El idioma de los héroes

El idioma de los héroes

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Domina el búlgaro, ha­bla italiano, inglés, francés y hasta un poco de alemán, lenguas aprendidas a base de estudios y del entrenamiento de narrar las leyendas del Valle de los Inge­nios, mientras prepara un trago.

Sin embargo, es en el idioma del buen hacer donde mejor se expresa el dependiente gastro­nómico del restaurante Manaca Iznaga. Justo en su consagración habita la mayor destreza comu­nicativa de Ramón Conrado Ló­pez.

De Limones Cantero, en el co­razón del Escambray, es el hom­bre seducido por la semántica de la entrega total, por la elocuen­cia de esa palabra convertida en práctica cotidiana, la alia­da constante en una trayectoria hace muy poco reverenciada con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

Ramón Conrado López se convirtió en el primer trabajador de Turismo en recibir el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda
Ramón Conrado López se convirtió en el primer trabajador de Turismo en recibir el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

El pasado 29 de abril, cuando el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presiden­te de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez le colocaba la Estrella de Oro, el sector del tu­rismo asistía al suceso de tener por primera vez en sus filas a un condecorado con tan alto honor en los cinco lustros del Sindica­to, en la llamada industria sin humo. Tampoco hubo antes un Héroe del Trabajo en el munici­pio de Trinidad, en Sancti Spíri­tus.

¿A qué atribuye ser el primero en 25 años?, le preguntamos. La respuesta, sostiene, habría que buscarla en la falta de rigor en la emulación socialista en algu­nas provincias donde el sindicato pierde la visión de aplicar de ma­nera oportuna el sistema vigente de condecoraciones. “Nada esti­mula más que el reconocimiento entregado en el momento exacto, lo sé por experiencia propia.

“Me complace saber que en el Mintur abundan los héroes, co­nozco a varios. Por eso mi Títu­lo es también el de ellos, el del colectivo de Manaca Iznaga y el de otras personas… Nadie triunfa solo, y me alegra que así sea.

“En lo personal siento orgu­llo por pertenecer a este sector. Sé que a veces se nos mira con prejuicios por relacionarnos con turistas extranjeros y los benefi­cios que ello trae. Eso es parte de nuestra realidad laboral, como también lo es lo mucho que se tra­baja. Es verdad que todavía ne­cesitamos ser más competitivos, elevar la calidad, la eficiencia y los ingresos, pero en cualquier parte del país la gente se emplea a fondo y eso es lo admirable.

“En plena pandemia, por ejemplo, muchos se fueron volun­tariamente a hospitales, centros de aislamiento, sembraron, cons­truyeron, o nos encontramos ven­diendo alimentos o apoyando en lo que sea… Eso se llama altruis­mo, sentido de la solidaridad…”.

El propio Ramón Conrado acumula de por vida alrededor de 20 mil CUC de propinas entre­gados para el programa cubano de Lucha Contra el Cáncer, ¡casi medio millón de pesos en CUP! “Nunca me temblaron las manos para dar lo que fuera”, afirma. “En el pasado mis padres se las vieron mal reuniendo kilo a kilo para atender la poliomielitis de mi hermana… Hay cosas que son sagradas…”.

Precisamente el viejo, un es­pañol venido de Canarias, en­señó a sus hijos a ser sinceros, honestos y agradecidos con la Revolución.

De las tres virtudes presume Ramón Conrado. Por eso no hubo sorpresas en el retorno de aque­lla billetera con 3 mil euros, y sí admiración profunda en el turis­ta noruego que la había extravia­do. “Mi gesto es habitual, un va­lor cultivado en el turismo”, dice satisfecho.

 

La mayor fortuna de Ramón Conrado

En la búsqueda incesante por hacer bien las cosas piensa Ra­món Conrado que está su mayor fortuna y crecimiento… “Soy un perenne insatisfecho, quizás por­que amo el trabajo o me enamoro muy fácil de las cosas, no impor­ta lo que sea”.

Por eso Manaca Iznaga es ho­gar y trinchera al mismo tiempo. “Estoy aquí desde que el restau­rante abrió en 1990. Mis logros se los debo a este lugar y al gran colectivo que somos. Disfru­to mi mundo de la coctelería, es un campo de pura innovación y a los cantineros nos gusta crear. Prefiero las mezclas con jugos de frutas. Tengo más de 100 recetas con café. Los clientes prefieren lo natural y uno se aprovecha de esas inclinaciones para compla­cerlos”.

Dirigente sindical por algu­nos años, no todo ha sido miel sobre hojuelas en la vida de Ra­món Conrado. “Problemas no me han faltado. Tres o cuatro admi­nistradores intentaron botarme porque yo vivía exigiendo juste­za en los sistemas de pago. Uno, cansado ya de mí, anotó en las incidencias de aquella inspec­ción un faltante de unas ramitas de hierbabuena y de tres onzas de café. ¡Imagínense!

“En lo particular, creo en la necesidad de la consagración en cada puesto de trabajo para que el país avance, pero también debe retribuirse según la riqueza creada. En el Manaca ahora mis­mo abogamos por una mejor dis­tribución de las utilidades for­madas en el primer trimestre. La gente tiene que ganar de acuerdo a su aporte individual, solo así se podrá estimular la productividad y la excelencia en los servicios.

Conversador nato, este tri­nitario de 57 años habla de los efectos de la pandemia en la in­dustria del ocio, del daño del blo­queo de los Estados Unidos en un sector urgido de convertirse en la verdadera locomotora de la eco­nomía nacional, y de la demos­trada valía de la ciencia cubana, de la trascendencia del 8vo. Con­greso del Partido y de la conti­nuidad de la Revolución.

La vocación humanitaria distingue al gastronómico, activo militante partidista, al inquieto delegado del Poder Popular. Foto: Oscar Alfonso Sosa
La vocación humanitaria distingue al gastronómico, activo militante partidista, al inquieto delegado del Poder Popular. Foto: Oscar Alfonso Sosa

Cuestionado por su pelo largo, respetado por su trabajo

Organizar el tiempo es tarea difícil en la ajetreada vida de Ramón Conrado. Lo necesita para “disfrutar más de la fa­milia, de sus siete hijos y tres nietos”, admite el también de­legado del Poder Popular, un mandato revelador de su voca­ción humana.

Nadie podría olvidar su de­dicación en favor de la causa de los Cinco Héroes. “En Milán, Italia, pude contar la verdad de nuestros hermanos, prisioneros injustamente en Estados Unidos. También formamos un Comité de Solidaridad en el restaurante. Me satisface haber contribuido a sumar voces por su liberación”.

Cada agosto, en homenaje al cumpleaños de Fidel, este hom­bre le entrega a la patria el im­porte de sus vacaciones, un gesto que se une al de decenas de do­naciones de sangre, horas volun­tarias en la zafra… Así, a base de la fuerza de su ejemplo, ha logra­do imponerse, derribar estereoti­pos.

Ante el asombro de algunos, Ramón Conrado mantiene un singular corte de cabello, cor­to delante y largo detrás. “Me lo dejé crecer para protegerme del frío en Bulgaria. Allá estudié cinco años… Al regreso, decidí dejármelo así. Ya forma parte de mi identidad, aunque por ello me haya buscado algunos rollos… Por las propias exigencias de un gastronómico tengo el cuidado de mantenerlo recogido mientras trabajo.

“¿Cortármelo? ¡Qué va! Si lo hago, me pasaría lo mismo que a Sansón, ese personaje mitológico que perdió la fuerza cuando le picaron su melena. No quiero eso para mí”, y sonríe el secretario del núcleo del Partido en el res­taurante Manaca Iznaga.

Aún después de conocer a personas de medio mundo, Ra­món Conrado López no se desa­ta los ariques. Sigue aferrado a sus orígenes, a la belleza del Es­cambray, a la historia de Limo­nes Cantero. “Uno tiene que co­nocer de dónde vino para saber hacia dónde va. Miro el pasado sin oportunidades de mi familia humilde, y me pregunto qué nos hubiera sucedido sin el Primero de Enero. Por eso amo a mi pa­tria, soy fan de esta Revolución”, una verdad que Ramón Conrado López defiende en Manaca Izna­ga, y lo hace en el idioma que ha­blan los héroes.

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