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Harina de otro costal

Un día escuché que Cuba no aprovechaba las bonda­des de la harina de arroz. Pasaba yo, precisamente, frente a la fábrica de pas­tas alimenticias de Capde­vila, en La Habana, junto a Telce González, el di­rector del Instituto de In­vestigaciones de Granos. Hace varios años de eso.

Foto: Tomada del sitio FrutoSeco.com

Era un tema nuevo; in­dagué mucho, pero quedó pospuesto. Telce me dijo que el producto se obte­nía de los propios granos que no clasificaban para la comercialización; “pue­de usarse como sustituto de la harina de trigo en la confección de variedades de pastas y tiene alto valor nutricional”, afirmó.

Imagino que se pensa­ba darle valor a ese sub­producto derivado del pro­ceso industrial, a partir de utilizar una parte de los granos partidos que iban a la mezcla del arroz que se comercializa, que hoy se extraen y se convierte en ese producto.

En Los Palacios, primer molino

La primera industria cuba­na para producir harina de arroz se instaló en el moli­no Camilo Cienfuegos, de la Empresa Agroindustrial de granos Los Palacios, de Pinar del Río, fruto de un proceso inversionista y del ingenio de los innovadores de la entidad, quienes la compusieron.

Allí llegué. A la entra­da del molino está el área de envasado, donde dos trabajadores acomodan los sacos. Con un polvo blan­quísimo que corre por la estera desde el segundo piso, llenan las bolsas.

Abel Jiménez Mejías, director de la UEB Indus­trial Camilo Cienfuegos, que se dedica al secado y molinado de arroz para la canasta familiar normada y la venta en divisas, me mostró el sencillo proce­so: un motor con molino de martillo que decidieron montar aquí y que “nues­tros mecánicos e innova­dores acoplaron a la vieja tecnología, con una inver­sión de alrededor de 15 mil pesos.

“Desde marzo del 2019 comenzamos la producción de harina de arroz para la sustitución de importacio­nes, lo que eleva el valor agregado, ya que vende­mos a 797 pesos la tone­lada, y se obtienen 0,8 por hora”, me comentó Abel.

Esta harina se emplea en la elaboración de embu­tidos en las empresas cárni­ca y pesquera de Pinar del Río; en helados y dulces, al­gunos de los cuales degus­té durante mi estancia en la empresa, sin encontrar mucha diferencia con la de trigo, al menos en el sabor.

Multiplicar la producción

Lázaro Díaz Rodríguez, di­rector de la División Tec­nológica del Arroz, subor­dinada al Grupo Agrícola, informó a Trabajadores que están ubicados cinco moli­nos de producción de ha­rina de arroz (construidos por la Empresa Agroindus­trial de Granos Los Pala­cios), en igual cantidad de empresas, que aportaron 3 mil 475 toneladas en el año precedente.

“Está previsto comple­tar este año la instalación de un molino en cada una de las 12 empresas del país, con el propósito de elaborar 10 mil toneladas de harina de arroz, y comercializar­las en los mismos destinos que el anterior”.

Adecuadamente envasada sale la harina de arroz. Foto: Ana Margarita González

Según el directivo, este producto tiene demanda en la industria procesadora de carnes, de desayunos para el turismo, en agregados para la preparación de cro­quetas, empanadas, ham­burguesas, etcétera.

AzCuba adquirió una cantidad considerable, in­dicó Lázaro Díaz: com­pensar el déficit de harina de trigo en la producción de alimentos para los tra­bajadores que hacen zafra.

Y en cualquiera de sus usos, acorde a las prue­bas realizadas en el 2019, suple el ciento por ciento de la harina de trigo que Cuba importa de lejanos mercados y con un precio muy alto.

El director de la Divi­sión del Arroz explicó que de este modo “se le da va­lor y otros usos a ese grano partido que se empleaba para la alimentación del ganado porcino y vacuno, y a veces se perdían”.

Además —agregó—, en la medida que saquemos más granos partidos al arroz que se comercializa, beneficiamos la calidad del que, en grandes canti­dades, consumimos los cu­banos.

La División Tecnoló­gica del Arroz no cumplió el plan técnico económico del 2019, dadas las afec­taciones al cultivo y cose­cha que provocó el déficit de fertilizantes y otros productos químicos que demanda este cultivo; y desde junio se sumó la ca­rencia de combustibles.

Gracias al conocimien­to y la disciplina tecnoló­gica de los productores, incentivados por los pro­yectos Vietnam-Cuba y Jica-Japón, a la aplicación de la ciencia y la técnica lidereadas por el Institu­to de Investigaciones de Granos, se pudo atenuar la caída de los rendimientos, y van por más en el 2020.

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