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El bloqueo en la cultura cubana: “algo que va contra natura” (+Infografía)

A pesar de que la cultura cubana —como el resto de los sectores de la economía y los servicios—, sufre los criminales impactos del más brutal bloqueo económico, comercial y financiero que registre la historia de la humanidad, no ha claudicado en más de 60 años de política hostil del gobierno de los Estados Unidos, y aun en tiempos difíciles para todo el mundo —de los que no nos excluimos—, debido a la proliferación de la pandemia de la Covid-19, hemos salido adelante, con inventivas e innovaciones en la promoción y salvaguarda del talento artístico nacional.

 

 

En todas las dependencias del Ministerio de Cultura, así como en instituciones adjuntas a este, como la Casa de las Américas, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, el Instituto Cubano del Libro, y las casas disqueras se sienten, cada vez con mayor fuerza, las consecuencias de este vergonzoso intento de genocidio contra el pueblo cubano que solo en los últimos dos años ha puesto en práctica 120 medidas adicionales, de las que más de 40 corresponden al periodo de lucha contra la pandemia.

Tales regulaciones del gobierno que se auto-titula ser el más “democrático” del orbe, deja pérdidas a la nación caribeña superiores a los cinco mil millones de dólares en un año, buena parte de ellas en actividades relacionadas con el arte y la cultura, cuyos daños cada año ascienden a casi 20 millones debido a los ingresos dejados de recibir por exportaciones de bienes y servicios de diferentes tipos, así como a la necesaria redirección geográfica del comercio, en ocasiones a miles de millas de distancia ante la imposibilidad de negociar con Estados Unidos, amén de las afectaciones a la producción, entre ellas las relacionadas con las tecnologías de punta, como la adquisición de novedosos software, respectivamente concebidos para la producción de discos y películas animadas.

En tal sentido, particularmente perjudicial ha sido este cerco en el desarrollo de los proyectos de comercialización de las entidades culturales cubanas, en áreas de tan sensible aceptación en todo el mundo, y en particular en Estados Unidos, como las artes visuales, la música, la literatura y la producción cinematográfica; fenómeno que lacera los significativos aportes que, en beneficio del propio impulso de la cultura, cada año pudieran tributar instituciones como el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC), la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), el Instituto del Libro (ILC) y el Instituto del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), entre otras.

Especialmente nocivo es el bloqueo al sistema de la enseñanza artística que se extiende a lo largo y ancho de la geografía nacional, sobre todo en la disponibilidad de la base material de estudio para las diferentes manifestaciones, entre estas los libros de lectura musical, saxofones, cuerdas para guitarra, violín, violonchelo y contrabajo, que debemos de comprar en países lejanos a precios más altos. Odio visceral que, incluso, muchas veces impide el arribo al país de donaciones hechas por personas e instituciones amigas en el exterior.

Los músicos, los creadores de las artes visuales, los bailarines, los teatristas, los escritores, en fin, la casi totalidad de los artífices insulares tienen prohibido exponer, vender o presentar sus obras en territorio norteamericano, a pesar de caracterizarse estas por su indiscutible calidad, y a los que han logrado hacerlo se les niega el derecho de recibir los ingresos pertinentes a sus desempeños, así como tampoco tienen acceso a los retribuciones correspondientes a los premios que les confieren las instituciones culturales de ese país, como tampoco los relacionados con los derechos de autor.

 

 

Sería interminable la relación de bienes de los que hoy carece la cultura cubana debido al constante asedio de la administración de Washington para tratar de asfixiar a una nación cuya mayor culpa o “delito” es el de haber sabido servir bien a su pueblo, de ofrecerle la oportunidad de enriquecerse espiritualmente a través del arte y la literatura, del que, desde el Primero de Enero de 1959, es parte activa, protagonista por excelencia.

El desgobierno absurdo del señor Donald Trump no logra interiorizar que esta brutal estrategia no solo afecta a los cubanos, sino también a su pueblo, y a sus artistas; pues, por otra parte, cada vez son menos los profesionales estadounidenses del arte que pueden viajar a Cuba, porque las autoridades de su país obstaculizan esos encuentros.

Según el Ministerio de Cultura, hace cuatro años se concretaron más de 500 acciones de conexiones culturales entre Estados Unidos y Cuba. En 2018 no llegaron a 200.

Las relaciones entre los creadores de ambos países sobrepasan los años de existencia de la Revolución. Siempre hubo esos intercambios amistosos, de reciprocidad de experiencias, de enriquecimiento mutuo, sobre todo entre los músicos y los bailarines. Con la agudización del bloqueo, ese diálogo, que ahora se extiende a todas las manifestaciones del arte, ha quedado trunco. Las dos naciones sufren este aislamiento, imposibilitadas, asimismo, se disfrutar de esas necesarias compensaciones culturales, tan beneficiosas para todos, los del lado de allá y los del lado de acá.

Pero lo que más molesta al gobierno de Trump es que, a pesar de su unilateral rivalidad contra Cuba, es que mientras se incrementa su descrédito mundial con esas artimañas —añadidas a sus irrazonables expresiones y decisiones como presidente—, nuestro pequeño archipiélago hoy cuenta con un extraordinario apoyo de la comunidad internacional que impugna al bloqueo, movimiento que, ante el marcado incremento del vil cerco, se ha multiplicado en los últimos días, con prestigiosas voces en respaldo a nuestra cultura provenientes de todos los continentes.

Asimismo, aunque ya no existen fórmulas más macabras que poner en práctica para destruir al proyecto Socialista emprendido por la Revolución Cubana, obsesión que el presidente cubano Miguel Díaz Canel Bermúdez calificó en su cuenta en Twitter como de “perversas intenciones del gobierno imperial que le desacreditan y ridiculiza por su enfermizo odio contra una pequeña nación cuyo heroico pueblo no se rinde”, una nueva modalidad de bloqueo se ha impuesto, con mayor ímpetu —porque siempre ha existido— en los últimos tiempos. Se trata de la agresiva y mentirosa campaña de calumnias contra renombrados artistas cubanos, cuya mayor “ofensa” al imperialismo ha sido la de haber decidido permanecer en su Patria.

Con tal fin, la Casa Blanca, con el coauspicio de determinados grupos de anticuados mafiosos miamenses, así como a través de una poderosa maquinaria mediática, trata de persuadir a la opinión pública mundial sobre irracionales ofensas contra varios de nuestros artistas, al punto de satanizarlos y promover hacia ellos sentimientos adversos, intención que encuentra buen caldo de cultivo a través de las redes sociales.

Uno de estos profesionales de renombre internacional, vilmente insultado, fue el músico Alexander Abreu, solo por el hecho de que, con sincero amor y fidelidad, sentencia en una de sus más conocidas piezas “soy Cuba”, en tanto apunta que “un cubano de verdad, da la vida por su tierra / Vive de frente y derecho, preparado pa’l combate / Y a su bandera se aferra”.

Otros músicos y creadores de otras expresiones del arte igualmente han sido agredidos a través de este engendro mediático del bloqueo. Maléfica política que ahora se ha incrementado, tal vez debido a esa impotencia ante la realidad de la cultura cubana, la que, a pesar de las limitaciones y las carencias derivadas del siniestro asedio, en tiempos de la Covid-19 —pandemia en la que el Estado cubano ha invertido cuantiosos recursos materiales y financieros— ha podido brindarle atención especial a los artistas y a su protección salarial, para lo cual se han destinado más de 50 millones de pesos; amén de que en más de seis meses de aislamiento social no hubo apagón en nuestra cultura.

Vale apuntar que nuestro país está considerado como uno de los que mejor ha enfrentado el Coronavirus, evitando la incidencia de muertes que, lamentablemente, exhibe Estados Unidos.

Esa campaña de difamaciones igualmente Washington la ha hecho extensiva a la cooperación médica cubana a través del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias Henry Reeve, a la que para ayudar a palear las nefastas consecuencias del temible virus, se han incorporado cuatro mil colaboradores, agrupados en 46 brigadas, que han viajado a unos 40 países y territorios afectados. Tal vez, ese odio del señor Trump —y sus seguidores—, se haya acrecentado aún más al enterarse de que, a petición de miles de personas e instituciones de todo el mundo, el Consejo Mundial por la Paz registró de manera formal la candidatura de la Henry Reeve al Premio Nobel de la Paz para el 2021.

Les duele, asimismo, que en cada votación en la ONU, sobre la iniciativa de Cuba para poner fin al bloqueo, alcancemos la mayoría abrumadora de votos, en 2019 apenas tres en contra y dos abstenciones; como igualmente les molesta que infinidad de reconocidas organizaciones e instituciones internacionales, como el Movimiento de Países No Alineados, el Parlamento Latinoamericano y Caribeño, la Unión Africana, la Comunidad del Caribe, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos y el Foro de Sao Paulo, entre otras muchas, exijan el cese de esta atroz actitud contra la Mayor de las Antillas.

También les provoca rabia que, a pesar de esas medidas coercitivas que laceran el mejor desarrollo de la cultura, nuestros escritores y artistas, los que con dignidad se han formado al calor de esta lucha y han permanecido al lado de su pueblo, continúan cosechando éxitos a escala internacional, y harán todo lo que sea posible por restituir el intercambio cultural entre Cuba y Estados Unidos, aislamiento impuesto de forma unilateral por el gobierno norteamericano y que, como expresó el destacado intelectual cubano y presidente de Casa de las Américas, “significa ponerle obstáculos a algo que va contra natura”.

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