Otras revelaciones en San Isidro de los Destiladeros

Otras revelaciones en San Isidro de los Destiladeros

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Adentrarse en el Sitio Museo San Isidro de los Destiladeros es pisar las huellas del tiempo; retornar dos siglos y revivir la efervescencia de la producción azucarera cubana del siglo XVIII y XIX. Las ruinas arqueológicas de la añeja fábrica localizada en el Valle de los Ingenios, a unos 14 kilómetros de la ciudad Trinidad, conservan evidencias tangibles del proceso más primitivo de la fabricación de azúcar en el Caribe insular.

 

En el Sitio Museo San Isidro de los Destiladeros se efectúa el Taller Nacional de Arqueología de la Industria Azucarera en su edición XIX. Foto: Oscar Alfonso Sosa

Arqueólogos, historiadores y otros expertos en conservación del Patrimonio, atestiguan que el otrora ingenio es el más completo de los llegados a nuestros días. La casa hacienda y una torre campanario de tres metros de altura sobreviven erguidas. A ras del suelo perduran varios componentes del proceso fabril, entre ellos el tren jamaiquino, sistema de cinco calderas concebido para convertir el jugo de caña en azúcar, considerado como la tecnología más eficiente y avanzada de la producción azucarera de la época.

Los especialistas en la materia continúan hurgando en las ruinas arqueológicas, desentrañando las raíces de la colonización y la esclavitud. Historias aún no contadas de San Isidro emergen por la sapiencia de expertos que concurren al lugar en la edición decimonovena del Taller Nacional de Arqueología de la Industria Azucarera.

Concluir los trabajos arqueológicos en el barracón y continuar enriqueciendo el discurso museográfico del Sitio es el motivo de esta cita, aseguró Leonel Delgado Ceballo, especialista principal del Departamento de arqueología de la Oficina del Conservador de Trinidad.

 

Las primeras jornadas de excavaciones develaron objetos de trabajo relacionados con la carpintería y fragmentos de hormas que se utilizaba en el proceso de clasificación del azúcar. Foto: Oscar Alfonso Sosa

“El levantamiento se concentra en el barracón sur, un área rectangular de 68 metros de largo por 6.9 metros de ancho, divididos en 18 habitaciones. Tras el análisis arquitectónico percibimos que se erigió un doble muro, no presenta comunicaciones internas, tenía una sola puerta y una única ventana”, detalló.

Las primeras jornadas de excavaciones develaron objetos de trabajo fundamentalmente relacionados con la carpintería, como suelas y clavos de sección cuadrada y de hongo utilizados en la decoración de puertas. Además, se hallaron botellas inglesas, canecas y fragmentos de hormas que se utilizaban en el proceso de clasificación del azúcar, precisó el especialista.

“Los hallazgos se someterán a un proceso de restauración y conservación y formarán parte del Sitio Museo, para que el visitante observe los objetos arqueológicos que sirvieron de trabajo o uso personal de los esclavos.

“Con este taller vamos a concluir el estudio de la habitación del negro esclavo. En este sitio se presentan como naves rectangulares y difiere de Manaca Iznaga, donde consisten en bohíos independientes. Eso nos da un patrón para estudiar las diferentes habitaciones esclavas que existieron en Trinidad y podemos asociar todas las estructuras del proceso de fabricación del azúcar interactuando entre sí.

 

Los hallazgos se someterán a un proceso de restauración y conservación se exhibirán en el Sitio Museo. Foto: Oscar Alfonso Sosa

“En próximos talleres trabajaremos la casa de purga, donde se colocaban las hormas con el azúcar durante 50 días para la consolidación del producto. Es una experiencia única desenterrar los objetos y una evidencia mayor ver como lucen, comprender la vida de aquellas personas. Se escava, se descubre, pero hay que buscar otras maneras de proteger las estructuras”, puntualizó Delgado Ceballos.

El Taller Nacional de Arqueología de la Industria Azucarera auspiciado por la Oficina del Conservador de Trinidad, desde hace dos décadas, aúna a arqueólogos y especialistas de otras ramas de varias provincias cubanas para develar los encantos de San Isidro y del desarrollo primigenio de la producción de azúcar en Cuba, rasgo de identidad del Valle de los Ingenios y de la nación.

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