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Con Filo: Control interno todos los días

Es posible que a usted le haya sucedido alguna vez que pensara mal, desconfiara, se mostrara prejuiciado hacia algo o alguien, al pensar que podrían ocasionarle un daño, cogerle en falta, ponerlo en una posición difícil; y sin embargo, después el propósito y el resultado final tal vez fuera completamente distinto: esa persona, institución o método de trabajo en realidad intentaban salvarlo a usted de un descalabro irremediable.

 

Ilustración: Martirena

 

Más o menos así les sucede a diario a muchos colectivos de trabajadores con el tan mentado y no siempre comprendido ni querido, control interno.

Los técnicos podrán definir con mayor exactitud científica el término, pero en lenguaje común, hay que asumir el control interno como el sistema, el proceso, la manera de hacer las cosas del modo que más nos facilite la vida y nos evite problemas presentes y futuros.

No hay por qué tenerle miedo, ni pensar que estamos hablando del Coco, que nos viene a comer cuando nos portamos mal. Lo importante del control interno es que resulta una filosofía y un método para organizarnos y trabajar mejor, sin contratiempos. Y su éxito lo garantizaremos cuando ese orden exquisito en lo que hagamos se traduzca no en temores y sobresaltos, sino en mayores ingresos para nuestros bolsillos.

Por supuesto, hay individuos que rehúyen el control, interno o externo, mayor o menor, son alérgicos a cualquier control, y precisamente lo hacen porque no están haciendo bien lo que tienen que hacer, ya sea por descuido e irresponsabilidad, o porque quieren disimular o apañar alguna fechoría.

Esos sujetos, con no poca perfidia, a veces crean leyendas negativas y tratan de achacar al control interno las culpas de sus propias deficiencias o sus malas intenciones. Ahí vienen las críticas al contador que alerta de una violación, al directivo que exige que se cumpla lo establecido o a la legislación que establece un procedimiento razonable para asegurar un resultado.

Ni hablar entonces de cuando anuncian una auditoría, o la publicación de un proyecto de ley como el que ahora ya está a disposición de la ciudadanía en el sitio de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que potenciaría la labor —según reza en su título— De la Contraloría General de la República de Cuba y del Sistema de Control Superior de los Fondos Públicos y de la Gestión Administrativa.

Ahí empieza a cundir el pánico entre quienes esconden debilidades en su actuar, o en las fuerzas externas o internas que apuestan a destruir el sistema social cubano mediante la horadación de sus principios y valores de integridad y honradez.

Pero los trabajadores y la gente honrada no debemos caer en esa trampa. El que no la debe, no la teme, dice un viejo refrán. Y lo mejor que puede haber, para quienes integran un colectivo, es sentirse seguros, con el conocimiento exacto de la responsabilidad, las funciones, los límites y prerrogativas que tienen en cada puesto.  Y eso lo garantiza, en cualquier circunstancia, un sistema de control interno adecuado, razonable y comprometido con la justicia.

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