¿»Libertad» de prensa? ¡Libertad de empresa!

¿»Libertad» de prensa? ¡Libertad de empresa!

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En recordación al periodista Lázaro Barredo, por muchos años columnista de nuestro periódico, Trabajadores reproduce su artículo sobre la Libertad de prensa, que se publicó con fecha 9 de junio de 1997.

 

 

Cuesta trabajo creer que la prensa norteamericana estuviera ajena a las medidas que sigilosamente fueron aprobadas en la Comisión de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes para reforzar la Helms-Burton.

Es mucho más difícil de entender ante el récord fanfarroneril de los tres congresistas de la Florida y New Jersey, que han convertido su accionar en el Capitolio en exclusivo esfuerzo monotemático de legislar contra Cuba (quizás en las últimas legislaturas se hayan presentado más proyectos legislativos sobre la nación cubana que sobre cualesquiera de los muchos problemas que aquejan a la Unión). ¿Es posible que Ileana Ross-Lehtinen, Lincoln Díaz-Balart y Bob Menéndez no se hayan jactado ante ningún periodista de las enmiendas que presentaron a la ley de política exterior si, como han confesado después, además de dañar al pueblo cubano, están destinadas a castigar a los que desafíen a la ultraderecha en el Congreso y, por ende, a complicar mucho más las relaciones de Estados Unidos con terceros países?

La sagacidad periodística norteamericana es harto eficaz. Decenas de colegas deambulan por los pasillos del Capitolio, ¿cómo es posible entonces que la reunión de la Comisión de Relaciones Internacionales del 6 de mayo no tuviera cobertura de prensa, cuando seguramente discutirían enmiendas a la ley de política exterior y allí hubiera «noticia de primera plana»?

La única explicación es el silencio. El periodismo en Estados Unidos pretende presentarse como diferente a los demás y ofrece la imagen de «paladín de la libertad», cuando en realidad opera bajo reglas, escudadas tras el llamado código de la objetividad, que dictan lo que puede y no puede publicarse. Podrá haber voces independientes, pero quedan ahogadas de manera muy efectiva por el poder de las instituciones y por los leales defensores del sistema. Allí los medios de prensa funcionan sobre la base del mercado y se rigen por normas o convencionalismos no escritos, pero bastante bien concebidos como para enmascarar muy eficientemente las limitaciones que la libertad de empresa le impone a la «libertad de prensa».

El código de la objetividad norteamericana es una de las vitrinas mejor compuestas del mundo, sobre todo después del famoso affaire «Watergate». El efecto de aquel hecho se convirtió en mercadotecnia: la prensa (en realidad los intereses de poder que utilizaron a los dos periodistas del Washington Post) podía ser decisiva para destituir a un presidente.

Pero no puede atacar las causas que degeneran en el sistema de presidencia.

Clinton es la mejor prueba. Ha estado envuelto en mayores escándalos que Richard Nixon, pero los grupos de poder no desean que se repita aquella trama, porque esta vez pudiera perjudicar a muchísimos actores de la política yanqui.

Hasta hace poco tiempo, había en Estados Unidos unos mil 900 periódicos diarios; cerca de 8 mil semanarios; 11 mil revistas por lo menos; 8 mil 500 emisoras de radio; cuatro grandes redes televisivas con varios centenares de estaciones que difunden sus programas entre cerca de mil canales de televisión regionales.

Es esa variedad la que ofrece una supuesta imagen de absoluta libertad y pluralidad y motiva aseveraciones como las que hizo el vocero del Departamento de Estado, John Dinger, cuando aseguró en su réplica a las denuncias del compañero Alarcón, que ese debate en la Comisión de la Cámara de Representantes «ha sido oportunamente informado por nuestra prensa libre y democrática, otra cosa difícil de entender para los funcionarios comunistas».

John Dinger no podía decir otra cosa, aunque hiciera el ridículo, porque él no podía imaginar que a la altura de aquel lance, salvo los miembros de la Comisión, virtualmente el resto de los congresistas de Estados Unidos ni sus «staffer» sabían absolutamente nada de aquellas propuestas de enmiendas. Se enterarían por Alarcón.

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2 comentarios en ¿»Libertad» de prensa? ¡Libertad de empresa!

  1. Los periodistas de los grandes conglomerados de la informacíon, hay excepciones, dicen «que el pueblo necesita saber». Pero en realidad no representan a ningun pueblo y no son más que agentes de ventas que buscan la mayor distribucíon de sus diarios para alcanzar la mayor ganancia y convertirse en «estrellas» que garatizen salarios desproporcionados.

  2. En todas las tribus capitalistas es la mafia financiera genocida, guerrerista y terrorista económica nativa, sionista y aquella cuyos intereses financieros están ligados al capital foráneo quién controla no solamente la prensa escrita sino todos los medios de comunicación informativos.

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