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RETRATOS: Legado de familia

La culinaria llegó a Rebeca Rodríguez Silveira como un legado de familia. “Es una cuestión de linaje”, dijo sonriendo y agregó que su difunto padre, Julián, estuvo vinculado a esta faena durante años y también su madre, Aleida, fue cocinera profesional en varias unidades militares, y en un hospital.

Foto: Agustín Borrego Torres

Sin embargo, el camino para llegar a su verdadera vocación fue largo. Según contó, aspiraba a convertirse en deportista y por sus resultados fue seleccionada para estudiar en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético (Espa) Manuel Permuy, en el municipio de La lisa. “Practicaba baloncesto y fui alumna de reconocidos profesores, entre éstos, Julio Cartaya, ya fallecido. También tuve el privilegio de conocer a destacadas deportistas del país, como María Caridad Colón, Miguelina Cobían, así como los peloteros Lázaro Vargas y Javier Méndez”.

Acotó que los días 20 de cada mes interactuaban con estudiantes de otras disciplinas deportivas. “En esa oportunidad, intentábamos descubrir si teníamos habilidades en otras áreas, a lo mejor lo ideal no era baloncesto y optabas por esgrima”, añadió. Sin embargo, un accidente frenó sus ansias de competir en un evento internacional. “En 1984 tuve un accidente que me afectó la mano derecha y luego de tres años tuve que abandonar el centro.

Foto: Agustín Borrego Torres

“Estudié técnico de nivel medio en Metrología, Normalización y Control de la Calidad en el Instituto Tecnológico René Ramos Latour, y al graduarme, en 1995, comencé a laborar en el Bachiplan de prefabricados múltiples, en el municipio capitalino del Cotorro. Ahí había un laboratorio donde se comprobaba la calidad del cemento y clasificar las columnas. Precisamente, en el año 1987, cogieron auge las microbrigadas y los compañeros de la sección sindical me pidieron que apoyara esa tarea. Y así empecé aprendí a pintar, a hacer mezcla, poner azulejos…Eran ocho hombres y solo dos mujeres. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz le prestó mucha importancia a ese movimiento, dirigido a mejorar las condiciones de vida de la población. Construimos círculos infantiles, panaderías, círculos infantiles, panaderías. Después, con la llegada del período especial, fuimos a construir los campamentos agrícolas. El primero fue La Bilirrubina.

“Tanto impulso cogí que, en 1992, salí vanguardia nacional. Lo recuerdo, porque ahí conocí a Fidel. Me regaló una flor y me preguntó qué edad yo tenía. Le respondí que 25. Él exclamó: ‘tan jovencita y estás ya aquí’”.

El tres de diciembre de ese propio año, un suceso importante marcó su vida. “Me otorgaron la vivienda en el Cotorro. Fue una experiencia única. En una reunión en el Bachiplan me entregaron la llave y salí en bicicleta para ver el apartamento. Ya yo estaba casada y mi familia me estaba esperando. No teníamos muebles, pero estaba feliz”.

 

Otra oportunidad

A finales de 1993, Rebeca decidió dar un cambio a su vida. “Se ofreció la oportunidad de trabajar como camarera en las playas del Este, específicamente en Villa Luz Marina, y ahí me fui. Había muy buen personal. Me acuerdo de la jefa de ama de llaves, Manuela Hurtado, quien ya no está entre nosotros, pero nos enseñó con mucho amor a hacer bien el trabajo”. Fue en 1994 que la cocina le abrió las puertas. “Hizo falta que fuera como jefa de comedor en el antiguo villa Las Brisas. También empecé mis estudios de cocina en la Escuela de Hotelería y Turismo de Playas del Este, de donde me gradué en 1998”.

Así se fue adentrando en ese mundo y ya en el 2000 laboraba en el restaurante El Monseñor. “Para mí era un orgullo, había compañeros que habían conocido a Ignacio Villa, Bola de Nieve”. A partir de entonces, ella se vinculó con la Asociación Culinaria y empezó a participar en diferentes eventos.  Entre esos recuerda el celebrado en el 2007 en el Hotel Colina. “Era una competencia provincial. A mi plato le puse Pollo con aroma de mujer, porque estaba hecho con café y mantequilla, el pollo cortado en juliana gruesa y tomate natural. Ahí obtuve el segundo lugar. Ahora estoy escribiendo un libro que toma el nombre de la receta”.

Manifestó que en el 2008 pasó a ser integrante del equipo de mujeres chef, formado por el profesor Gilberto Smith, uno de los más renombrados chefs de Cuba. “Ya en ese año yo tenía la Medalla al Mérito Culinario y me dan la condición de federativo. Por todo esto, agradezco a todos los que me han apoyado”.

Cumplió tareas como directiva al frente de importantes instituciones, hasta que, en el 2015, resultó electa vicepresidenta de la Asociación Culinaria de La Habana, responsabilidad que actualmente desempeña.

Ahora habla con pasión del camino recorrido. Junto a sus compañeros, se entrega con el alma a la asociación en aras de continuar elevando el nivel científico-técnico, profesional y ético de sus integrantes, así como continuar formando a las nuevas generaciones para que la memoria gastronómica perdure por siempre con la cubanía que la caracteriza.

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