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Estados Unidos y la formación de estados de opinión sobre Cuba (II)

La utilización por los Estados Unidos de los medios en el siglo XX, en relación con sus intereses en Cuba, incorporó nuevos espacios a partir de la aparición de la radio, el cine y luego la televisión. Por tanto, ya no era solo la prensa escrita donde el discurso hegemónico se difundía, adaptado a las diferentes coyunturas. En este sentido hay que recordar  hechos importantes como el nacimiento de la República con una soberanía limitada desde el inicio por la Enmienda Platt -tema que mantuvo una presencia permanente en la relación bilateral hasta 1934, cuando se firmó el nuevo Tratado de relaciones que eliminó algunos de sus artículos-, la segunda intervención (1906-1909), otros momentos de desembarcos limitados, el proceso revolucionario de los años treinta cuya etapa decisiva coincidió con la proclamación de la política de buena vecindad, la aplicación de la política de guerra fría y, de manera muy significativa, el triunfo revolucionario de 1959.

 

 

En todo el período apuntado, el uso de los medios fue importante para proyectar una imagen de los Estados Unidos ante los cubanos y, también, para proyectar la imagen del cubano y de sus conflictos desde los intereses estadounidenses, con lo que se creaban estados de opinión. En todo ese tiempo el tema de la gratitud se mantuvo en el discurso, de la dirección política y de los medios, como forma de presión para las actitudes de los cubanos. Ello implicaba insistir en el “regalo” de la independencia otorgado a Cuba, asunto que comprometía las posiciones cubanas, además de mantener el sentido de inferioridad de un pueblo incapaz de haber obtenido esa independencia por sí mismo. Esto se encuentra en discursos de las figuras políticas, incluyendo los presidentes, en artículos de prensa y hasta en películas que se proyectaban en los cines. Ese discurso permeó también la parte cubana que, hasta en los libros de texto de la enseñanza primaria, exaltaba “la ayuda del amigo”.

La imagen de una Cuba que todavía estaba en la niñez se mantuvo durante mucho tiempo. Se aducía la permanencia en la edad infantil para concluir que el país necesitaba que se le llevara de la mano, tema que se reiteraba en el discurso político y en la prensa escrita, con las caricaturas acompañantes. Esto tomó mayor fuerza en ocasión de la llamada “Guerrita de agosto” de 1906, que dio paso a la segunda intervención, cuando la caricatura retomó la imagen del negrito salvaje, fajado de manera absurda con sus iguales que, por tanto, no había alcanzado la maduración, la adultez necesaria para andar solo. Esto se acompañaba de epítetos reduccionistas del cubano, lo que incluía interrogantes acerca de si ya ese bebé estaba listo para caminar solo o no. Entre las imágenes que tomaron fuerza en esos años, estaba una bicicleta que representaba el autogobierno, sobre la que se montaba el niño Cuba bajo la indicación del Tío Sam. Estas representaciones, de alguna manera se mantuvieron en 1912, cuando el alzamiento de los “Independientes de color”, y en 1917, cuando la guerrita de “La Chambelona”.

En los debates en torno a las relaciones comerciales, tanto para la firma de tratados de reciprocidad comercial como cuando se instauró el sistema de cuotas a partir de 1934, afloraba el asunto del agradecimiento que debían los cubanos a los Estados Unidos, para lo cual era importante mantener el discurso de que ellos habían sacado a España de Cuba, lo que comenzó a tener una fuerte contraparte historiográfica en la Isla, aunque desde el Norte se mantuvo esa proyección; por tanto las posiciones de protesta frente a lo que disponían los intereses de allá se mostraban como actitud de un pueblo desagradecido.

La aparición de la radiodifusión y del cine posibilitó ampliar el espectro de las imágenes que se proyectaban, de manera que se crearon personajes y espacios que debían actuar como modelos para las conductas a seguir, en lo que se contaba con el apoyo de la prensa escrita. En los periódicos y revistas nacionales se reproducían artículos de la prensa norteamericana que proyectaban para el lector cubano valores, ideas e imágenes propias de aquel país; secciones a cargo de periodistas estadounidenses con consejos que regulaban normas de vida, además de incorporar secciones dedicadas a Hollywood y sus estrellas que se convertían en modelos de conducta para mujeres, para hombres y también para niños con actrices infantiles como Shirley Temple. Esto se acompañó de la circulación en Cuba de prensa norteamericana que se expandía por América Latina como Selecciones del Reader´s Digest o Vanidades. De esta manera se introducían paradigmas, patrones conductuales, gustos, hábitos propios de aquella cultura, además de la imagen de la superioridad del vecino. En este sentido se sumaban los anuncios de productos estadounidenses que se presentaban como lo mejor, además de inducir maneras del consumo desde los patrones vecinos. Esto se reforzó con la entrada de la televisión en 1950, que incorporó programas hechos allá, además de realizar utilizar aquellos patrones en la realización de muchos de los propios.

El uso de los medios tuvo especial connotación en momentos de situaciones revolucionarias, como fue el proceso de los treinta y luego de los cincuenta, cuando era importante crear la imagen necesaria para controlarlas. En 1933 se llegó al momento climático del proceso de esos años y, en esa circunstancia, resultó importante promover la figura del “buen vecino” a partir de que Franklin Delano Roosevelt anunció esa política. En los momentos más agudos de la crisis económica iniciada en 1929 y de las relaciones continentales, el nuevo discurso debía reconstruir esas relaciones hegemónicas a nivel hemisférico. El discurso de la buena vecindad se divulgó en los medios para proyectar una nueva imagen que superara el rechazo a la política del gran garrote con sus intervenciones militares, por lo que debía difundirse por todas las vías posibles.

En aquella coyuntura, la promoción de la figura de Roosevelt, sus discursos y estilo de vida, formaba parte de la nueva imagen a construir, con la cual se aspiraba a lograr la aceptación de esta política. Esos reportajes, artículos, fotos, transcripción de discursos, declaraciones, imágenes de actos del presidente, inundaron los medios en Estados Unidos y en Cuba, de manera de crear un buen ambiente, aun a pesar de su hostilidad al gobierno provisional que se instauró en septiembre de 1933 en la Isla y que tenía un ala revolucionaria importante. Se proyectaba a Roosevelt como quien había cambiado la política hacia América Latina, al comportarse como “buen vecino” y rechazar las intervenciones. En esto, el enfrentamiento a sus padecimientos y limitaciones por problemas de salud eran explotados en la construcción de su imagen como hombre esforzado y persistente, lo que se acompañaba de la proyección de su esposa como apoyo en todo momento.

Lo apuntado muestra la importancia que se dio en Estados Unidos a los medios para construir estados de opinión, promover emociones, erigir imágenes en función de sus intereses, lo cual se evidencia con gran fuerza y claridad cuando se elaboró un plan de acción frente a la Revolución cubana triunfante en 1959. Entre las primeras acciones estuvo la campaña en torno a los juicios a los asesinos y torturadores de la tiranía que se desarrollaron en Cuba. Se trataba de crear un clima hostil desde el primer mes del poder revolucionario, lo que fue enfrentado por Fidel con la convocatoria a la “Operación Verdad”, por la cual acudieron cientos de periodistas extranjeros, quienes fueron testigos de la concentración de más de un millón de cubanos el 21 de enero en respaldo a la Revolución y su política, ante quienes el líder cubano anunció que iba a librar la batalla por la opinión pública, para esclarecer la política de la Revolución.

 

 

No obstante, el 15 de septiembre de 1959, el Departamento de Estado envió instrucciones a sus postas diplomáticas y consulares en Latinoamérica:

Es de interés de los Estados Unidos intensificar y acelerar la tendencia a convertir en escéptica la opinión latinoamericana sobre Castro en los asuntos de dictadura, intervención y comunismo. Si el resultado final de la presión de la opinión latinoamericana sobre estos asuntos es que Castro adopte actitudes y cursos de acción más aceptables o reducir su apoyo público, el objetivo de Estados Unidos de aislar y eventualmente eliminar los aspectos indeseables de la Revolución Cubana será servido.

Un momento de alta significación en este asunto el mes de marzo de 1960, cuando se elaboró y se aprobó el denominado “Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro” que planteaba como objetivo central: reemplazar el régimen de Castro por otro más “consagrado a los intereses del pueblo cubano y más aceptable a los Estados Unidos” aunque, se aclaraba, evitar la apariencia de intervención estadounidense. Este plan está expuesto en un documento desclasificado y publicado en la colección de los Foreign relations of the United States (1958-1960). El mismo constituye un texto muy claro acerca de sus fines y procedimientos.

El documento en cuestión plantea el método de inducir, apoyar y en la medida posible dirigir la acción dentro y fuera de Cuba por grupos seleccionados de cubanos. La parte norteamericana reconocía el apoyo mayoritario a lo que llaman “el régimen de Castro”, por lo que había que revertirlo, también reconocía que no existía una “oposición ·a Castro”, por lo que había que crearla. Para estos propósitos se planteaba el uso de los medios masivos de comunicación desde los cuales se articularía una ofensiva de propaganda en nombre de esa oposición. Para ello, se plantea crear una emisora radial, posiblemente en Isla Swan -lo que fue Radio Swan-, acción que se acompañaba de la organización de esa “oposición” y el entrenamiento de fuerzas paramilitares. Es decir que, en tan temprana fecha como marzo de 1960 ya se estaba aprobando un programa de acción que admitía el mayoritario apoyo popular a Fidel Castro, pero se planteaba socavarlo, para lo cual el uso de los medios masivos de comunicación sería muy importante, puesto que había que crear una oposición inexistente.

El proyecto que entonces se elaboró por parte de los Estados Unidos y que se discutió y finalmente se aprobó por el presidente Eisenhower el 17 de marzo, aunque con la condición de que se afirmara que él no lo sabía, debía buscar también la captación de la OEA para este propósito, por lo que era importante la creación de estados de opinión desfavorables dentro de Cuba y a nivel continental. En este propósito se planteó que el “slogan” debía ser: “restaurar la revolución que Castro había traicionado”. En las discusiones se manejó también atacar la economía, en especial con la compra de azúcar, para minar el apoyo popular.

Lo aprobado en marzo de 1960 estaba en el camino de organizar y ejecutar una operación militar con tropas entrenadas en campamentos situados en América Central, de donde partieron para la invasión de Girón, así como las primeras medidas de afectación al comercio entre ambos países con la suspensión de embarques de mercancías a Cuba y luego de la cuota azucarera cubana.

Como se puede apreciar, los Estados Unidos han utilizado los medios masivos en su política hacia Cuba a lo largo del tiempo, bien para crear las bases con vistas a implementar formas de dominación, bien para consolidar ese dominio o bien para revertir procesos que defienden la plena soberanía. La creación de estados de opinión acordes a sus intereses imperiales es parte de su esquema de actuación.

 

Estados Unidos y la formación de estados de opinión sobre Cuba (I)
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