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Con Angola en el corazón

La primera decena de noviembre fue testigo, hace 45 años, de im­portantes victorias de la Operación Carlota, que contribuyeron a frenar la agresión de los ejércitos de Sudáfrica y Zaire, interesados en desmembrar Angola y frustrar su independencia. Para ello con­taban con el apoyo de mercenarios blancos y de grupos fantoches que se nombraron eufemísticamente Frente Nacional de Libera­ción de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto; y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), dirigida por Jonas Savimbi.

Foto: Tomada de www.radiobayamo.icrt.cu

En Quifangondo, unidades militares cubanas e integrantes de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) bra­zo armado del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA) lidereado por Agostinho Neto, derrotaron a los enemigos en sucesivos combates librados entre los días 6 y 10, lo que evitó su avance desde el norte. El día 8 comenzó la intentona de apode­rarse del codiciado enclave petrolero de Cabinda, cuya defensa era indispensable para consolidar la libertad y la economía del futuro Estado independiente. Esta acción culminó en triunfo de las FA­PLA y los combatientes cubanos, días más tarde. De esa manera las fuerzas al servicio del imperialismo no pudieron evitar que el 11 de noviembre se proclamara en Luanda la República Popular de Angola.

Fueron estos los inicios de la más justa, prolongada, masiva y exitosa campaña militar internacionalista de nuestro país, como la calificó Fidel, la cual concluyó el 25 de mayo de 1991 cuando regre­saron las últimas tropas cubanas que permanecían en esa región.

Ante tan indiscutible y trascendental proeza llama la atención la pregunta que le hizo Ignacio Ramonet al Comandante en Jefe: “¿Cómo usted explica que esa acción de Cuba se conozca poco a nivel internacional? ‘(…) en el aniversario 30 de la independencia de Angola —explicó Fidel— el imperialismo yanqui realizó un ex­traordinario esfuerzo para que el nombre de Cuba no apareciera siquiera en los eventos conmemorativos. Para colmo, Washing­ton pretende reescribir la historia: Cuba, al parecer, nunca tuvo absolutamente nada que ver con la independencia de Angola, la independencia de Namibia y la derrota de las hasta entonces in­vencibles fuerzas del ejército del apartheid’”.

Al imperio, habituado a intervenir en otro país para emprender gue­rras de rapiña con el fin de apoderarse de recursos naturales, derrocar gobiernos o apoyar dictaduras sangrientas, no le convenía que se co­nociera el altruismo de los cubanos en ese lejano territorio de que nos separan 11 mil kilómetros. “De Angola, señaló Raúl, nos llevaremos la entrañable amistad que nos une a esa heroica nación y el agradeci­miento de su pueblo y los restos mortales de nuestros queridos herma­nos caídos en el cumplimiento del deber”.

La solidaridad nos distingue como pueblo, y está entre los valores que el adversario se esfuerza en destruir. Pero resulta imposible borrar un sentimiento fuertemente arraigado en la cultura política de los cubanos que se ha enriquecido a lo largo de su historia.

Al consultarles a los militares su voluntariedad para ir a pelear por Angola, su respuesta era más que afirmativa: ¿cuándo nos vamos? Antes de que la participación cubana en esa batalla se hiciese públi­ca, ellos les habían dicho a sus seres queridos que iban a estudiar a la URSS; enterarse después que estaban en combate llenó de preo­cupación a numerosos hogares pero se impuso el orgullo de saberlos protagonistas de tan honrosa tarea.

Fueron muchos los que se presentaron sin que nadie los convocara. El escritor Gabriel García Márquez recordó entre otros al muchacho que se fue sin permiso de su padre y lo encontró luego en esa tierra africana porque también su progenitor se había ido a escondidas de los suyos.

El cantautor Silvio Rodríguez en carta al entonces presidente del Icaic Alfredo Guevara, le expresó: “En mí, una gente que se formó en los años de la epopeya del Che y que más tarde buena parte de su tra­bajo lo ha inspirado el internacionalismo, se hace necesidad casi an­gustiosa esta experiencia”. Y fue allá, con Vicente Feliú, a cantarle al heroísmo de plomo y metralla.

Por eso Angola, en la memoria de los cubanos es no solo una formida­ble epopeya militar sino además la demostración de la vocación inter­nacionalista de todo el que se sentía revolucionario.

Más de 300 mil militares y unos 50 mil colaboradores civiles com­partieron con los angolanos su pelea por la independencia. Muchos de esos cubanos y cubanas están entre nosotros, llenos de historias dignas de ser contadas. Sus vivencias son un verdadero tesoro para foguear a las nuevas generaciones en las batallas presentes y futuras, y un antídoto contra los que intentan tergiversar una historia que unió para siempre nuestros pueblos.

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