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Con Filo: Con guitarra y sin violín

Este sábado 17 de diciembre se constituyen en todo el país las 168 Asambleas Municipales del Poder Popular, paso que completa la conformación de los gobiernos locales para los próximos cinco años.

Con una elevada renovación en la mayoría de los municipios, quienes así asumen la responsabilidad de representar a su electorado, tienen ante sí una tarea de mayúscula dificultad.

Porque como dice un conocido refrán, una cosa es con guitarra y otra cosa con violín, en referencia a que no es lo mismo comprender u opinar sobre algo, que tener que llevarlo a la práctica cotidiana.

Y la labor de las delegadas y delegados municipales del Poder Popular, no obstante ser el eslabón de gobierno más cercano a la base, todavía es muy poco conocida a profundidad en todos sus detalles.

Incluso personas que por nuestro trabajo solemos estar relativamente más al tanto del funcionamiento de las estructuras de gobierno y administrativas en sus diferentes niveles, no siempre dominamos al detalle las prerrogativas y las formas en que deben trabajar estos servidores públicos en la comunidad.

Cuando existe la posibilidad de escuchar, intercambiar y conocer de cerca el trabajo que realizan delegadas y delegados de circunscripción con experiencia por varios mandatos, sorprende muchas veces la pericia, las habilidades de dirección y comunicativas, así como el empeño que requiere ese mandato.

La ciudadanía, no obstante, percibe en gran medida las fortalezas y debilidades de esa función gubernamental que asumen delegadas y delegados. Como norma, en nuestros vecindarios predomina el deseo de apoyar su gestión, la cual se reconoce como muy difícil: “tremenda candela”, te dice la gente. Sin embargo, no siempre se comprenden muy bien los mecanismos de actuación y las atribuciones que competen a estos representantes de la voluntad popular.

Ni organizadores de colas, ni distribuidores de recursos, pero tampoco organizadores de reuniones ni convidados de piedra ante los problemas. Delegadas y delegados son más bien gestores de la participación y movilizadores de voluntades, para así mejorar la vida de los barrios mediante soluciones colectivas. Y lo que no puede faltar: el contacto directo, por todas las vías posibles, con el pueblo.

Nos gustaría recalcar además la exigencia que puede ejercer esa figura de gobierno en nombre de su electorado, al cual se debe en última instancia, porque para eso le dieron el voto mayoritario de cada comunidad.

Las Asambleas Municipales son órganos de gobierno que requieren de un trabajo concertado, en equipo, aunque sin confundir la disciplina individual de sus integrantes con la aceptación acrítica de todas las decisiones administrativas locales.

A sumergirse entonces, desde este 17 de diciembre, en esa vorágine de trabajo que requiere entrarle a las cosas, todavía no sabemos muy bien si con guitarra, pero siempre —definitivamente—sin violín.

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