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La Protesta de Baraguá es una brújula permanente

Hay fechas tan significativas en la historias de los pueblos que pasan a formar parte de su identidad. El 10 de octubre de 1868 y el 15 de marzo de 1878 son expresiones de momentos que marcan el carácter nacional, por el sentimiento de libertad y firmeza que evocan, como también lo es el 1ro. de enero de 1959, cuando la lucha por la independencia y la justicia social, las dos banderas principales de los fundadores de la nación, emprendieron juntas su ascenso irreversible.

 

Foto: Estudios Revolución

La Protesta de Baraguá, protagonizada por el mayor general Antonio Maceo Grajales y sus hombres, ante la firma del Pacto del Zanjón, salvó el honor del movimiento patriótico que durante casi diez años, en una pequeña isla, sostuvo una guerra heroica, sangrienta y devastadora contra uno de los imperios más grandes de la época.

El ejemplo del Titán de Bronce trascendió como referente de la conducta firme e intransigente ante la defensa de la Patria, a la hora de afrontar las situaciones más duras y de no rehuir el combate. Es por eso que en determinadas circunstancias la fecha es enaltecida para recordar la validez de esos principios.

Por esa razón, el Partido Comunista de Cuba, el 15 de marzo de 1990, bajo el título de “¡El futuro de nuestra Patria será un eterno Baraguá!”, dio a conocer la Convocatoria a su IV Congreso”, para iniciarlo el 10 de octubre del siguiente año en Santiago de Cuba, excelente escenario para debatir y acordar las políticas a seguir en uno de los momentos más difíciles de la vida del país.

Al hacer la clausura del Congreso en la Plaza Antonio Maceo de esa ciudad, el Comandante en Jefe habló del derrumbe del campo socialista de Europa del este, acontecimiento que fue recibido con regocijo por el imperio, sus aliados y todos los reaccionarios del mundo, con triunfalismo indisimulado de los enemigos del socialismo y del progreso humano, con ansias de dominio mundial.

 

Foto: Estudios Revolución

En esa atmósfera, tuvieron lugar ese congreso y la multitudinaria concentración, donde el líder de la Revolución comparó la decisión de un pueblo entero, de resistir y superar el período especial, con la postura de Maceo en Mangos de Baraguá.

En cumplimiento de los acuerdos de ese congreso, la Asamblea Nacional, en su III Legislatura, aprobó la reforma constitucional y la Ley Electoral, que implicaban cambios profundos, como la elección directa de los diputados por los electores en cada municipio y una mayor representatividad de los sectores sociales y del pueblo en la IV Legislatura, la cual se constituyó precisamente el 15 de marzo de 1993, con 589 diputados, y una renovación de un 80 por ciento con respecto a la anterior.

También fue significativo el número de 274 diputados que se desempeñaban como delegados de base, 90 de los cuales presidían consejos populares, lo cual favorecía una mejor vinculación del parlamento con la población.

En la clausura de la sesión constitutiva, Fidel explicó que cuando se aceptó el enorme desafío de las elecciones en el período especial y con el voto directo de los diputados, se estaba abriendo un camino enteramente nuevo y llevando a cabo una experiencia única en el mundo.

“Habíamos alcanzado, dijo, un proceso de perfeccionamiento del Poder Popular en un grado verdaderamente muy alto, del cual, sin chovinismo de ninguna clase, debemos sentirnos orgullosos; sin pena de ninguna clase, y sin temor a comparaciones de ninguna clase, puesto que no hay comparación posible, tanto en la valentía de las decisiones adoptadas como en los resultados alcanzados.”

Fidel destacó que era la Legislatura de la etapa más difícil de la historia de Revolución y del país, y calificó como una fortuna contar con un pueblo como el cubano, y con una Asamblea Nacional como la surgida de la aplicación de nuevas concepciones.

Por si fueran pocos los retos para el mandato recién iniciado, los diputados debieron partir urgentemente hacia sus respectivos territorios y responsabilidades para integrarse a las labores de restauración de los daños causados por la Tormenta del Siglo.

Frente frío y ciclón juntos, algo nunca visto en la región, produjeron vientos huracanados, lluvias torrenciales, descargas eléctricas y grandes penetraciones del mar, que causaron pérdidas cuantiosas en la agricultura, la infraestructura de la producción y los servicios, y serios afectaciones en decenas de miles de viviendas.

En el segundo periodo ordinario de sesiones en diciembre de 1993 se produjo un amplio y profundo debate sobre la situación de las finanzas internas, y como resultado, a partir de ese mes se desarrolló un proceso promovido por la CTC que permitió recoger los criterios expresados en más de 80 mil asambleas, bajo la denominación de parlamentos obreros.

Los días primero y 2 de mayo de 1994, en sesión extraordinaria se evaluaron los resultados de la consulta que incluyó tres millones de trabajadores, 158 mil campesinos y 300 mil estudiantes. El acuerdo adoptado por la Asamblea Nacional convocó a todos a demostrar la fuerza invencible de la voluntad de continuar luchando unidos para salvar a patria, a revolución y socialismo.

El sentimiento de admiración hacia los patriotas de las guerras de independencia, enriquecido con las luchas de la etapa neocolonial, de la guerra contra la tiranía, la defensa de las agresiones de Estados Unidos y la solidaridad internacionalista, estimularon el valor, la firmeza, la creatividad y la confianza en la victoria. Una sesión extraordinaria, el 24 de febrero estuvo dedicada a conmemorar el Centenario de la Guerra iniciada en 1895.

Al año siguiente, de nuevo el imperialismo daría un golpe duro a Cuba con la aprobación de la Ley Helms-Burton, calculando en su euforia, que llegaba el momento de la caída de la fruta madura en sus manos y decretar la liquidación de la Revolución.

En respuesta, la Asamblea Nacional aprobó la Ley 80, Ley de Reafirmación de la Dignidad y la Soberanía Cubana en diciembre de 1996 que califica la Ley Helms-Burton como inaplicable y sin valor ni efecto jurídico alguno, y convocó a todo el pueblo de Cuba a continuar el examen profundo y sistemático del plan anexionista y colonial del Gobierno de los Estados Unidos.

En consecuencia, el 15 de marzo de 1997, en ceremonia en la Plaza de la Revolución José Martí, se hizo entrega de la Declaración de los mambises del siglo XX, firmada por más de ocho millones de cubanos. En esa ocasión el Comandante en Jefe, pronunció un discurso memorable, en el que hizo una reflexión profunda sobre el valor y la inteligencia de los cubanos en más de un siglo de lucha heroica, resaltando la moral, experiencia y nivel combativo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

“Pienso que este es un día histórico en el sentido real de la palabra ─expresó─, porque hoy estamos haciendo exactamente igual que lo que hicieron nuestros mambises hace 119 años en Baraguá; no es una protesta formal, es una protesta real, puesto que nos vemos exactamente igual que en aquellos días, cuando nos ofrecen la paz sin independencia, la paz sin honor, la paz sin dignidad, sin equidad, sin justicia; cuando nos ofrecen la renuncia de la sangre vertida y de los sacrificios que se han hecho durante más de 100 años.”

“Este es el contenido glorioso de este acto de los mambises del siglo XX y de los mambises del siglo XXI, porque tenemos que hacer que los que vengan detrás sean mejores que nosotros, y yo veo que los que vienen detrás son mejores que nosotros.”

Cuba, entregada a la obra de creación material y espiritual, que ha hecho posible un desarrollo humano más justo y solidario, se enfrenta hoy a grandes retos, como los que imponen la pandemia, el bloqueo de Estados Unidos y las medidas de la estrategia económica y social del país.

En esos desafíos está presente, a veces sin darnos cuenta, el compromiso con el legado de Maceo, Martí, Fidel y de otros hombres y mujeres ejemplares, cuyas vidas constituyen una brújula inapreciable a la hora de interpretar las realidades más complejas y obrar en consecuencia.

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