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RETRATOS: Isis, una mujer que no se deja derrotar

Nada borra la bondad que irradia el rostro de Isis Dayamí Nieto Cartaya. Le gusta ayudar a las personas y se ofrece gustosa cuando es necesario tender la mano. Al salir de su trabajo como secretaria de la dirección de Ciencias en el Centro de Investigaciones en Plantas Proteicas y Productos Bionaturales, trata de llegar lo más rápido posible a su casa, en el municipio de La Lisa. Ahí la esperan su papá, Manuel, de 80 años, y la más pequeña de sus hijas, Daniela, de 20, quien, debido a trastornos durante el parto, padece de parálisis cerebral infantil.

Foto: Agustín Borrego Torres

 

Tiempo atrás, Isis contaba con el apoyo de su mamá, Eneida, quien hace tres meses falleció. Era su mano derecha y también parte de su corazón. Ahora, sigue adelante, con el dolor latiendo, pero empinándose para superar todos los obstáculos. No es una mujer que se deje derrotar.

La niñez, un tiempo lindo

Aunque tiene un nombre compuesto, casi todos la conocen por Isis, el nombre escogido por su papá, y que representa a la diosa egipcia de la maternidad y el nacimiento.  Ella recuerda la niñez como una época hermosa, rodeada del amor de sus padres y amigos del barrio.

Dice que le gustaba mucho la escuela. “Estudié la enseñanza primaria en la escuela Arístides Viera, que estaba al fondo de mi casa. ¡Ahí tuve tremendos profesores! Me acuerdo de la maestra de preescolar, se llamaba Alicia Villar, fue educadora de varias generaciones. Era la primera vez que me separaba de mis padres, y lloré mucho. Pero siempre estaba ella, dando consuelo.

“Después de preescolar, seguí teniendo contacto con ella, pues fue la que formó la banda rítmica del centro, la cual integré como batutera. Participamos en muchas actividades y hasta recibimientos a varios presidentes, por ejemplo, Erich Honecker, de la entonces República Democrática de Alemania, y Omar Torrijos, presidente de Panamá.

“Otra de esos que nos marcaron por su pedagogía fue Deisy Herrera, quien me dio clases de primero a cuarto grados. Era recién graduada, pero nadie se daba cuenta. ¡Qué manera de enseñar la Matemática y el Español! También me acuerdo de Jorge Martínez, profesor del departamento de Ciencias, él nos preparaba para los concursos. Estuve en el equipo que participó en uno que se hizo sobre la vida y obra de José Martí. Nuestra escuela cogió el primer lugar a nivel nacional. Después, al pasar las décadas, cuando él veía a mis hijas, le preguntaba si eran tan buenas estudiantes como su mamá”, señala.

Como uno de los momentos más emocionantes, Isis refiere la ocasión en que salió Vanguardia a nivel de municipio. “Estaba en sexto grado y uno de los estímulos fue participar en la tribuna por el acto central que se realizó en la Plaza de la Revolución, en ocasión del natalicio de José Martí. Desde muy cerca podía ver al Comandante en Jefe Fidel Castro. Yo sabía que estaba respirando su propio aire. Al finalizar la actividad, él se tiró una foto con todo el grupo. Ese día no pude ni comer, estaba muy nerviosa”, añade.

Igualmente, en la secundaria básica Antonio Maceo, ubicada en el barrio El palenque, en el municipio habanero de La Lisa, los estudios fueron intensos y prevaleció la calidad de sus profesores.

“El preuniversitario lo hice becada en el IPUEC Ciro Berrios, en Güira de Melena. Me dio trabajo adaptarme, le hice rechazo porque era la primera vez que me separaba por tanto tiempo de mi familia. Después me adapté tanto que no quería irme de allí”, acota.

Para Isis fue muy significativo el ingreso a la Unión de Jóvenes Comunistas. “En décimo grado ya yo era aspirante, tenías que ser ejemplar en todos los sentidos. Al entrar en onceno grado recibí el carné de militante”, alega. Cuenta que al finalizar esa etapa optó por la Licenciatura en Química. “Ingresé en la Universidad de La Habana. Lamentablemente, en segundo año dejé los estudios. No quise seguir.”

Las reglas claras

Para la familia, el abandono de la carrera por parte de la amada hija fue difícil.  “Mi papá y mi mamá me sentaron y expusieron: ‘estudias o trabajas’. Así que enseguida me puse en función de buscar algo a qué dedicarme”.

Transcurría el año 1990, se iniciaba el llamado Período Especial y no era fácil conseguir empleo. “Una amiga me sugirió la Editorial Pablo de la Torriente Brau, donde necesitaban a una auxiliar de limpieza. Sin ningún complejo fui para allí”.

“En ese puesto estuve hasta 1992. Cuando nos mudamos para la actual sede de la editorial, en calle 11, entre L y K, se requería una recepcionista y me lo propusieron. También hacía el servicio de protocolo. Mucho tuvo que ver en eso quien fuera directora del centro durante muchos años, la desaparecida Irma Armas. Inteligente, de excelentes relaciones humanas, que insistía en mi superación. Después se empezó a crear una biblioteca, se recibían donativos de libros de historietas y yo llevaba también los préstamos que se hacían desde ahí.

“Irma quería que yo supiera de todo lo que se hacía en la editorial. En mis tiempos libres, aprendí con Liliana Soto a corregir las galeras. Estar ahí me permitió conocer a personalidades extraordinarias y sencillas como Francisco Blanco (Blanquito), el padre de ¡Ay, vecino!, al pintor y caricaturista Cecilio Avilés, a Mirta Muñiz, Ernesto Vera y Guillermo Cabrera.

“Ya en 1994, pasé al trabajo en la esfera político-ideológica en la dirección de la UJC, en el municipio Plaza de la Revolución, y estaba vinculada desde mis funciones como instructora con los diferentes medios de prensa”, dice.

Diversos momentos quedaron en su memoria. “Me acuerdo que en enero de 1995 hicimos un recorrido en bicicletas por los diferentes sitios de la capital vinculados con nuestro Héroe Nacional. Posteriormente, en ese año, luego de haber pasado la Escuela Provincial del Partido, Olo Pantoja, comencé a atender los hoteles ubicados en el territorio de Plaza de la Revolución”.

Fue la época también en que subió en tres ocasiones al Pico Turquino, el punto de mayor altitud de Cuba. La primera fue en 1995, luego de la graduación del curso que hice en la Olo Pantoja; resultó una experiencia inolvidable; la repetí en 1996 y posteriormente, en 1997, en ocasión de celebrarse en La Habana el XIV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Esa última vez, estuvieron presentes los cuadros de la UJC en Plaza de la Revolución. Recuerdo que el político era Joel Queipo Ruiz”.

Fue esta una época de reencuentro con lugares paradigmáticos vinculados con la historia patria. “Tuve la posibilidad de visitar en la Isla de la Juventud el Museo Finca El Abra, la finca donde Martí pasó 65 días en esta estancia, recuperándose después de haber estado en presidio. Además, fuimos al conjunto monumental antiguo Presidio Modelo, donde estuvieron confinados los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes”, recalca.

Posteriormente, Isis pasó a laborar como funcionaria del departamento de Control en la sede de la UJC en la capital. Ya para ese entonces, su hija mayor, Gabriela, había nacido. “Actualmente estudia en el Instituto Superior del Minint. Estamos muy orgullosos de ella.

“El 26 de Julio de 2001 nació Daniela, que dentro de poco cumple sus 21 años. Ella nació con 10 libras, una niña hermosa. Después del parto, dejé de trabajar durante un tiempo, pero gracias al apoyo de mis padres pude encauzarme de nuevo y comencé a laborar como secretaria en la sección política, en el hospital Militar Carlos J. Finlay”, plantea.

Ella vuelve de nuevo a Daniela. “Ha recibido toda la atención requerida, y terminó noveno grado en las mismas escuelas por las que yo transité. Incluso, estuvo trabajando como auxiliar en la biblioteca de la escuela primaria Arístides Viera, pero lo tuvo que dejar luego de la Covid-19.

“Tengo esperanza de que pueda reincorporarse en esas funciones porque a ella le gustó mucho. No obstante, ahora ayuda a ocho núcleos del barrio que son vulnerables, y les hace servicio de mensajería. Ella es muy sociable, hay quienes le dicen la alcaldesa, porque conoce a todo el mundo, habla con ellos. También le gusta mucho bailar; mi difunta mamá le decía que el cuerpo de baile de Tropicana se había perdido un talento”.

En el 2012, la vida de Isis se encaminó por otros rumbos, y durante varios años trabajó como cuentapropista: fue cocinera en una paladar. “Aprendí de quien fuera mi compañero en aquel entonces, él era chef en la Sociedad Asturiana; luego de eso estuve laborando en el hostal creado por una amiga.

Con la Covid-19 el negocio declinó. “Cambió la dinámica del país, y había que seguir trabajando. A través de una amistad conoció de la posibilidad de una plaza como secretaria en la dirección de Ciencias en el Centro de Investigaciones en Plantas Proteicas y productos Bionaturales. “Hace un año llegué aquí, y estoy feliz. Me ha proporcionado conocimientos sobre importantes aspectos de la ciencia y la innovación; así como conocer a científicos de renombre del país que solo veía reflejados en artículos de la prensa, como la reconocida científica Concepción Campa Huego y mi jefe, el Doctor en Ciencias Justo González Olmedo.

Isis reconoce que su vida ha sido intensa y agradece la posibilidad de estar hoy cercana a una institución desde donde se generan proyectos de futuro, que tienen por cualquier lugar la impronta del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

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