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A precios de infarto

Los memes difundidos en la red social Facebook no perdonaron los altos precios a que hoy se comercializa el queso, y ante la imagen de un ratón infartado sobre un mostrador a causa del encarecido producto, solo puedes preguntarte si fue importado de la mismísima Quesolandia.

 

Foto: Luis Carlos Palacios Leyva

El año pasado, por ejemplo, un queso Mozarela costaba en el mercado mayorista 168 pesos y Comercio lo vendía a 210, pero a partir del incremento del precio de acopio de la leche de 7.50 a 20 pesos, la industria elevó su precio a 399 pesos y Comercio a 500, y así ascendieron sucesivamente los diferentes renglones lácteos.

Interrogada sobre el asunto junto a un grupo de pobladores del bayamés reparto Camilo Cienfuegos, Norma Fernández Alfonso, expresó:

“Primero el queso Fundido estaba a 15 pesos el kilogramo, después a 30, ya uno lo veía un poquito caro pero tenía mejor calidad; después a 140 y actualmente a 300.  Me parece que se les fue bastante la mano y que se debe revisar, porque dicen subir hasta y lo suben hasta; no hay término medio.

“No hay que ser analista para saber que son precios exorbitantes y que un trabajador que viva de su salario, no puede darse el lujo de adquirir ese producto.

“Si los precios siguen subiendo, ¿a dónde vamos a parar?, porque no es solo el queso, es todo, la ropa, el calzado…”

“Con el precio anterior este queso ya no estuviera aquí, hubiera “volado” en dos horas, dice Julio César Rodríguez Tamayo, dependiente del mercado ideal La Granada, en Bayamo.

“La demora era cortar y pesar, y eso racionándolo a dos kilogramos por persona. Hoy compran media libra, una; otros el kilogramo. Se vende, pero más lento, por eso hay permanencia del producto”, afirma.

Vicente Díaz Sosa, segundo administrador del mercado ideal Jesús Menéndez, manifiesta que la subida del precio no les ha afectado: “El queso se vende. En esta semana he buscado 300 kilogramos y todo ha salido. Demora unos cuatro días, pero sale; lo que sí existe el criterio entre la población de que está elevado el importe”.

Hasta el mercado ideal La Cabalgata, se llegó Eva Hilda Rodríguez Palomino a sopesar las ofertas. Al ver el queso, le pregunto si tiene intención de comprar: “Yo soy jubilada con una pensión de mil 528 pesos, no puedo darme ese lujo. El precio está caliente, no todos podemos llegarle. A mí entre comida y medicinas se me va todo”.

Con pensión similar a la de Eva Hilda, confirma el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social en Granma, figuran alrededor de 10 mil pensionados; y con pensión inferior a esta, o sea, en el orden de los mil 070 pesos, casi 16 mil granmenses que antes podían adquirir esta oferta a un valor más asequible.

La Demajagua da en alguna medida respuestas a Nuris Hidalgo González, residente en Bueycito, quien mientras consumía en Las Torres cuatro bolas de helado bañadas en su propio caldo, se hacía, como económica al fin, varias preguntas.

“¿Quién le pone el precio a esto? Oiga, habría que ver la ficha de costo, la cantidad que cuesta producirlo, la cantidad de personas topetándose; a lo mejor hay que quitar gente de por medio, ser más eficientes, porque de las materias primas sí no se puede prescindir, pero algo pasa con este costo”.

La industria tiene la palabra

El pago a 20 pesos por litro de leche acopiada al campesino y otros dividendos por el acarreo, el enfriamiento para garantizar la conservación y la calidad de la misma, sin que medie subsidio por parte del Estado, disparó los precios de los lácteos a lo largo y ancho del país, en Granma con una incidencia en el 85 por ciento de sus producciones.

Yoandris Espinosa Infante, director contable financiero en la Empresa de Productos Lácteos Granlac, de Granma, explica que la formación de precios se hace teniendo en cuenta los gastos en que se incurren durante el proceso productivo de los diferentes renglones y los costos de las materias primas, muchas de las cuales incrementaron significativamente su valor en el mercado internacional (la tonelada de azúcar refino subió de siete mil 817 dólares a diez mil 440) y,  sin embargo, en esa misma proporción no han estado los precios.

“Para producir un kilogramo de queso empleamos de 10 a 13 litros de leche. Usted multiplica eso por 20 pesos y lo menos que debe costar un kilogramo es de 200 a 260 pesos”, expone Olga María Aguilera Aguilera, Jefa del grupo de planificación, precio y estadística de esta dirección contable financiera.

Pero hacer un queso no es cosa de coser y cantar, como decimos en el argot popular. Implica alrededor de una veintena de operarios que indistintamente trabajan en su recepción, fabricación, maduración, empaque y despacho; requiere además consumo de combustible, electricidad y agua, que deben incluirse en esa ficha de costo.

 

Foto: Luis Carlos Palacios

 

“Por normativas de Finanzas y precios tenemos establecido que solamente podemos tener hasta un ocho por ciento de margen de utilidad del total del costo, no podemos darnos el lujo de bajar esa normativa, porque muchos de nuestros productos, incluso los que van dirigidos a la canasta básica, fueron centralizados por el Ministerio de Finanzas y Precios, y el precio es muy inferior al costo, lo cual ocasiona pérdidas a la empresa que ya arrastra 80 millones de pesos”, explica Aguilera Aguilera.

Mercedes Pérez Díaz, especialista principal de Formación de precios en Granma, da fe de que los precios de la industria láctea fueron establecidos previo análisis con la Dirección provincial de Finanzas y Precios, tras revisar su ficha de costo y según las pautas legales, teniendo en cuenta que el precio mayorista no sobrepase el minorista, y descontando los márgenes comerciales e impuestos sobre las ventas.

Graciela María Carrazana Urquiza, directora económica del Grupo Empresarial de Comercio enfatiza que los precios minoristas son una continuidad de los mayoristas.

“A partir del precio para la venta yo establezco el precio minorista, aplicando un 20 por ciento a ese precio de venta, del cual un 10 por ciento va para al presupuesto del Estado y el otro diez es el margen de utilidad para sufragar gastos de transportación, salario de los trabajadores, electricidad.

“No tengo cómo modificar precios. Si la industria vende a un precio yo tengo que cumplir con mi margen comercial”, acuña Carrazana Urquiza.

 

Como una bola de nieve se inflan, a raíz del precio del queso, las prestaciones gastronómicas en las que no siempre convergen coherentemente gramaje, oferta, precio y calidad. (Pedido en 15 pesos en la Casa del queso, de Bayamo) Foto: Luis Carlos Palacios Leyva

Pérez Díaz aclara que si bien la Resolución 311 establece como mínimo un diez por ciento de margen de utilidad para estas empresas, en el caso del lácteo ha aplicado un 8.2, el mínimo.

Valoraciones

Por un lado, se le ajusta el cinturón a la empresa; por el otro, Comercio disfruta de un margen de ganancias superior a quienes producen; y en el medio de esa encrucijada de intereses, el pueblo enfrenta tal avalancha de números.

La descentralización de los precios abre facultades a cada empresa para fijar el suyo, algunas con el conocimiento para crear una ficha de costo; otras lo hacen a ojo de buen cubero, y las malas cuentas las paga la gente en el sector estatal y el privado, con precios arbitrarios. Por tanto, se impone una capacitación en aras de aprovechar las facultades dadas hoy a los gobiernos municipales y al sector empresarial con más autonomía, y buscar una mayor orientación de los órganos globales de la economía.

Muchas son las aristas asociadas a la problemática de los precios en la industria láctea. ¿Qué más podría hacer la diferencia? Poner más cuidado en la atención a la masa reproductora; un trabajo más cohesionado por parte de todos los actores que deben incidir para que se cumpla lo establecido en materia de contratos y entrega a la industria; instaurar precios deslizantes y no fijos para estimular la producción de leche, quizá acortar la cadena de operarios implicados en la manufactura, destinar las materias primas a elaborar la variedad más factible económicamente para el pueblo.

Finaliza el primer mes del nuevo año y volvemos a hablar de cerrar filas a los elevadísimos precios que hoy transversalizan toda la sociedad.  (Tomado de La Demajagua)

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