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Que la luchita no nos haga olvidar

Que en una empresa X se empleen 500 mil pesos para reparar una oficinita casi nueva o pintar un pequeño espacio y que, a su vez, esa misma entidad genere pérdidas o sus trabajadores no puedan cobrar estimulación, debería ser algo que alarme a muchos.

 

 

Pero la realidad indica que a veces esto sucede y no pasa nada. Y solo queda en manos de las auditorías detectar las “irregularidades” que, en muchas ocasiones, deambulaban a la vista de todos.

Los dolores de cabezas y las correderas, así como las listas de empresas con dificultades pudieran evitarse si antes todos hicieran lo que les corresponde.

Sí, porque cómo es posible que los trabajadores, esos que producen lo importante y que son mayoría en un lugar, puedan laborar tranquilamente viendo cómo se repara una y otra vez el carro del jefe y la guagua de ellos sigue detenida en el patio; o que en otras ocasiones existan excesos de pagos de utilidades y no crezcan realmente en riqueza.

Las dificultades que presentan algunas entidades no siempre son causadas por falta de materias primas, cambios en las fichas de costo, compensaciones que no llegan, entre otras cuestiones. A veces, también es por mala ejecución de los presupuestos y la presencia de delitos.

Y es en estos últimos donde más se debe incidir para erradicarlos. Y en los cuales, igualmente, debería actuar más el sindicato, quien tiene la opción de participar en los consejos de dirección y luego supervisar lo pactado.

Las empresas ganan en autonomía y posibilidades para hacer lo que mejor les conviene, pero si no protegen los pocos recursos con que cuentan realmente no avanzaremos.

La efectividad de una entidad no solo se mide en que lo que haga lo realice medianamente bien. Eso se logra con mucho más. Por eso los especialistas los convidan a ejecutar un correcto control interno para atajar esos salideros y desvíos que impiden que todo vaya viento en popa.

Los delitos económicos, esos que en ocasiones se esconden tras pagos desmedidos por algo, y los robos laceran la eficacia de un centro de trabajo; pero a quienes afecta a la larga es a los trabajadores. Y estos deben percatarse de ello.

Cuando entran en un almacén y sustraen 80 pares de botas la empresa pierde, pero los que trabajarán sin los medios necesarios serán los obreros.  Por eso en los últimos meses en Camagüey se habla de potenciar la guardia obrera.

Y es que, aunque la cantidad de delitos ha disminuido un poco en esta provincia, los robos con fuerza han aumentado, sobre todo en lugares donde se almacenan productos.

Según lo estipulado, al movimiento obrero le toca pactar el compromiso de los trabajadores para realizar la guardia obrera, pero la realidad muestra que, a veces, el papel aguanta cualquier cosa.

Hay trabajadores que no tienen motivación por cuidar lo que también les pertenece y ahí es donde el sindicato debería incidir más y no dejarle la función solamente a la dirección del centro.

Explicar y mostrar que un clavo que se pierda es algo que afecta al propio trabajador, debe ser una tarea diaria, no de un día a la semana. Hay que evitar los paternalismos con los compañeros y las justificaciones de que la “cosa está mala y hay que luchar”. Esa lucha no nos puede hacer olvidar que el trabajo honrado beneficia a todos.

Somos nosotros, con nuestro trabajo los que generamos riquezas para la empresa, pero también para que el país sea más próspero y para que mí, tú y nuestro bolsillo engorde lo necesario.

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