Apasionado de la ciencia

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En un momento de su vida Eduardo Martínez Díaz pasó de la fascina­ción al trauma, cuando una decisión administrativa su­ponía quitarle sus manos y su inteligencia a las moléculas para emplear su fortaleza física en la producción. El propósito no era malo, ni siquiera cuestionable, pero marcó al incipiente cientí­fico.

Eduardo Martínez Díaz. Foto: Ana Margarita González
Eduardo Martínez Díaz. Foto: Ana Margarita González

El joven había sido absorbido por la biología durante sus estu­dios de preuniversitario, “los pro­fesores eran tan buenos, que me inclinaron hacia allí, me metieron el bichito; además, siempre quise ser profesional”.

Eduardo Martínez comenzó a vincularse con el Centro de In­geniería Genética y Biotecnolo­gía en 1987, siendo estudiante de Biología, al año de inaugurarse el CIGB, cuando insertaron a un grupo de universitarios de carre­ras afines para hacer prácticas. “Empecé en un área de investi­gación, me gradué en 1990, y se estaban desarrollando proyectos de ingeniería molecular, que eran muy novedosos.

“Al graduarme, mandaron a los varones para el área de pro­ducción, porque estaban los pro­cesos de escalado y producción de la vacuna contra la hepatitis B, y en las áreas de purificación había que hacer un poco de esfuerzo fí­sico.

“Y qué hice? No me desvincu­lé del laboratorio, me quedé con el doctor Juan Morales Grillo, que era jefe de uno de ellos, y acep­tó que mantuviera mi puesto de trabajo. Había turnos rotativos y empleaba horarios del descanso haciendo las investigaciones en el laboratorio como continuidad de mi tesis de grado.

“Pero el trabajo oficial fue en el desarrollo y escalado de la vacuna contra la hepatitis B, que estaba aportando resultados muy positivos, muy importantes de la biotecnología cubana, del CIGB. Yo formo parte de su colectivo de autores”.

 

Prominente carrera

Con esa modestia que expresan sus ojos y su voz lo evalúa como su primer logro científico-téc­nico. Cinco años después llega­ron las responsabilidades: jefe de laboratorio, de departamento, director de desarrollo tecnológi­co del CIGB. “En ese trayecto he participado en alrededor de 20 proyectos de investigación y de­sarrollo.

“Me dieron la responsabili­dad de un proyecto de vacunas combinadas, de la Pentavalente cubana: contra difteria, tétanos, tosferina, hepatitis B y enfer­medades invasivas por Haemo­philus influenzae tipo B (Hib). Desde el punto de vista científi­co es uno de los fundamentales resultados, fue la primera vacu­na de ese tipo que se desarrolló en América Latina y la segunda en el mundo”.

El Doctor en Ciencias Biológi­cas Eduardo Martínez Díaz fue el autor principal; la vacuna obtuvo premio de la Academia de Cien­cias y premio relevante del Foro de Ciencia y Técnica Nacional.

Desde hace cinco años, Eduar­do es presidente del Grupo Em­presarial BioCubaFarma, luego de ser su vice presidente primero y ocupar otros cargos de dirección. Le ha costado desvincularse del laboratorio, incluso rememora que en 1994 no pudo cumplir su estadía como becario en el Cen­tro de Biología Molecular Seve­ro Ochoa, de España, a causa de otra tarea importante, aunque el doctor Luis Herrera, con quien trabajaba, le pidió al director de aquel centro que le diera una oportunidad posterior de formar­se allí.

“Dos años más tarde pude ir a ese laboratorio y en un año, y luego tres meses más, obtuve los resultados experimentales que fueron la base de mi tesis de doc­torado, que defendí en la Univer­sidad de La Habana con un tutor español y otro cubano.

“En realidad siempre he esta­do vinculado a la actividad cien­tífica, en proyectos de desarrollo, conduciendo investigaciones; en ellos se han logrado resultados importantes. Soy autor de cua­tro patentes, de 16 premios de la Academia de Ciencias y más de 40 artículos en revistas de alto valor de impacto.

“He transitado por la investi­gación y me he realizado viendo cómo un grupo de proyectos han llegado al final en productos, pa­tentes y publicaciones científi­cas”.

 

¡En un corto plazo!

“Una obra en 32 años; tengo 55; hace tres años tenía el pelo negro y mucho más cabello… Ni aún con la responsabilidad actual he dejado de trabajar en la conduc­ción de proyectos de investiga­ción y desarrollo”. Su obra es la de un científico eminente.

La pandemia de COVID-19, las vacunas, las tensiones y dis­cusiones son temas obligados en esta entrevista exclusiva con el Héroe del Trabajo de la Repúbli­ca de Cuba (año 2022).

“El sector estaba preparado, y quienes con Fidel fundaron estos trabajos de ciencia y biotecnolo­gía crearon la base de todo lo que hemos logrado”, afirma en legíti­mo reconocimiento a un grupo de científicos que los antecedieron y muchos aún trabajan junto a los más jóvenes.

“Una de las cosas que esta­mos estudiando es que hemos vis­to que las vacunas nuestras están neutralizando las nuevas varian­tes del virus que aparecen en un porciento mayor que otras; inves­tigamos por qué ocurre eso.

“Las vacunas nuestras tienen características que las hacen… no podemos caer en chovinismo de decir son las mejores, pero realmente sus características las hacen de las vacunas con mayor seguridad y de las más efectivas que se han desarrollado”.

Tampoco podríamos excluir las novedades. Eduardo reveló que tienen el primer prototipo de glucómetro; “el que se utiliza ahora para medir la glicemia se importa”. Se aprobó el ventila­dor pulmonar de alta gama para las pruebas en humanos, y tienen prioridad en tres vacunas: la de neumococo, contra neumonías; la vacuna contra el dengue, que es muy compleja, y la tercera es con­tra el virus del papiloma huma­no, que provoca el cáncer cérvico uterino.

 

¿Insatisfacciones?

“La situación de los medicamen­tos, que no logramos revertir. La causa fundamental es objetiva, no contamos con las materias pri­mas, hay 144 en falta, de los 369 medicamentos y vacunas que te­nemos que garantizar”.

 

Su valoración sobre el desempeño de la ciencia

“En Cuba hay muchos resultados científicos, pero una de las debi­lidades es la capacidad de con­vertirlos en productos y tecnolo­gías, que se extiendan”.

¿Si no fuera científico sería cosmonauta?

“Cuando estaba en el pre hice las pruebas para ser piloto”.

Usted me parece un hombre muy pausado.

“Soy quien trata de mantener el equilibrio”.

Cuando logra salir de la cien­cia, del laboratorio, del proyecto, ¿qué le gusta hacer?

“Estar con mi familia, ese es mi hobby fundamental”.

Su comida favorita, ¿le gusta el helado?

“El puerco asado”.

A modo de despedida lo ani­mo: es ingenuo pensar que usted se desvinculó de la ciencia. ¡Us­ted está dentro, conduciendo un espectro mucho más amplio!

“No concibo que alguien pue­da dirigir una de nuestras orga­nizaciones si no proviene de la ciencia, porque no va a entender los procesos; lo que fabricamos a diario conlleva mejora tecno­lógica, requiere estar innovando para disminuir los costos e incre­mentar la productividad”.

Momentos de la condecoración con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Foto: Marcelino Vázquez
Momentos de la condecoración con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Foto: Marcelino Vázquez

Y revela de nuevo al hombre virtuoso, inteligente, exquisito y sencillo que con una obra de 32 años conquistó el título honorí­fico más prominente que otorga Cuba, el de Héroe del Trabajo.

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