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Con Filo: Juventud para hacer

Para quienes ya peinamos canas resulta complicado ponernos en el lugar de los jóvenes actuales. Podemos intuir, no obstante, que no la tienen fácil, a pesar de todo lo que la sociedad cubana les reconoce y prioriza.

 

Sin dudas, la juventud de hoy debe hacer su propio camino entre problemas económicos y sociales que no fueron los nuestros cuando teníamos esa edad. Enfrentamos otros, por supuesto, y tratamos —como ahora— de darles la mejor solución posible, aunque no siempre tampoco lo lográramos.

Y de eso va el asunto quizás. Cada generación asume sus propios retos, y también algunos muy similares a los de sus predecesores, pero desde su óptica, valores, aprendizajes y convicciones.

Por eso casi nunca está bien juzgar a la juventud desde la poltrona de la experiencia o desde los conocimientos y formas de actuar que les precedieron.

Lo que sucedió en estos dos últimos años de enfrentamiento a la Covid-19 es un buen ejemplo. Esos mismos jóvenes que a veces miramos con azoro y suspicacia por sus gustos y preferencias, se fueron a los centros de aislamiento a cuidar pacientes, hicieron ciencia junto a sus mayores, asumieron la producción y los servicios para que trabajadores vulnerables se quedaran en casa, entre otras muchas heroicidades cotidianas y anónimas.

Por supuesto que también está el joven que no muestra ese altruismo o solidaridad, o cuya disciplina no es la que socialmente quisiéramos, y hasta quienes pierden su rumbo por los sinuosos caminos de aparentes salidas fáciles o egoístas. Y eso duele.

Involucrar a la juventud cada día más en la construcción de nuestro proyecto social es tal vez el mejor antídoto para evitar sus errores y desencantos.

Y que conste, es posible que los jóvenes de esta época tengan ante sí, como quizás no sucedía desde la fundacional década del 60 del siglo pasado, mayores responsabilidades y participación en todos los ámbitos de decisión del país de lo que tuvimos en otros momentos.

Desde cargos de dirección en todos los organismos y estructuras de gobierno, hasta su empuje creativo en novedosas actividades económicas, estatales o privadas, la juventud asume ya su desempeño como parte de la continuidad histórica del proceso revolucionario.

En el presente, también es cierto, alguien joven tiene que lidiar con los sueños pospuestos de sus padres, e intentar desentrañar el misterio de la resistencia de sus abuelos, quienes consagraron sus vidas a un proyecto social que continúa en su búsqueda de mayor equidad y justicia, en medio de dificultades sin precedentes que entorpecen llegar a esa misma meta.

Igualmente reciben el beneficio de numerosos resultados que son frutos de ese recorrido transformador, y que pueden allanarles su avance, si como jóvenes inteligentes y generosos tienen la sagacidad y la osadía para reconocer que no todo lo que tenemos es malo, y mucho es, incluso, muy bueno.

Hay que facilitarles esa búsqueda de sus propias fórmulas para que puedan resolver los desafíos inmensos de este, su tiempo. Lo harán mejor en la medida que sean más conscientes del papel que deben desempeñar, y eso lo comprenderán mejor, nadie lo dude, mientras más hagan.

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