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Lecciones del 11-S: El camino es la Paz

El 11 de septiembre constituye una marca feroz en el rostro de los pueblos: Chile no olvida el magnicidio del presidente chileno Salvador Allende; y Cuba está aun de luto por el crimen del diplomático Félix García, en las inmediaciones de la ONU.

 

 

Para Estados Unidos, el 11 de septiembre (11-S) también fue un día fatídico. El ataque terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva York y las instalaciones del Pentágono estremecieron a ese país y al mundo.

Hoy, hace 48 años de la muerte de Allende. El gobierno que en mil días había revolucionado de una manera pacífica al país, que transformaba las bases socio políticas de lo que debía ser una sociedad justa, que era querido por el pueblo trabajador, dejó de existir por el Golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet.

 

 

Aupada por la Casa Blanca, inició en Chile una cruenta dictadura militar que duró 17 años y  enlutó a miles de familias.

«El presidente Allende muere en su sitio. Los militares matan de a miles por todo Chile (…) Ocupa el poder, todo el poder, una Junta Militar de cuatro miembros, formados en la Escuela de las Américas en Panamá. Los encabeza el general Augusto Pinochet”.  Así describía el escritor Eduardo Galeano lo que sucedía aquel 11 de septiembre de 1973.

Casi todo el mundo recuerda exactamente dónde estaba un día como hoy hace 20 años. Porque también el 11 de septiembre, pero de 2001, un avión se estrelló a las 8:46 de la mañana contra la torre norte del World Trade Center de Nueva York; minutos después un segundo avión impactó contra la torre sur.

Las torres colapsando, gente corriendo entre el polvo blanco; en la noche, la ciudad se llena de velas y carteles en homenaje a los desaparecidos en el atentado terrorista.

Estas son imágenes que han quedado grabadas en el inconsciente colectivo de millones de personas en el mundo.
Estados Unidos, el país que había apoyado el golpe de estado en Chile, el 11 de septiembre de 1973, era ahora víctima de un acto terrorista.

Fidel, en un discurso el 1ro de mayo del 2005 expresaba: “Después del 11 de septiembre de 2001 y del acto atroz cometido en las Torres Gemelas, planificado y ejecutado por jefes fanáticos financieramente vinculados a la dinastía que hoy reina en la Casa Blanca, que fueron además entrenados y utilizados por los servicios especiales de Estados Unidos, la política del imperio se concentró en lo que calificó como cruzada mundial contra el terrorismo (…)”

 

 

 

Con aquel pretexto comenzaron las guerras. Afganistán fue víctima de ellas, desde ese pueblo nos llegan por estos días imágenes de muerte, destrucción, abandono, de unos 20 años de lucha contra el terrorismo que han acabado con el futuro de ciento de miles personas inocentes.

Cuba advirtió que las guerras no serían jamás la solución al problema. La Mayor de las Antillas ya había sido víctima de tal disparatada concepción y, paradójicamente, aun la nación cubana sigue incluida en la lista de países patrocinadores del terrorismo, a pesar de haber sido una de las promotoras y defensoras más firmes  de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por todos los países de la región en 2014, precisamente en La Habana.

El 11 de septiembre de 1980 fue asesinado en Nueva York, mientras conducía su auto por una calle de Queens, el diplomático cubano Félix García Rodríguez, funcionario acreditado ante la ONU.

La organización contrarrevolucionaria Omega-7 se adjudicó el asesinato, el FBI conocía de estos planes. El asesino Pedro Crispín Remón evadió la responsabilidad penal y vive libremente en Estados Unidos. También vivió libre hasta su muerte Posada Carriles.

A solo unos meses del 11-S,  paradójicamente,  y luego de un largo y amañado proceso judicial, se condenaba injustamente en Miami a cinco cubanos por desarticular actividades terroristas contra nuestro pueblo.
Habían sido planeadas por el gobierno norteamericano, que las volvió práctica sistemática contra la Revolución Cubana a partir del año 1961, causando hasta nuestros días unas 3 mil 478 muertes y más de 2 mil personas discapacitadas.

En los últimos meses de este año, otros hechos violentos contra las embajadas cubanas en Washington y París, respectivamente, han demostrado cómo persisten los intentos por amedrentar a Cuba y lo que la representa. Los responsables también siguen sin responder ante tribunal alguno.

 

La más «convencional» de las guerras

Golpes de Estado, muertes, zarpazos a la democracia, amenazas a la soberanía, gobiernos entreguistas, pueblos que sufren, atentados a la paz… Los golpes blandos y la guerra no convencional en América Latina se erigen como el actual Plan Cóndor, y ahora persiguen atacar conciencias, voluntades, manipular desde la falsedad y la mentira.

En la última década, la guerra no convencional se ha vuelto la modalidad a utilizar por Estados Unidos para derrocar gobiernos contrarios a sus intereses. Muchas han sido las variantes empleadas: pretextos para generar manifestaciones antigubernamentales argumentando descontento popular por la situación económica, política y social de una nación; intervención en asuntos internos de los países por parte de terceros alegando una imaginaria crisis humanitaria o violación de los derechos humanos, hasta la supuesta actuación de una «oposición» interna.

Ejemplos hay muchos, incluso anteriores, reconocidos y declarados por Estados Unidos: Albania y Letonia (1951-1955); Indonesia (1957-1958); Cuba y la invasión a Playa Girón (abril de 1961); Vietnam del Norte (1961-1964); Nicaragua y Honduras (1980-1988); Pakistán y Afganistán (1980-1991), e Irak (2002-2003).

A estos hechos confesos, pueden sumársele los intentos de todo tipo contra Venezuela,  Bolivia, Nicaragua, pretendiendo frenar el avance de la izquierda progresista en la región, mientras apoyan la judicialización de la política, la persecución a líderes y los golpes parlamentarios orquestados desde las fuerzas derechistas neoliberales.

El caso de Colombia también ha dolido hasta las entrañas: basta solo recordar cuántos líderes sociales, campesinos y estudiantiles han sido asesinados desde la firma de los Acuerdos de Paz en La Habana, los cuales, por cierto, no se logran concretar en toda su dimensión, cobrando más víctimas inocentes.

Hoy cambia el escenario bélico, no siempre se lanzan bombas ni se interviene militarmente. Ahora lo tradicional se conjuga con una fina manipulación para lograr la participación de los jóvenes con el uso de las bondades que brindan las nuevas tecnologías y la implementación de campañas mediáticas para ejercer presión política.

Por ello, se hace imprescindible ahora volver a Fidel cuando decía, justo el 11 de septiembre del 2001  , a propósito del derrumbe de las torres en Estados Unidos, que “ninguno de los actuales problemas del mundo se puede resolver por la fuerza, no hay poder global, ni poder tecnológico, ni poder militar que pueda garantizar la inmunidad total contra tales hechos”.

“Solo la razón, la política inteligente de buscar la fuerza del consenso y la opinión pública internacional puede arrancar de raíz el problema. (…) pero la lucha internacional contra el terrorismo no se resuelve eliminando a un terrorista por aquí y otro por allá; matando aquí y allá, usando métodos similares y sacrificando vidas inocentes. Se resuelve poniendo fin, entre otras cosas, al terrorismo de Estado y otras formas repulsivas de matar. El mundo no tiene salvación si no sigue una línea de paz y de cooperación internacional», alertaba también en aquella oportunidad el líder de la Revolución Cubana.

Mucho queda entonces por aprender de lo que ha representado la fecha del 11-S. Las nuevas generaciones tendrán que beber de estas enseñanzas para enfrentar los desafíos presentes y futuros, tanto en Cuba como en el resto del mundo. Pero no quedan dudas, frente al uso de la violencia y frente a esas estrategias amañadas para lograr los objetivos políticos y económicos de unos pocos, el único camino es la paz. (Tomado de PCC)

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