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La entrevista pendiente

Eusebio Leal. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

Corrían los años de la década del 90 del pasado siglo. El don de la palabra, el verbo agudo y las frases claras, pero muy profundas y precisas del doctor Eusebio Leal Spengler me indujeron a solicitarle una entrevista.

 

Foto: René Pérez Massola

Nos separaban más de 200 kilómetros. Él estaba en La Habana y yo en Cienfuegos. En esa época escribía en una máquina Robotrón y enviaba los materiales periodísticos por teletipo. Entonces, le hice una carta y la envié vía correo ordinario con la petición correspondiente y unas siete u ocho preguntas.

Pensé que a lo mejor la obviaría, por lo muy ocupadas que eran sus jornadas. Pero no fue así. Pasados unos quince días recibí una misiva en la que me agradecía el interés. “Nada supera el diálogo personal”, decía. Y me proponía ponernos de acuerdo para realizarla en su oficina en una fecha próxima. Al final, estaba estampada su firma.

Llamé al número que me indicó y gentilmente me atendió su secretaria. Nos pusimos de acuerdo y a la semana siguiente yo viajaría a La Habana para hacer la añorada entrevista. El día antes del acordado preparé todo.

A media noche mi esposa me alertó que nuestro hijo varón tenía mucha fiebre. Lo llevamos al hospital pediátrico y tuvimos que observarlo hasta el amanecer. Se frustró el viaje. Llamé a su oficina y expliqué el imprevisto.

Pasó el tiempo y otro día nos encontramos en la antesala del despacho de un alto dirigente de la Revolución, en la capital del país. Me presenté y le expliqué que yo era el periodista cienfueguero que le había solicitado la entrevista. Me estrechó la mano y propuso vernos en otra ocasión, pues durante esa jornada no tendríamos tiempo.

Posteriormente estuve cerca de él en una tribuna abierta efectuada en la localidad de Abreus, donde hizo una disertación exquisita, como él acostumbraba, sobre el brigadier Henry Reeve, El Inglesito, pues cerca de allí, en la llanura de Yaguaramas, en el fragor de un combate desigual frente al ejército español se quitó la vida antes de caer prisionero. Ese día andaba de prisa.

Así transcurrió el tiempo y siempre tuve la esperanza de que en algún momento él pudiera responder las preguntas que yo guardaba celosamente.

La distancia influyó en que la entrevista quedara siempre pendiente.

Ahora Eusebio se ha ido físicamente.

En la gaveta de mi buró de trabajo está aún la hoja de papel con las interrogantes, que de alguna manera él ha respondido a través de las declaraciones, discursos y apreciaciones contenidas en los documentales y otros materiales audiovisuales difundidos con motivo de su partida.

Jamás olvidaré su gentileza al responderme en aquella ocasión, lo cual evidencia una de sus cualidades más notables: una gran humildad.

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