Soberanía alimentaria en La Habana: desafíos y oportunidades

Soberanía alimentaria en La Habana: desafíos y oportunidades

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“No basta tener capacidades humanas, se requiere crear un sistema de trabajo, un ambiente y un enfoque de política pública que asegure que ese potencial sea eficientemente utilizado”, dijo recientemente el Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel, al referirse a las condiciones necesarias para alcanzar la soberanía alimentaria y nutricional.

 

 

Devenida esta una prioridad dentro de la Estrategia Económica y Social para el impulso de la economía y el enfrentamiento a la crisis mundial provocada por la COVID-19, en La Habana no son pocos los retos y oportunidades, por ser uno de los territorios del país, en el sector agropecuario, con menos capacidad productiva.

Mientras redobla esfuerzos por cerrarle el cerco al nuevo coronavirus tiene ante sí el desafío de superar sus actuales niveles de abastecimiento, con mayor productividad y vinculación con la ciencia, el desarrollo tecnológico y la innovación.

Frente a este complejo escenario, Julio Martínez Roque, coordinador del Programa de Alimentos del Gobierno de la capital, asegura a la Agencia Cubana de Noticias que son muchas las potencialidades, pero solo un trabajo ordenado permitirá explotarlas, y hacia allí se enfocan las proyecciones en materia alimentaria en esta ciudad, que supera los dos millones de habitantes.

¿Existe una estrategia definida para impulsar la soberanía alimentaria en la capital?

La Habana produce el 18 por ciento de su consumo alimentario con solo el 0,45 por ciento de la tierra cultivable del país, lo que evidencia la calidad en el quehacer de sus campesinos; sin embargo, aún no es suficiente.

Se han establecido parámetros para regular el trabajo de los municipios en función de su soberanía, dentro de la cual juega un papel esencial el autoabastecimiento y para ello es importante, como primer paso, comprender la necesidad de la integración de actividades no solo productivas, sino también técnicas, científicas y de investigación.

 

 

En ese sentido, La Habana es un territorio favorecido, con casi 20 centros de investigación vinculados a esa tarea desde diversos sectores que incluyen la agricultura y la industria alimentaria.

Además, es fundamental establecer encadenamientos entre la producción agrícola e industrial desde las mini y micro industrias; ya contamos con 35 de las primeras y más de 50 de las segundas, lo cual sin dudas ha favorecido los niveles de abastecimiento.

El suministro en nuestras comunidades se supedita en gran medida a lo proveniente de Artemisa y Mayabeque y, desde Ciego de Ávila hasta Pinar del Río, a través de las empresas provinciales de Acopio. Todo ello promedia unas 500 toneladas diarias, destinadas a los mercados estatales, arrendados y al consumo social.

Depende de nuestra capacidad para ordenar que todos los municipios tengan una equidad en el surtido, en tanto la aspiración es alcanzar las 30 libras por persona entre viandas, hortalizas, frutas y granos.

En septiembre, por ejemplo, alcanzamos las 20,8; pero otros meses solo hemos llegado a 18. Por eso sabemos lo mucho que todavía nos falta por perfeccionar para satisfacer las necesidades de los capitalinos.

Cuando hablamos de soberanía, también incluimos la distribución y comercialización, ¿cuál es el estado de la provincia en esos aspectos?

En La Habana existe una amplia red de distribución y comercialización compuesta por mil 413 unidades entre mercados agropecuarios estatales, de oferta y demanda, rentados a las formas productivas, puntos de venta de la Agricultura, Cooperativas No Agropecuarias y puntos de venta gestionados por trabajadores por cuenta propia, mercados del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), además de unos 500 carretilleros.

De alguna manera en todos los municipios hay una representación de estos establecimientos, pero ahora debemos enfocarnos hacia la variedad y en aumentar las producciones destinadas a los mercados agropecuarios estatales, pues solo así el pueblo podrá acceder a ellas y con precios más asequibles, algo todavía pendiente.

 

¿Qué acciones específicas se acometen para lograrlo?

Varias; en las vecinas provincias de Artemisa y Mayabeque se incrementan las áreas para la siembra de plátano, fundamentalmente, junto a otras viandas, como el boniato, y hortalizas. En nuestro territorio estamos desarrollando un programa intensivo de construcción de casas de cultivo rústicas: fueron instaladas 60 y ha comenzado la edificación de otras tantas.

Se trabaja también en función de la recuperación y explotación productiva de los casi 110 mil patios y parcelas censados en La Habana, de los cuales más de 90 mil ya están sembrados, así como en el rescate de varias vaquerías, y en la actualización tecnológica de la industria alimentaria, que a pesar de sus actuales limitaciones, continúa su producción de croquetas, masas de embutidos y conformados.

Ciertamente tenemos algunas insuficiencias cuya superación es perentoria, tal es el caso de la leche. Hoy solo es suficiente para producir el yogur y su versión en polvo comercializados en la canasta básica para los niños y un poco de helado para abastecer la heladería Coppelia.

Las bebidas ligeras también están afectadas por la empresa Los Portales pero se trata de garantizar la cobertura a la red de Gastronomía y Comercio, con las producciones de la Empresa de Bebidas y Refrescos, EMBER y para todo eso buscamos soluciones sostenibles que perduren en el tiempo.

 

¿Qué papel juegan los organopónicos dentro de ese entramado?

Son un eslabón importante, por eso existe una fuerte intención política y administrativa en la provincia para su reanimación con alcance para todos sin distinguir en formas de gestión, (estatales, cooperativas y productores individuales), ni tamaño: mega organopónicos y comunitarios.

 

Los primeros responden directamente al balance alimentario provincial, son de mayor extensión, se encuentran alejados de las grandes concentraciones urbanas, tienen un sistema de siembra a gran escala y sus producciones se comercializan en otros lugares de la ciudad.

De este tipo tenemos cinco: La Coca, en el municipio de La Habana del Este, CDR y El Roble en Guanabacoa, y Fontanar y Primero de Mayo en el Cotorro.

En tanto, aquellos dentro de las comunidades son más pequeños y comercializan directamente con sus habitantes, quienes así se benefician con productos más frescos, de manera más fácil y con mejores precios.

La revitalización de estos importantes centros productores incluye la incorporación de materia orgánica y capa vegetal a sus suelos, así como un programa para la recuperación de centros de reproducción de entomófagos y entomopatógenos en función de aplicar productos biológicos a los cultivos, con vistas a mitigar el efecto de plagas y enfermedades.

Todas esas acciones contribuyen al macro objetivo que representa incrementar nuestras producciones; donde quiera que haya un pedacito de tierra, hay que sembrar, hacerla producir y ser consecuentes, además, con la aplicación cada vez más integral de los métodos de la ciencia y la técnica en función con y para recursos propios.

(Tomado de ACN/Claudia Pis Girola)

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