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La salud se aloja en Villa Tortuga (+ Fotos)

Cuando el 12 de julio  200 niños con sus acompañantes fueron recibidos, Villa Tortuga  debutaba como hospital pediátrico. Pacientes en vez de huéspedes ocuparon buena parte de las 292 habitaciones del hotel tres estrellas de la cadena Gran Caribe.

 

Villa Tortuga no es la excepción. El turismo puso a disposición de la salud otros cinco de sus hoteles para que funcionaran como hospitales COVID-19. Foto: Web Villa Tortuga

 

Ese no era, sin embargo, el overbooking deseado. Antes del peor rebrote de la COVID-19 en la provincia de Matanzas, ya turistas nacionales y foráneos habían agotado las capacidades de julio a noviembre. El incremento de los casos de SARS-CoV-2 supuso, primero, el  cierre total y, tiempo después, el uso como centro asistencial.

 

Pedro Basulto y Félix Montes cumplen al pie de la letra los protocolos de bioseguridad. Foto: Noryis

 

“Aquí nada puede salir mal. Estos son los hijos de la Revolución”, se dijo el director Humberto Soblado Brindis, nada más le dieron la tarea. Al  desafío de echar andar un hotel cerrado, de movilizar en breve a trabajadores en su mayoría reubicados,  se unían la urgencia de escoger en qué local irían el laboratorio, el equipo de rayos X,  la farmacia, la sala de emergencia… Todo se logró en tiempo récord.

A ello contribuyó, explica Soblado Brindis, la ayuda del personal de Salud, para entender que dejábamos ser hotel…

 

La doctora Lissette agradece al turismo por poner sus instalaciones al servicio de la Salud. Foto: Noryis

La pediatra Lissette Rivero Rodríguez saluda la iniciativa.

“Excelente colectivo el de Villa Tortuga, sin esa entrega, hubiera sido imposible lograr que esto funcionaria perfectamente. Bonita también la experiencia la de compartir con médicos de la Henry Reeve.  Ya ellos partieron hacia otras provincias necesitadas, pero quedaron lazos afectivos. Fue  como vivir una misión internacionalista en tu propio país. Ahora vino un grupo de recién graduados. A algunos les di clases. Estoy segura de que todo se mantendrá bien”.

 

Los ojos del joven médico Luis Ángel Castillo resumen el cansancio de meses de intenso trabajo. “El mayor placer es ver la buena evolución de los niños”, afirma. Foto: Noryis

 

Luis Ángel Castillo Alonso es uno de ellos. Dirige la parte asistencial. Es su segunda experiencia. Con dos meses de egresado, lidia con la responsabilidad como si fuera un veterano. Tiene a su cargo varios médicos y enfermeros. Regaña si hace falta, corrige si es necesario. “El 6to año fue duro, se trabajó mucho”, dice como si implorara el fin de la pandemia. Ante el déficit de fuerza laboral, en Matanzas 376 jóvenes como él renunciaron a sus vacaciones.

“He estado en sitios sin las condiciones para ejercer. Aquí es mejor. Ahora  solo hay 52 pacientes (jueves 25 de agosto). Los admitimos de tres a 18 años, con síntomas leves, sospechosos o  positivos. Nuestra principal motivación es que vuelvan a sus casas sin secuelas, que no se compliquen. Eso nos reconforta”, explica animado.

“Eso sí, pedimos a la familia que cuiden a los niños, a los vulnerables, que eviten enfermar, que piensen en el agotamiento del personal de salud, y también en el país. La economía cubana no puede permitirse seguir manteniendo centros de aislamientos. Una cosa más pido, que vuelvan los aplausos de las 9 de la noche”.

 

La gratitud como propina

Varias acompañantes lo admiten. En Villa Tortuga se percibe el efecto de un remedio especial.  Trabajadores y personal de salud promueven una estancia que favorece a los niños. Por eso en su página de Facebook, abundan los agradecimientos.

 

Muy recordada en Villa Tortuga la presencia de profesionales de la Henry Reeve y de otras provincias cubanas. Foto: Web de Villa Tortuga

Muchas madres como Ivón Rodríguez dejaron allí un comentario como gratitud. Lo escribió desde la 4204. En esa habitación estuvo 72 horas al lado de su único hijo. Mientras más lo miraba encima de la cama, triste y sin querer jugar, más la torturaba la posibilidad de haber enfermado a Anthony Cristian.

Entonces ella, recuperada de la COVID-19,  volvió a contagiarse, ahora de culpa. “Estuve yendo y viniendo del hospital, hasta que falleció mi abuela. Días después el niño tuvo síntomas. Todo cambió al saber que el PCR dio negativo. Fue el peor de los sustos”, narra.

 

Un hotel sin contagios

Ataviados con la típica indumentaria de la zona roja, ya regresan de repartir el desayuno Félix Montes y Pedro Basulto. En cada jornada siguen al pie de la letra los protocolos. “En esa disciplina radica que no hayamos tenido un solo caso de contagio”, observa oronda la meitre Betsis González Palomino. “Sabemos cuánto está en juego. Mantener vital el centro es un desafío de todos los días”, apunta la directora adjunta Arasaris Chill Bolaño.

 

La camarera Marlenis no ve el momento de que todo termine y regrese la alegría a Villa Tortuga. Foto: Noryis

 

Si alguien se expone todos los días al contagio de la COVID-19 es la camarera de piso Marlenis Suárez Ramírez.

“Solo limpio la habitación después de quedar vacía y el fumigador la desinfecte. Así y todo se corren riesgos. Mi miedo mayor no es ese. Me asusta saber que en vez de huéspedes hay niños enfermos. Yo cuido mucho a la mía, y espero lo mismo del resto de las madres. Esto tiene que acabar ya. Por el bien de todos, para que la alegría vuelva”.

El retorno de los días de gozo es el deseo de todos en Villa Tortuga. Mientras el momento llega, allí se afanan porque todo funcione de manera óptima. Así y todo, alojar un hospital en esos predios provoca no pocas tensiones. ¿Cuáles? “Hay presión en todo”, asegura  Soblado Brindis. “Vivimos pendientes de los posibles fallos relacionados con la corriente, la alimentación, la ropa limpia suministrada por la lavandería, los productos para garantizar alimentación variada. Eso ocupa nuestro tiempo. Aquí está lo más adorado: niños y niñas”.

 

Humberto Soblado y Arasarys conversan lejos del área considerada zona roja. Foto: Noryis

 

No pocos han colaborado con la vida cotidiana del hospital pediátrico alojado en Villa Tortuga.

“La solidaridad también nos beneficia. Por eso agradecemos mucho las donaciones recibidas desde el hotel Iberostar Selection Varadero, de los compañeros de la pesca de la calle 17, y también de los de la agencia de viaje Cubatur”.

 

Más de 50 libras de pescado donaron los pescadores de la calle 17 en Varadero. Foto: Web de Villa Tortuga

 

Elogiado por los ministerios de Salud y del Turismo, directivos y empleados de Villa Tortuga se ufanan de ir cumpliendo bien esta nueva operativa, el drástico cambio impuesto por la COVID-19, que convierte  hoteles en hospitales.

En el empleo de la alternativa, Gran Caribe tiene el protagonismo mayor en Varadero, grupo empresarial que “ha demostrado la valía de su equipo de dirección y de su capital humano en el cumplimiento de tareas relacionadas con el enfrentamiento al coronavirus. Nuestro especial reconocimiento para ellos y para todos los empleados de este sector”, consideró Ivis Fernández Peña, delega del Ministerio de Turismo en Matanzas.

 

Pesquisas y test rápidos se realizan constantemente a los trabajadores que están en la zona roja. Foto: Web Villa Tortuga

 

Aunque en vez de los cientos de clientes esperados, “hospedaron” pacientes, en Villa Tortuga ofrecieron lo único que tienen para dar: Cariño, alegría, respeto por el otro, “porque ahora vale más aquí la salud que el turismo”, dice el dependiente Pedro Basulto, y sale junto a su compañero Félix Montes a terminar la faena del día.

“Ellos, y todos aquí, son mis valientes”, reitera orgulloso Soblado Brindis, el director de Villa Tortuga, tácito ejemplo de un país que no escatima para salvar vidas.

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