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Tres sets con la historia

Manzanillo.— Todas las mañanas el octogenario José Antonio Tati Mendoza juega al voleibol. Durante el trayecto al parque Carlos Manuel de Céspedes rememora remates y bloqueos.  Su campo de acción es un puñado de recuerdos, dignos de reverencia y desconocidos para muchos. Estas evocaciones, aderezadas con nostalgias, deparan un diálogo de emoción y aprendizaje.  Luego de acomodarse en un banco, toma aliento y como por arte de feliz magia sus memorias más sentidas afloran robustas….

Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

Primer set: el comienzo, los triunfos

Refiere nuestro protagonista que se inició en la práctica de este deporte con el conjunto Juventud Católica alrededor de los años 50 del pasado siglo. Después pasó al equipo de Comercio, pues su primera carrera fue la Contabilidad.

“Transité por varias etapas, ya que en Manzanillo durante un período no fue posible jugar voleibol. Marché hacia Jiguaní, donde continué haciéndolo y pude participar en una competencia nacional. El desempeño allí me garantizó integrar la selección cubana y jugar el Campeonato Mundial de 1956 en Francia. Ahí comencé a ser reconocido en el ámbito deportivo”, aseveró.

Añadió que a partir de ese momento empezó un aluvión de compromisos. Los más significativos,  la cita panamericana de Chicago 1959 y los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Kingston, Jamaica,1962.

“En la cita caribeña tuve el honor de participar no solo como atleta, sino también como intérprete de un reconocido técnico checo, quien al regresar nos acompañó por nuestra geografía para atraer figuras hacia el equipo nacional”.

Relató también que de los talentos captados se hizo una preselección juvenil en la que se destacaban hombres como Gilberto Herrera, Jorge Pérez Vento y Alfredo Blanco, quienes se convirtieron luego en formidables jugadores.

“Recuerdo que Herrera se me presentó al entrenamiento como el venado del Cerro. Venía con una imagen peculiar, propia de su barrio. Precisamente ahí está una de las grandes obras de la Revolución, lograr que un muchacho de origen humilde se superara como deportista y ser humano. Hoy es un excelente profesional”, aseveró mientras sus ojos brillaban intensamente.

Segundo set: tocando la historia

La conversación con Tati es ágil y viva. Desterrada de polvos. Su verbo semeja un pincel, que de forma sincera plasma sus emociones. Todos los intérpretes tienen rostros e historias. De repente un nombre le devuelve a un viaje emocional, a las cicatrices del pasado: el Comandante Manuel Piti Fajardo…

Tati señala al comandante Manuel Piti Fajardo en su etapa como atleta. Foto: José Raúl Rodríguez Robleda

“A pesar de ser manzanillero, Piti no desarrolló su carrera de voleibolista acá, sino en La Habana, donde estudió Medicina. Aquí solo entrenaba. Integró el Fial Lux, uno de los conjuntos tradicionales de la época. Jugó con los hermanos Eugenio y Eider George. Quienes no lo conocieron pensarán que era alto y fornido; sin embargo era delgado y de estatura media, pero dueño de una recia personalidad y una inteligencia peculiar”, afirmó en tanto su rostro relucía.

En un instante de profunda reflexión, legitimó que si le solicitaran un paradigma para las generaciones actuales escogería a Piti. “Él atesoraba todos los requisitos, buen hijo y estudiante, amante de su pueblo y su patria. Gracias a los valores que le inculcó su madre fue un excelente ser humano.

“Luego del triunfo revolucionario diseñó los uniformes que se utilizaron en el campeonato nacional. Además realizó un importante apoyo económico, y entregó su propio auto para diligencias de la competencia. El voleibol le debe mucho.

“Su caída en combate resultó dolorosa. El entierro fue una de las manifestaciones populares más grandes que vivió Manzanillo. Todo el pueblo lo lloró”, atestiguó con evidente emoción y nostalgia.

Tercer set: recuerdos, legado

Nuestro protagonista, como hijo de su tiempo, se forjó inspirado en las ideas renovadoras de su generación. Con tenacidad superó obstáculos y sinsabores, para despedirse convencido de que cumplió.

“Coincidí con Eugenio George en los inicios de la dirección del equipo nacional juvenil. En una ocasión partí al extranjero y él permaneció trabajando en Cuba. Al regreso enfrenté problemas familiares y tuve que regresar definitivamente a mi terruño. Él continuó la tarea.

“Fuimos adversarios en la cancha, pero juntos nucleamos un valioso grupo de jugadores que nos representaron dignamente. Eso me hizo muy feliz”, agregó mientras removía sus pensamientos más profundos.

Sobre el estado actual del voleibol en Cuba lució certero. “Tenemos talento, pero hay que trabajar con mayor ahínco. La Revolución brinda muchas oportunidades, no obstante, debemos apoyarnos más en la familia, que es la que inculca los valores, un arma que históricamente brindó buenos resultados”.

José Antonio Tati Mendoza es una de las numerosas glorias deportivas de nuestro país. A pesar de su longevidad, su sabiduría y lealtad todavía tienen el filo necesario para vigorizar al movimiento deportivo en las batallas actuales y las que se avecinan.

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