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RETRATOS: Convertir el hierro en maravilla

Cuando Flavia Edmond Granda vio las piezas que podían hacer los torneros y fresadores en la Famrit (Fábrica de accesorios, medios y repuestos para la industria del tabaco) quedó encantada. Para ella fue un descubrimiento comprobar como “un hierro viejo se puede convertir en maravilla».

Flavia Edmond Granda. Foto: Agustín Borrego Torres

Con pasión se sumergió en el viejo taller, una verdadera colmena por descubrir. Fue en el 2003 que decidió dejar su labor como maestra y comenzó en la Famrit. Algunos pensaron que no soportaría mucho tiempo el lugar. El ambiente era distinto, nada tenía que ver las aulas y el aprendizaje.

Pero en verdad necesitaba un cambio de labor y empezó ahí como analista de producción. «La mayoría de los trabajadores del taller de maquinado eran hombres de experiencia: torneros, soldadores y mecánicos en general que podían resolver cualquier problema técnico que se les presentara».

Y empezó a preguntar, no porque fuera a ser mecánica, sino para entender bien el mundo de esos innovadores y racionalizadores. “Es difícil que aquí llegue un trabajo y nuestros obreros digan que no pueden hacerlo, por más complejo que sea”, apuntó y mencionó nombres de sus compañeros y de las soluciones que han buscado para importantes centros del país.

Para ella la mayor suerte que tiene Famrit es contar con recursos humanos tan preparados. Según afirma, atiende la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores y cuentan con 25 Talentos de Oro, condición que otorga la asociación; en tanto, varios compañeros han recibido premios y menciones en los Fórum de Ciencia y Técnica, tanto a nivel municipal como provincial.

En el taller, Flavia no pierde su vocación por el magisterio. Lo vuelca en los jóvenes que arriban ahí para completar su formación. Porque está convencida que son ellos quienes tienen que llevar hacia delante la obra tan importante que desarrolla el centro en la sustitución de importaciones.

Yosiel Francisco Andino, de 21 años de edad, quien aspira a aprender todo lo que pueda del torno, no duda en decir que la ve como a una madre, con la que puede contar cuando tiene una dificultad.  Igual le ocurre a Luis Beltrán, quien ya ha sido capaz de elaborar por sí solo piezas en el torno.

Confiesa Flavia que se aprende todos los días, y ella, cuya formación es como educadora, también ha tenido en la fábrica una escuela y ha encontrado en sus compañeros profesores dispuestos a enseñar todo lo que saben.

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