La crítica, con apego a los valores

La crítica, con apego a los valores

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A sus 81 años Roberto Pérez Betancourt escri­be, cuestiona, sube un post a Facebook, diseña y redacta el boletín de una empre­sa, es editor web y mantiene vivo el blog Debate Abierto, el prime­ro de un profesional de los medios surgido en Matanzas.

“Dondequiera que trabaje un periodista debe sentirse el corresponsal del mundo”, Roberto Pérez Betancourt. Foto: Noryis
“Dondequiera que trabaje un periodista debe sentirse el corresponsal del mundo”, Roberto Pérez Betancourt. Foto: Noryis

Así, en plena forma, acaba de recibir el Premio Nacional de Pe­riodismo José Martí por la Obra de la vida. Desde entonces, el teléfono de su casa no cesa de sonar, como tampoco la avalancha de solicitu­des de entrevistas. El autor de Di­námica de la noticia. Es su turno, y gentil, nos abre la puerta de su casa, en el reparto Playa.

En la pequeña sala buscamos aproximarnos a él. A la pregunta de si necesita ponerse el nasobuco, le respondemos que no, y ensegui­da nos damos cuenta del gazapo. Nos ubicamos a la distancia justa.

Roberto conoce muy bien el va­lor de cuidarse. “He asumido una actitud ante la vida consecuente con las limitaciones físicas. Por eso me jubilé a los 60 años. Quizás al­gunos no lo entendieron, pero ya no estaba en condiciones de seguir con el reporterismo diario en la Agen­cia de Información Nacional (AIN). Fue la forma que encontré para tra­tar de seguir vivo, y lo estoy”.

Luego, algunos medios le pro­pusieron “colaborar establemente en condiciones aceptables”. El gus­to por su oficio y la necesidad, ga­naron. Él accedió, sin imaginar que haría tanto después de jubilarse. “Gracias a las posibilidades de la computación y el acceso a Internet atendí sectores como comentarista y articulista para la AIN central, Radio Progreso, Radio 26, edité la página de Ciencia y Tecnología del semanario Girón, entre otras labo­res que aún realizo”.

Como hábil profesional, bo­rró de la cuartilla de su existen­cia malos vicios. Lleva 50 años sin fumar, renunció a las bebidas alcohólicas y se ejercita caminan­do. “Miren mis piernas, qué duras están”, enseña, y no es alarde. De pronto, se lleva la mano a la barri­ga, y se toca… Le falta parte de los intestinos. Esa fue la causa de su penúltima gravedad, hace dos años y pico. Por suerte, siempre venció a las enfermedades. Si en un lugar se siente enteramente fe­liz es trabajando.

Él ha trabajado siempre. Co­menzó en La Habana. La necesi­dad lo obligó a vender empana­das en Mantilla, su barrio natal, y por la playa de Santa Fe. Te­nía solo siete años. Desde enton­ces aprendió a disfrutar lo que hace, a entregarse. A ese goce laCOVID-19 casi le pone punto final en el 2021. Él y su esposa la pa­saron muy mal, “sobre todo ella”, dice con pesar y busca a Edelma con el rabillo del ojo.

Su compañera por seis décadas trae una bandeja con café. Él toma un respiro, pero no bebe junto con nosotras. Se mece en el sillón, da unas palmaditas, nos mira y con­fiesa: “Pensé que el coronavirus terminaría con mi vida laboral”.

Diseñador gráfico, empresario y periodista

Roberto nació como periodista en la imprenta del Excélsior y El País. Comenzó a tomarle el pulso a la profesión allí donde la palabra cobra vida. “Primero fui formatis­ta, aprendí el diseño gráfico…”.

Aún le emociona su tiempo en el periódico Hoy. “Fidel pasaba muchas noches a ver la publicación de la mañana siguiente. Se ponía a mi lado. No podía entender las le­tras puestas al revés, y yo le leía lo que me pidiera. Años después, en otras circunstancias, el Coman­dante en Jefe se recordaría de mí”.

Si algo conserva de los pri­meros años luego del triunfo de la Revolución es haber “parado” en plomo importantes leyes pro­mulgadas, y la responsabilidad de encargarse de primeras páginas, de proponer título sobre el primer viaje al cosmos, y de su vínculo con Blas Roca, Carlos Rafael Ro­dríguez y Raúl Valdés Vivó”, di­rectivos de Hoy.

Ya para entonces, sabía que le gustaba el periodismo, sin embargo no fue como trabajador de los medios su vínculo inicial con Matanzas.

“Después de graduarme en el primer curso de Administradores de Empresas del Ministerio de In­dustrias, organizado por el Che, pasé a dirigir la fábrica de Jarcias, en el matancero barrio de Pueblo Nuevo”.

Era 1962 y tenía apenas 21 años. Recién llegado, la joven Edelma se cruzó en el camino, le robó el cora­zón y, luego de asumir otras tareas administrativas en estos predios y en La Habana, por petición del Par­tido, regresó a su oficio de diseña­dor gráfico, esta vez para “endere­zar” en 1966 la imprenta donde se imprimía el periódico Girón.

A los seis meses de estar labo­rando le pidieron ponerse al frente de la Redacción. “Estando ahí co­mencé la carrera de Licenciatura en Periodismo, por el llamado Cur­so Dirigido, de sábado en sábado…”.Para 1972 ya cautivaba a muchos con su prosa. Una colega, Aurora López, recuerda la emoción que sintió cuando recién ubicada allí, leyó Los niños de Girón hablan de Girón, crónica sobre los sucesos de abril de 1961. “Lloré mucho”, así le nació la admiración. “Aparte de su magisterio y dominio de la tipogra­fía era el reportero capaz de juzgar, opinar y escribir con alto vuelo lite­rario. Es de los más integrales que he conocido, y los que me conocen saben que no regalo elogios”.

Por contradicciones que no vie­nen al caso, se fue de Girón y pasó a la AIN (hoy Agencia Cubana de Noticias), donde estuvo más de 20 años. Varias veces en Nicaragua, como asesor y periodista del dia­rio Barricada. Corresponsal de guerra en Angola y Etiopía, escri­bió más de 50 crónicas a bordo del barco Presidente Allende, las que nunca vieron la luz en forma de li­bro, a pesar del encargo de narrar la vida de aquellos marineros.

Por suerte, agradece, Trabaja­dores publicó las crónicas, y tam­bién colocó otros materiales suyos en sus páginas. Roberto ha sido, en este aspecto, muy recompensado. Muchos medios se han prestigiado con su savia, y aún lo hacen, por­que él no cesa de escribir.

En su vida, como sucede con cualquier periodista, también hay frustraciones. Nunca olvidará Di­nero en el basurero, un reportaje censurado, por denunciar el con­tubernio de botar allí recursos en buen estado y luego venderlos. Ese no fue el único ejemplo.

Estereotipado como agudo, irreverente, contestatario, incómo­do y hasta autosuficiente, si algo lo distingue es reconocerse como un hombre consecuente con su forma de pensar. “Lo he sido como em­presario y periodista. Y eso me ha costado no pocos problemas. Eso sí, no hago concesiones, ni por di­nero, ni por posiciones. Soy fiel a mis principios”.

En Matanzas se le quiere y res­peta, y se celebra su Premio José Martí, un lauro también gana­do por su hermano Rolando, con quien mantiene una relación de padre a hijo, a pesar de ser solo cinco años y medio mayor que el cronista de Granma.

Muchos lo comparan con el otro Pérez Betancourt, y él no se pone bravo, todo lo contrario. Su herma­no posee la virtud de captar la esen­cia humana y contarla bellamente. “Tiene gran talento nato”. Rolando lo considera como un todoterreno, que lo mismo en la mañana redac­ta sobre el conflicto Rusia-Ucrania, que en la tarde comenta de pelota. “Las necesidades económicas y la inflación también nos afectan a no­sotros. El aumento salarial no cubrió nuestras expectativas. Eso obliga a ejercer en varios lugares, en vez de consagrarnos a lo que más nos gusta. Yo mismo quisiera dedicarle tiempo a la literatura (posee lauros con va­rios cuentos), narrar mis experien­cias como periodista y empresario.

“¿Que si ha valido la pena ejer­cer el periodismo? Totalmente sí. Para mí lo es todo”, confiesa con los ojos puestos en el reloj. Falta poco para iniciar su turno de editor de la web de TV Yumurí, del telecentro matancero, donde relevará a Auro­ra, de nuevo su compañera en esta rutina. “Pese a años y enfermeda­des, él continúa realista y soñador”.

Hay personas a las que la mente no les funciona para hacer ciertas cosas. A él sí. “Si la mía no está al ciento por ciento, posee al menos un índice aceptable de funcionamien­to”, sonríe. “La memoria aún me permite ganarme la vida”, y opinar: “La crítica debe ejercerse con apego a los valores que defendemos”.

A punto de cumplir 82 años, Ro­berto siente un especial respeto por el trabajo, por el cierre informativo y tiene la virtud de haberse adap­tado a la era digital, actualizarse constantemente y sentirse joven. En un tuit etiquetó a la parca: “Si quiere que venga, pero debe contar con mi disposición de irme”, jara­nea. “Siempre que tenga esta bella familia, amigos, y por qué vivir, no pienso marcharme. Sé que el mo­mento llegará, pero tendrá que ser de mutuo acuerdo”.

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