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RETRATOS: Entre números, trenes y pasajes

Foto: Agustín Borrego Torres
Foto: Agustín Borrego Torres

De pequeño, Nolberto Jesús Olivé González quería ser ingeniero ferroviario. Los trenes se convirtieron en una obsesión. Vivía junto a la estación de ferrocarriles en la ciudad de Bayamo y los coches eran sitios preferidos para los juegos y las carreras infantiles. Podía adivinar el pitazo de las locomotoras a largas distancias.

Recuerda que tenía nueve años, cuando se le escapó a la madre y se subió al tren con destino a Manzanillo. En casa, la mamá se asustó tanto que hasta avisó a las autoridades, en tanto él iba ensimismado en el viaje, mirando los paisajes, los animales y las casas a través de la ventanilla.

“Regresé en unas horas, quedé encantado”, recordó. Ese día no se libró de la reprimenda materna, no obstante, quedó convencido de la atracción que ejercía esa actividad.

El tiempo pasó y en 1999 se graduó como técnico de nivel medio en Contabilidad y Finanzas. Parecía que la vida no lo llevaría a cumplir su anhelo. Tras salir de su ciudad natal fue a trabajar en la UNECA en Varadero, Matanzas. Los deseos de poder concretar el sueño de la niñez se materializaron en el 2000.

“Dejé mi labor como contador y empecé como cajero abastecedor ferroviario. Andaba en todos los trenes: Bayamo-Manzanillo, el tren francés, entre otros. Estaba feliz, esa era mi ilusión. Me gusta ver lo imponente que es el tren en la vía, esa soledad que siempre tiene en su camino, a pesar de estar acompañado.

De izquierda a derecha (el tercero) junto a directivos de Viajero y compañeros de trabajo. Foto: Tomada de internet

“Al año, cuando vieron que yo era económico, me pidieron pasar para a la unidad empresarial de base como contador. Acepté, pero con la condición de que los fines de semana, en que estaba libre, podría cubrir algún turno en el tren como cajero abastecedor. Eso fue hasta el 2005.

“Uno de los días en que fui a la empresa Viajero para conciliar las meriendas que se habían vendido en el tren francés, me dio por preguntar si había alguna oportunidad de trabajo. Así empecé en la agencia de San José de las Lajas, a 32 kilómetros de La Habana, donde ya vivía. Todo iba bien, entonces, en la estación de Arenal se dio determinada situación y al año comencé ahí. Fue el despunte de trabajar en una agencia de pasaje pequeña, a una grande, en la cual la demanda del público era mucho mayor. Un expendedor de boletines tiene que conocer la geografía del país, saber los entronques. Si un cliente viene y te pregunta: ‘qué guagua me sirve para Manatí’, debes saber dónde queda el municipio, de forma que le puedas sugerir las opciones de ómnibus que pasan por el lugar”. Resultó un tiempo de mucho aprendizaje, gocé de prestigio entre los pobladores; ahí conocí a mis grandes amigos en la capital.

“En el 2014, a propuesta del consejo de dirección de Viajero, me pusieron al frente de la agencia Estación Central, en la cual permanecí hasta el 2020. En estos momentos dirijo la Ueb Venta y Confirmación, en la estación de Villanueva, que agrupa Última Hora, venta online y confirmación.

“Esta experiencia me ha vuelto a confirmar que al público hay que explicarle, darle argumentos, ofrecerles un servicio de calidad. Esta es una tarea bonita, pero los desafíos son mayores, ahora tengo que tener claro el plan técnico económico, plantilla, salarios…

“Ahora mi sueño es que nuestra empresa siga en la expansión de la comercialización de pasajes hasta en el más intrincado lugar; fomentar mucho la venta de pasajes por la APK Viajando, pues es un modo seguro, rápido y cómodo para la población que accede a ella.”

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