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Cuando innovar es pasión

Desde que Daniel Barrameda Tudurí llegó a la UEB Empacadora Raúl Cepero Bonilla allá por el año 1995, pocas son las máquinas que no conocen de su ingenio. Se ha vuelto el alma de la Empacadora; el hombre que repara lo que le digan y que, con sus ideas, ha logrado el ahorro de grandes sumas de dinero.

 

Daniel Barrameda Tudurí muestra con orgullo el matadero de cerdos que recuperó, una de sus más reciente innovaciones y con la cual mereció el Premio al Mayor Impacto Económico. Foto: Gretel Díaz Montalvo

 

Para este mecánico del área de mantenimiento lo que hace no merece premios. Con un sencillo agradecimiento, dice, basta; pues considera que, si lo hace para mantener la vitalidad productiva de su centro de trabajo y por amor, no es nada del otro mundo.

Quizás por eso se sorprendió tanto cuando en el 2022 le anunciaron que recibiría el Premio al Mayor Impacto Económico, que otorga la Asociación de Innovadores y Racionalizadores, gracias a la recuperación del matadero de cerdos.

«Eso era una necesidad, cuenta Daniel. El matadero tenía muchos años de explotación, con estructuras metálicas de unos tres metros de altura que ya estaban podridas. La vida de los trabajadores peligraba, así que le comenté a la directora una idea que tenía y ella enseguida me dio luz verde.

«Estábamos en medio de la pandemia de la Covid-19, la provincia casi cerrada, pero aún así en unos seis meses salió la obra. Y ahora es más eficiente y humaniza más el trabajo».

Con este mejoramiento del equipo, Barrameda Tudurí realizó un aporte de más de un millón pesos y garantizó la continuidad de las elaboraciones en la Empacadora.

 

Daniel Barrameda cuando fue reconocido durante el acto nacional por el inicio de la jornada de celebración por el Día del trabajador de la industria alimentaria. Foto: Gretel Díaz Montalvo

 

No obstante, como detalla, «el premio me responsabiliza más con mi labor, por lo que seguiré al lado de mi colectivo pensando en soluciones creativas que permitan mejorar las condiciones de trabajo y elevar los resultados en el cumplimiento de los encargos social y estatal».

Y es que, como alega, «de tal palo tal astilla. Mi padre era así mismo. No sabía quedarse quieto y siempre estaba arreglando y haciendo cosas y hasta obtuvo premios nacionales por sus innovaciones.

«Es algo que nace con la persona. Uno no está esperando a que se rompa un equipo, a veces están funcionando y ya ando viendo qué hacerle para que lo haga mejor, sea más rápido o humanice más la labor. Es algo que te motiva todos los días y eso trato de enseñárselo a los nuevos que llegan, porque uno no es eterno.

«Además, esto es un trabajo constante porque como han cambiado las materias primas y las masas, hay que reestructurar los equipos o hacerle modificaciones para que puedan trabajar; y a veces a los nuevos también hay que pasarles la mano para adaptarlos a nuestros condiciones».

Con 65 años y una salud que no lo acompaña del todo, este mecánico asegura que la jubilación no significa dejar de aportar su granito en las innovaciones. Su compromiso es mayor: continuar innovando y enseñando. «Mientras las fuerzas me lo permitan, dice, podrán contar conmigo».

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