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El Banco… de la paciencia

La vida impuso a los trabajadores bancarios grandes retos en estos tiempos de pandemia, los que enfrentan, con logros, insuficiencias, y sobre todo muchas difi­cultades.

Los Bancos han pasado a convertirse en émulos de las tien­das donde se venden productos alimenticios y de aseo, en cuanto a las colas que cada día se perciben en sus fa­chadas.

Para ir a una de­pendencia bancaria en la actualidad es necesario llenarse de paciencia, porque el tiempo que podrá de­morarse el interesado ronda las dos horas o más, en cualquier ges­tión, por simple que esta sea.

Si se quiere ser justo en la evaluación deben tenerse en cuen­ta razones objetivas que conspiran con el buen funcionamiento. Según datos oficiales durante los meses de julio y agosto del pre­sente año el número de tarjetas electrónicas creció en 100 mil men­suales.

El cliente primero va y hace la cola para solicitar la tarjeta, pa­sados unos días hace la cola para recogerla, y en caso de cualquier situación que afronte con esta deberá hacer nuevamente la cola, además de la consabi­da cuando reciba di­visa directamente y quiera depositarla en su cuenta.

La afluencia de clientes en las institu­ciones bancarias tam­bién resultó signifi­cativa en septiembre. Las colas en Bancos y Cadecas fueron prác­ticamente una ava­lancha, a raíz de fal­sos rumores sobre la proximidad de la uni­ficación monetaria y cambiaria.

Todavía falta para que comprar y pagar servicios desde la co­modidad de la casa, ale­jados de colas y tumul­tos, sea una experiencia masiva, lo que consti­tuye otro desafío para el sistema bancario.

Las colas para la caja o para el Depar­tamento de Comercial en los Bancos se con­funden, por su cerca­nía, con las de los caje­ros automáticos, tanto por el frágil funciona­miento de estos, como por existir solo 917 equipos, distribuidos en 70 municipios, se­gún fue dado a conocer en una Mesa Redonda.

Aunque todo esto trae insatisfacción a los clientes, molestan mucho más algunas actitudes y situaciones, como la demora exce­siva en la atención, en especial y para deses­pero de los que aún es­peran por entrar cuan­do se acerca la hora del cierre.

Recientemente, a solo 25 minutos para acabar la jornada labo­ral, uno de los emplea­dos de un Banco de la capital “explicaba” al público que debían ir cerrando porque si no se les iba el ómnibus y debían regresar cami­nando como le sucedió a una compañera.

Orlando López García, presidente del Banco Metropolitano, anunció recientemen­te el restablecimiento gradual de todos los servicios.

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