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Se impone el fijador

Por Gabino Manguela Díaz

Tras los más recientes y muy mediáticos operativos policíacos contra ilegalidades y delitos, tanto en las conocidas Ferias de 100 y Boyeros y la Cuevita, como en otros lugares de la capital cubana, no pude menos que alegrarme, pues a todas luces, instituciones y personas están respondiendo positivamente al llamado de eliminar violaciones y abusos vinculados con la frenética subida de precios derivadas de la interacción de no pocos elementos, entre ellos la inflación, la especulación y la desidia.

 

En un operativo policial desarrollado en la feria de la calle 100 y Boyeros, fueron detenidas más de 30 personas por revender diferentes productos de primera necesidad. Foto: Página de facebook de Mauro Torres (Tomada de Cubadebate)

Dije frenética subida de precios y aunque tal adjetivo es válido, parece lógico que así sea, pues nada diferente podría esperarse tras una espera de varios años para entrarle con la manga al codo a un asunto que muchos achacaron solo a la inflación y a las fisuras de la economía nacional, pero que a luces vistas, mucho tiene de delictivo y violaciones de leyes.

Es de lamentar que en 100 y Boyeros, por ejemplo, desde febrero de este año, los llamados “factores” del lugar, denunciaran en forma sistemática, aunque infructuosamente, ante las autoridades de fiscalización y control del territorio, los intentos de imponer el ilegal mercado felizmente desmantelado hace pocas semanas.

Hoy son comunes los mencionados operativos en panaderías y otros centros, pero desde cuándo no resuena en los oídos de cualquier cubano la existencia de ese mercado informal, filoso, irrespetuoso. Tiempo perdido, pero no para el crecimiento de las raíces del mal.

En muchos sentidos la fórmula ―erróneamente― se simplificó a topar o no los precios de los productos, cuando el asunto estribaba, y estriba, en que los límites de la oferta y la demanda no cayeran en el delito y el abuso. A eso tenían que tributar cuantas medidas se practicaran en el extenso campo de la comercialización, mucho más en medio de una situación de escasez e inusitado asedio por quienes se oponen, cada vez más descaradamente, al proyecto social y político cubano.

A la par del escandaloso aumento de los precios, crecía también desenfrenadamente, el número de vendedores-revendedores, y disminuían ―lamentablemente― las medidas para contrarrestar un mal que se incubaba y que muy recientemente resultara punto prioritario de reunión del Consejo de Ministros para aprobar directivas generales para enfrentar el delito, la corrupción, las ilegalidades y las indisciplinas en todos los ámbitos.

Los operativos policíacos y demás medidas en ferias o áreas de concentración de los trabajadores por cuenta propia, y en otros muchos lugares, cuentan con el apoyo absoluto de la población. Pero deberán ser sistemáticos, sorpresivos, con permanencia en el tiempo, que tengan “fijador”, pues no son pocos los comentarios que aseguran que en poco tiempo disminuirá la energía para enfrentar algo que pone en jaque la seguridad nacional.

Recuerdo los reportes periodísticos de inicios de la pandemia en que se informaba de otras tantas violaciones en el comercio, fundamentalmente. ¿Qué sucedió finalmente con los violadores?

¿Cómo es posible que a pesar de estar prohibido, en cualquier lugar prolifere la venta de cigarros, ron, tabaco, paquetes de refrescos, jabones, detergentes, etc, etc, etc? Aseguro que son pocas las calles de La Habana donde no se erija desafiante una venta de esos productos.

Con su propiedad personal, Ud hace lo que quiera, pero no puede poner un punto de venta en su casa, porque no está autorizado. Una cosa es que un familiar traiga una maleta con leche en polvo, medicamentos o productos de aseo para que la familia resuelva un problema sin carácter comercial, y otra muy distinta es que ud se ponga a vender tales mercancías, confituras y productos en cualquier lugar. Está prohibido.

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