Fuerza y voz: unidad

Fuerza y voz: unidad

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¿Para qué sirve un sindicato? —todavía algunos se hacen la pregunta, aunque esas organizaciones han demostrado a lo largo de la historia su eficacia en la representación activa de los trabajado­res. ¿Qué distingue a un sindicato en Cuba? —plantean no pocos, partiendo de la relación que una sociedad socia­lista supone entre los trabajadores y las administraciones. ¿Para qué sirve un sindicato de artistas? —se preguntan otros, y quizás piensan que los creado­res no comparten intereses o aspiracio­nes con los trabajadores de otros secto­res del entramado social y económico.

 

Una efectiva labor en favor de sus trabajadores desarrolló el Sindicato de la Cultura en tiempos de pandemia. Foto: Dairon Martínez Tejeda
Una efectiva labor en favor de sus trabajadores desarrolló el Sindicato de la Cultura en tiempos de pandemia. Foto: Dairon Martínez Tejeda

No hay que darle muchas vueltas al asunto. La definición más básica de un sindicato es clara: se trata de una organización de trabajadores, consti­tuida para proteger los derechos y pro­mover los intereses de sus miembros en lo que respecta al salario, los elementos contractuales y las condiciones para el trabajo.

Para eso está el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC), fundado hace 45 años. Es una de sus razones de ser, aunque no la única. Porque la organización se entiende también como espacio de articulación y confluencia de una fuerza laboral inte­grada no solo por los escritores y artis­tas, sino por profesionales de diferentes ámbitos que tributan a la vida cultural de la nación.

El SNTC es expresión de la am­plitud del propio concepto de cultura. Y la aspiración mayor siempre ha sido consolidar la unidad de un movimien­to asumiendo la gran diversidad de sus integrantes.

La labor del sindicato ante el desafío inmenso de la pandemia de COVID-19 es muestra de su impor­tancia. En análisis complejos con las instituciones del sistema de la cultura y sus gestores económicos, se garantizó la protección salarial de todos los traba­jadores, entendiendo la situación de va­rias actividades ante el nuevo escenario.

Obviamente no se trató de un diá­logo de sordos. Estado y Gobierno ha­bían planteado como prioridad esa protección. Pero al sindicato le corres­pondió explicitar las especificaciones, condiciones puntuales y vulnerabilida­des de muchos de sus miembros, para alcanzar la respuesta adecuada a sus necesidades.

Los trabajadores de la cultura res­pondieron al reto. Como se ha dicho muchas veces, no hubo apagón cultu­ral en Cuba, ni siquiera en los momentos más complejos de la pandemia.

Y el sindicato participó de igual modo activamente en la conformación de un programa artístico y literario al­ternativo, si bien algunas de sus realiza­ciones se integraron a las prácticas habi­tuales de la nueva normalidad.

Habría que desterrar esa idea de que el sindicato está solo para organizar cumpleaños colectivos y recoger la coti­zación todos los meses. Las asambleas sindicales tienen que ser el espacio prin­cipal para las discusiones de los proble­mas más acuciantes de los trabajadores.

Si se tienen en cuenta las demandas específicas del sector de la cultura, del trabajo creador, se comprenderá la nece­sidad de una labor sindical que rehúya de esquemas y enfoques reduccionistas.

La creatividad de los cuadros sin­dicales es fundamental. Y la cultura, la clara noción de las jerarquías artísticas y literarias, la sensibilidad ante el acer­vo inmenso de la creación.

La comprensión de las nuevas di­námicas de la economía de la cultura en Cuba es un asunto prioritario. En un panorama que se actualiza en todos los sectores, la cultura muestra poten­cialidades que ahora comienzan a ser estudiadas. El sindicato no debe actuar simplemente desde la reacción. Prever y proponer están entre sus responsabili­dades.

Si los debates en torno a la naturale­za misma de la creación son área funda­mental de la Unión de Escritores y Ar­tistas de Cuba, la Unión de Periodistas de Cuba y la Asociación Hermanos Saíz; el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura tiene que representar la voz y la fuerza de sus miembros en las discusiones sobre el sostén y la garan­tía de esa creación.

Porque sería inocente afirmar que no hay o no habrá conflictos asociados a la aplicación de políticas específicas.

No se trata de promover una con­frontación nociva y muchas veces superficial: la pretensión debe ser la constante búsqueda de consensos a partir de una clara vocación de jus­ticia.

Ese es el papel del SNTC en el entramado de la creación en Cuba. Se integra a la política de la nación, no desde una posición meramente simbólica y ceremonial, sino desde aportes concretos a los procesos cul­turales. En la aspiración permanente del pleno acceso de la ciudadanía a la cultura, el SNTC será siempre un pilar.

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