Perú: El grito de los que no tienen voz

Perú: El grito de los que no tienen voz

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Por Patricia Espinosa Valdés, estudiante de Periodismo

Perú vive nuevamente una encrucijada político-social. El silencio de los que sufren la pobreza en un país rico parece haberse acabado. La destitución y encarcelamiento de Pedro Castillo, tras disolver el Congreso sin el debido respaldo constitucional, fue la gota que derramó el vaso.

 

Lima se convirtió en un campo de batalla. /Telesur

 

Desde lo sucedido, el 7 de diciembre de 2022, las manifestaciones han escalado por todo el país. Los primeros en pronunciarse fueron los simpatizantes de Castillo, para quienes el maestro representaba al Perú olvidado.

A esos grupos indígenas y estudiantes del sur andino, se sumaron los alumnos de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Confederación General de Trabajadores del Perú.

La represión entró a la Universidad. /Mundiario

Lo que comenzó en algunas localidades del sur  llegó a la capital para la “toma de Lima” y actualmente llaman a un paro nacional. Iniciaron pidiendo la liberación de Castillo, además de la renuncia de la presidenta designada Dina Boluarte y convocar a elecciones generales para renovar el Legislativo y el Congreso.

Ello ha devenido represiones por parte de la fuerza policial y el ejército y le ha costado la vida a más de 60 personas, incluido un policía.

Pero, ¿estabilizarían al país si fueran aceptadas las peticiones ante la presión de la también catalogada “Marcha de los cuatros suyos”, en referencia a la gran protesta que derivó en la renuncia del expresidente Alberto Fujimori en 2000?

Parafraseando una expresión popular cubana, por mucha agua que se le dé al dominó, las fichas no cambian. Boluarte está renuente a dejar la silla presidencial.

Foto: Reuters

“No renunciaré. Mi compromiso es con el Perú. Estamos abiertos al diálogo y si los grupos terroristas (así se refirió a los manifestantes) quieren llegar a un consenso, tienen que cambiar su agenda, porque esta no es posible”, pronunció en sus discursos.

¿De qué Perú habla? ¿Será de los departamentos de Cajamarca y Huancavelica que fluctúan entre 43,8% y 50,9% de pobreza más alta, según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática de ese país? O ¿de aquellos cansados de que la gobernanza ruede de diestra a siniestra como “una papa caliente” ejercieron su derecho a protestar pacíficamente  y en cambio son baleados bajo el pretexto de cumplir con el deber y mantener el orden público?

Perú necesita paz y estabilidad. A sus habitantes les urge resolver el problema del abasto de agua, de las deficiencias en la agricultura, la salud, educación.

Las mismas dificultades sirven como carnadas para ganar campañas presidenciales; sin embargo, una vez en el poder son olvidadas, ignoradas o sus gobernantes son imposibilitados, como fue el caso de Castillo, quien siempre estuvo entre la pared y el Congreso.

Aunque no fue el único. En Perú el presidente y el Congreso juegan al gato y al ratón. Ante la difícil convivencia que puede existir, los dirigentes mueven sus fichas.

Según la Carta Magna, que data de 1993, el presidente puede disolver el Congreso si este censura o niega el voto de confianza a dos gabinetes de un mismo gobierno.

A su vez, el Congreso cuenta con el mecanismo de vacancia por incapacidad moral o física. Una medida que figura en las constituciones peruanas desde 1839.

Omar Cairo, profesor de Derecho Constitucional en la Pontificia Universidad Católica del Perú, le dijo a BBC Mundo que “el país andino es el único del mundo que tiene la institución de la vacancia por incapacidad moral.  Ahora cada vez que los congresistas consideran que el presidente es un inmoral, lo pueden destituir discrecionalmente con solo la fuerza de los votos y ese término de inmoral es algo muy gaseoso hoy día”.

Boluarte afirmó en una de sus intervenciones que “celebrar una Asamblea Constituyente tomará años, miren el ejemplo de Chile”.

¿Pero acaso los procesos justos son de la noche a la mañana?

La nación andina requiere de cambios políticos. En 6 años ha tenido 5 presidentes y dos congresos, donde todos han sido salpicados por la corrupción.

Ahora “el lado más débil” está tirando de la soga. Como dicen muchos de los manifestantes “el pueblo despertó y no pararemos hasta que se haga justicia por los hermanos caídos en esta lucha”.

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