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Con Filo: ¿Resolver o prevenir las crisis?

El tema es una sugerencia de un oyente que a menudo nos sugiere aristas peliagudas de nuestra realidad: ¿Porque muchas veces en Cuba para que se resuelva un problema o se actúe ante una preocupación de la población, tiene que haber antes un agravamiento de la situación que la haga insostenible?, me comentaba.

 

Y, lamentablemente, tiene razón ese amigo. Con demasiada frecuencia somos mejores resolviendo crisis que atajándolas, incluso cuando hay suficientes evidencias de que algo no funciona bien.

Los ejemplos abundan. Tal vez el hecho que motivó la inquietud de esa persona amiga fuera la más reciente decisión de desmontar el mecanismo de la mal llamada lucha contra coleros en la capital cubana, un asunto que ya no aguantaba más, y que desde hacía meses estaba en boca de toda la población y de la prensa.

Pero no es esa ni mucho menos la única, y por desgracia es posible que tampoco la última, de esas crisis que derivan de dejar correr prácticas contraproducentes, o de tolerar mecanismos que a todas luces no marchan como deberían.

Parecería que prever o evitar la agudización de una deficiencia estuviera fuera de nuestras posibilidades. Es como una fuerza inercial que en numerosas ocasiones nos impide cambiar el rumbo cuando todavía estamos a tiempo de no chocar contra el muro del fracaso.

De esa poca flexibilidad para rectificar a tiempo se nutren además casi siempre las fuerzas propagandísticas que intentan presentarnos como un estado fallido o en no sé cuántas campañas negativas más.

Resulta penoso que una deficiencia esté en la boca de toda la población y solo se tomen medidas cuando la aborda un medio de comunicación, ya sea nuestro periodismo, o incluso hasta las empresas de la desinformación que se financian desde el exterior.

Este es un lujo que no deberíamos permitirnos nunca como sociedad. Instituciones y organizaciones de la sociedad civil cubana no deberían medir su efectividad por las crisis que resuelven, sino por las que evitan.

Si desde hace meses hay una tendencia exponencial que presiona sobre la realización de un grupo de trámites legales en todo el país, cómo es posible que nos sorprenda la escasez de sellos del timbre, —por poner otro ejemplo reciente—, o que no sea posible suplirla con la variante virtual de ese servicio que está concebida desde hace ya algún tiempo.

Este tipo de crisis por acumulación, con insuficiencias que no surgen de un día para otro, denota un deficiente funcionamiento de los sistemas de trabajo, falta de control y seguimiento del comportamiento de los indicadores de gestión de una entidad u organismo y, sobre todo, una poca o ninguna atención a los planteamientos y críticas de la población.

Son explicaciones que se deberían dar, además, más allá de las salidas que se implementan cuando el problema se agudiza. Debería haber respuestas públicas y autocríticas sobre cómo se llega a ese estado de cosas, y también costos para las personas responsables de tales errores no previstos. Solo así quizás podamos llegar al punto en que sea mucho más común prevenir las crisis, que resolverlas cuando se produzcan.

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