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Bertha Luz Rodríguez: Le entrego el alma a lo que hago

Bertha Luz es la única mujer que recibió este año el Título Honorífico de Heroína del Trabajo de la República de Cuba. Foto: José Manuel Correa

Bertha Luz es la única mujer que recibió este año el Título Honorífico de Heroína del Trabajo de la República de Cuba. Foto: José Manuel Correa

Afirmó Bertha Luz Rodríguez López, profesora de Las Tunas, quien fue galardonada con el Título Honorífico de Heroína del Trabajo de la República de Cuba

Bertha Luz es la única mujer que recibió este año el Título Honorífico de Heroína del Trabajo de la
República de Cuba. Foto: José Manuel Correa

A su hogar, en el reparto Sosa, en la capital de Las Tunas, llegó la profesora Bertha Luz Rodríguez López con la estrella dorada de Heroína del Trabajo de la República de Cuba, colocada en su pecho en acto solemne efectuado en el salón de protocolo El Laguito, con motivo de la celebración del 1.º de Mayo.

Toda su vida laboral ha estado vinculada al magisterio y a la dirección en el movimiento sindical. También ocupa la responsabilidad de secretaria general de un bloque de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), el que, según afirmó con sano orgullo, es uno de los que registra mejores resultados en esa provincia.

A solo unas horas de arribar a la capital del país para recibir de manos de José Ramón Machado Ventura, Segundo Secretario del Comité Central del Partido, junto con otros trabajadores sobresalientes, ese Título Honorífico que otorga el Consejo de Estado, dialogamos con ella. Es de hablar pausado y expresiones seguras, propio de una persona con vastos conocimientos, entre estos el de la metodología de la enseñanza, del valor indiscutible de las palabras, del arte de convencer con argumentos.

Su rostro evidencia sencillez, humildad, bondad… Foto: José R. Rodríguez Robleda

Luego, cada vez que nos encontramos en los pasillos o en el lobby del hotel donde nos hospedamos esbozada una sonrisa que evidencia su gentileza, y siempre nos saludamos con cariño, aunque hacía solo unas horas que nos conocíamos personalmente.

Cuando le impusieron la estrella dorada y le entregaron el Título correspondiente de tan alto reconocimiento con seguridad pasaron por su mente muchos recuerdos y anécdotas acumulados a través del tiempo en las escuelas, frente a los alumnos, en el empeño de no solo enseñar, sino de educar, de construir valores, y el apoyo siempre presente de su familia formada en el ejemplo y la consagración a los deberes revolucionarios.

Una vez que le sugerimos conversar enseguida se mostró presta, como cuando se acerca al aula con sus textos y cuadernos en las manos para transmitir sabiduría a los educandos o asesorar a jóvenes profesores que se inician en tan bella profesión. El tono de su voz evidencia con prontitud humildad, sencillez. Para ella es una máxima la frase martiana de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.

“Quise estudiar Medicina, pero convocaron a los Jóvenes Rebeldes y me incorporé de inmediato. En aquel momento fue necesario que estudiara la carrera profesoral y me incliné por la Matemática, aunque terminé en Biología porque era la especialidad más afín con mis sueños de ser doctora. Hoy me siento muy orgullosa. Si en cualquier lugar alguno de mis alumnos me dicen profe siento un orgullo muy grande; es como una recompensa a los años dedicados al magisterio”.

¿Cómo ha transcurrido su vida laboral?

Comencé a trabajar en el curso 1969-1970, en la escuela secundaria básica Cucalambé. Era muy joven y me inicié por séptimo grado. Después pasé por octavo, noveno y décimo. Antes había trabajado en Puerto Padre, en un seminternado, como parte de la práctica preprofesional. Participé en todas las escuelas al campo y logré los reconocimientos que daban por cinco, 10 y 15 años. Fui directora de campamentos, siempre con más de 200 alumnos. En esa secundaria estuve 19 años. Igualmente asumí responsabilidades en el Sindicato de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte.

¿Qué la motivó a ser dirigente sindical?

Siempre me gustó defender a los trabajadores, estar al lado de ellos, apoyarlos…, y esas fueron motivaciones durante 50 años. Ahora les corresponde a los jóvenes seguir esos pasos.

¿Qué hace actualmente?

Soy jefa de la Cátedra de Formación y Educación del Deporte en la Escuela de Iniciación Deportiva (Eide) de Las Tunas. Trabajé 34 años en la docencia y en el momento de la jubilación la directora de ese centro me pidió que me quedara. Ella me decía que podía trabajar 10 años más. Evidentemente no se equivocó, porque ya llevo 15. Laborar con niños y adolescentes es maravilloso. Atiendo los deportes de tiro con arco, ajedrez, canotaje, remo…

Siempre me gustó defender a los trabajadores. Foto: José R. Rodríguez Robleda

¿Cuál considera usted que sean las virtudes fundamentales de un buen profesor?

En primer lugar amar la carrera y tener sentimiento de pertenencia por lo que se hace, crear y consolidar valores con los niños para formarlos, educarlos…

Disculpe la indiscreción, pero, ¿qué edad usted tiene?

Tengo 71. Nací un 29 de mayo, el mismo día que Lázaro Peña…, claro, en años diferentes (sonríe).

¿Qué significado le atribuye al Título Honorífico de Heroína del Trabajo?

 Nunca lo imaginé, pero he luchado mucho. Llegó el momento en que me dije: yo puedo serlo. Mi sueño era que Fidel me entregara la estrella. Pero sentí que, desde donde él esté, también me la puso en el pecho. Fui por dos años la docente más integral del país y ese estímulo situó a Las Tunas en el cuadro de honor a nivel nacional. También he obtenido durante mucho tiempo la condición de Trabajadora Vanguardia y de Educadora Ejemplar.

Este año ha sido muy feliz para mí. Me dieron la medalla Ana Betancourt y ahora este gran honor, este Título tan importante.

Le entrego el alma a lo que hago y tengo mucho sentido de pertenencia. Me siento aún fuerte y con muchos deseos de seguir trabajando.

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