en la picota pública.

 

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4 comentarios en Con Filo: La informalidad

  1. La informalidad tiene muchas fases,por ejemplo en la Empresa de Servicios Tecnicos Industriales de las Tunas ZETI,el economico solo pago el 50% del pago por resultado para guardarlo para el proximo mes por si fallaba la produccion,no es esto una gran Informalidad,nada cosas que ocurren en nuestro pais y que solo el obrero las sufre.

  2. Estimado Paquito:

    Como mucha gente, entre ellos los electores que lo eligieron delegado y ahora lo nominan como diputado, incluyendo sus fieles lectores, si me permite, quiero trasmitirle mi felicitación y la plena confianza en la seguridad de que será, además de un honor que usted la integre, una plena garantía de que las problemáticas que se aborden en la futura Asamblea que se constituya, contarán con sus lúcidos análisis y fecundos aportes a las posibles soluciones.

  3. Si hablamos de ejemplos hay muchos desde la guagua que nadie ha podido atajar horarios y mucho menos programación de llegada a las paradas, tiendas, comercios, bodegas, carnicerías que abren y cierran a la hora que quieran los administradores o empleados, oficinas de trámites notariales o legales que nunca abren en tiempo, horarios de almuerzo extendidos, CUPET que dicen trabajar 24 horas y permanecen cerrados madrugadas enteras y sus empleados durmiendo habiendo combustible, en fin….soy de los puntuales tachados a la antigua, que me considero disciplinado y virtuoso por respeto a mis padres y a las personas con las que intercambio, al punto de discutir con mi esposa frecuentemente porque se demora o no planifica horarios para no llegar tarde a ningún lugar, consciente de que se puede. Al menos mi caso, en más de 40 años de trabajo, nunca he llegado tarde con carro, guagua, bicicleta o a pie, lo cual todos o casi todos podemos hacer pues considero que es ante todo un tema de respeto y disciplina.

  4. Estimado Panchito:

    Hoy día la informalidad está compitiendo por los primeros lugares en el top ten de los valores que se han perdido. No es ni siquiera patrimonio individual, muchas entidades y disfuncionarios la han elevado a categoría empresarial. No lo cree: Le menciono solo dos ejemplos; el incumplimiento de los contratos y los impagos con las consecuentes cadenas de cuentas por cobrar.

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