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RETRATOS: Tahimy y el reto de manejar un Kamaz

Junto al Kamaz que conduce Tahimy Alfonso Castillo parece aún más pequeña. Hace tan solo un mes llegó a la unidad empresarial de base COPT, perteneciente a la empresa de Carga por Camiones (Emcarga), para cumplir uno de sus sueños: manejar un camión considerado por muchos como unos de los más fuertes del mundo.

 

Foto: Agustín Borrego

Ahora recorre las calles de la ciudad junto a Onelio Riera Pineda, un experimentado rastrero, quien se encarga de adiestrarla en las principales vías de La Habana, pues procede de la Isla de la Juventud. Para llegar a ese puesto, la joven ha recorrido un largo camino.

“Nací en la Siguanea, a un kilómetro del hotel El Colony. Tuve una vida muy sana, jugaba mucho, teníamos variados animales: puercos, chivos, conejos, carneros; hasta cocodrilos en una bañera».

“Cuando terminé la secundaria básica, quería estudiar veterinaria, pero no fue posible y cogí técnico medio en Servicios Gastronómicos e hice el año de servicio social en la cafetería del Aeropuerto».

En febrero del 2007, luego de concluir los estudios, Tahimy le dio un giro a su vida. “Ingresé en la PNR y pasé un curso en la capital para prestar servicio en la Motorizada. Fue una experiencia muy bonita, las personas me respetaban, yo hacía mi labor con mucha ética”.

El alma aventurera de la muchacha no se detuvo. “Estando en la motorizada comencé a practicar deporte extremo con el club que existe en Gerona. Así el parapente se convirtió en su pasión, al punto de que le creó un conflicto con el esposo que no aprobaba la decisión».

 

Foto: Agustín Borrego

“Finalmente, nos separamos y también dejé mi labor en la Motorizada. Durante dos años me dediqué enteramente a ese deporte, que implica riesgos por las condiciones en la que se practica”, alega.

Recuerda que su mamá no estaba muy de acuerdo. “Pero siempre ha aceptado mis decisiones y me apoyó”.

Cuando se le pregunta qué sentía durante el vuelo, manifiesta que no lo puede explicar: “era una sensación extraña”. Su filosofía de vida quizás la justifica: “Aquí estamos prestados y uno tiene que hacer en la vida, mientras pueda, lo que le gusta”, añade.

Pero el vuelo libre tenía sus peligros. Pudo comprobarlo durante los dos años que permaneció en el club. “Tuve varios sustos. Mi equipo era como “un polaquito viejo”, que no tenía mucho rendimiento. Cuando había mucho aire, no iba hacia delante, sino, hacia atrás, no cogía altura, hasta que un día accedí a un planeador más potente y pasé un susto. Dije, ¡hasta aquí!, ya yo tenía una hija, y he visto muchos accidentes”.

Según cuenta, fue con su padre, Carlos Alfonso, con quien aprendió a manejar. “Tenía un tractor y siempre estaba subida en este. “Estando en la PNR saqué la licencia de auto. También me presenté para camión y suspendí. Después volví a retomarlo. Estaba sin trabajo y algunos amigos me ayudaron, hasta que la obtuve”.

 

Foto: Agustín Borrego

De esa manera, entró en el 2017 en la empresa ganadera, y empezó a conducir un camión Kamaz, de los sencillos. Ahí permaneció cerca de dos años y de nuevo se impuso otro reto: sacar la licencia de rastra.

“Practicaba con un compañero mío, me examiné y pude lograr mi objetivo”, añade. Estando en esos trajines, según cuenta, conoció a su actual esposo, Rubén Vázquez, quien en ese momento se desempeñaba como gruero en el puerto. “Nos casamos y tuve otra niña que ahora tiene un año y tres meses”.

Amante de su natal Isla de la Juventud, sabía que ahí es difícil encontrar una vacante, pues “la gente no se va de su puesto”. El matrimonio tuvo suerte, y lograron permutar la casa construida en su pueblo para un apartamento en el municipio de Guanabacoa.

“A esta base llegué hace un mes y pico, luego de haber terminado mi licencia de maternidad. La niña me la cuida una señora, hasta que mi mamá se traslade para acá. Así podré tener a toda mi familia junta, además de mi otra hija, que aún permanece allí”, afirma.

 

Foto: Tomada del sitio de la empresa Emcarga.

Todavía los propios chóferes la miran con asombro. Ella, les muestra a todos que está preparada para enfrentar el reto, no es de las que se amilana ante sus propósitos. Y aunque la capital no le guste mucho, Tahimy apuesta por la gran ciudad, que le abre las puertas para que pueda concretar su otro sueño.

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