El símbolo de un poema premiado en el Regino

El símbolo de un poema premiado en el Regino

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En este mes de agosto del 2022, cumplo 60 años de vida activa en la prensa cubana, y lo digo con orgullo. Me inicié con 17 años en el periódico La tarde, entonces dirigido por el inolvidable y querido Ernesto Vera. Yo formaba parte de un equipo de prensa del Comité Provincial de la UJC —cuatro jóvenes que hacíamos de todo: éramos reporteros, redactores, fotógrafos y dibujantes— que se organizó previo acuerdo con aquel periódico vespertino para radicar allí mismo y elaborar diariamente una columna hecha a cuatro manos bajo el título A la ofensiva la juventud. Ese fue el inicio, en agosto de 1962, y lo recuerdo con mucho cariño. La columna no duró mucho tiempo, si la memoria no me falla, y de ahí en adelante siguió una trayectoria ininterrumpida cuyos eslabones más importantes fueron mi pertenencia del equipo del semanario Pionero (1968-1989, los últimos ocho de esos años como director de la publicación) y mi condición actual, desde 1989, de integrante del periódico Trabajadores.

 

 

Mi vocación de siempre, compartida entre periodismo y literatura, tuvo en Trabajadores un momento significativo, al incorporarme, como tarea extra del periódico, al equipo de trabajo del concurso nacional de poesía Regino Pedroso, fundado en 1996 por mi hermano Jorge Rivas, jefe de la redacción cultural de este órgano de prensa. Pero eso fue después de recibir en dos ocasiones el premio en el referido certamen, con poemas en versos libres que después incluí en mi libro Últimas puertas podadas por la nieve, publicado en el 2005 por Ediciones Unión.

El primero de esos poemas es este, El manzano, merecedor en 1998 del lauro principal del concurso Regino Pedroso, compartido con los queridos hermanos poetas Luis Manuel Pérez-Boitel y Yamil Díaz Gómez. Lo traigo aquí, ahora, cuando estoy celebrando, con mucho placer, mis seis décadas de trabajo en la prensa cubana.

 

El manzano

Los surcos y el bisonte llevan todos los brazos

los sudores juntísimos

contiguos.

Pero      ¿y el pecho del guerrero?

¿no lleva acaso un solo cuello?

¿a su brillo sin doble otro cansancio

no le está prohibido?

El héroe es un manzano

que crece solitario en el centro de un hombre.

Puede abrazar sus ramas a las de otro

pero no su raíz

el géiser de sus venas

su pulso fascinante.

Pero      ¿y las flores?

¿y las lágrimas dulces del manzano?

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