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Hace tiempo ya el Festival del Caribe fue calificado como “sui géneris diplomacia cultural”. El término, lejos de desdibujarse con el paso de una y otra edición, se revalida rotundamente y la 36 Fiesta del Fuego (Santiago de Cuba, del 3 al 9 de julio) lo confirmó.
Cada uno de sus momentos consolidó tal idea no ya por mandato expreso, sino por espontánea esencia, mostrada, demostrada y continuada desde 1981, cuando Joel James y un pequeño grupo de artistas e intelectuales santiagueros dieron vida al Primer Festival de las Artes Escénicas de Origen Caribeño, devenido luego Festival del Caribe, sin necesitar más que ese nombre, o uno más simbólico aún: Fiesta del Fuego, para convertirse en cobija y sostén de lo popular/tradicional de la región, de la unidad y defensa de valores identitarios.
Sería sin duda errático pensar que únicamente es folclor exhibido en plena calle por intermedio de las más diversas expresiones del arte en singular binomio con el pueblo.
El Festival, es de los eventos del país de mayor convocatoria, con algo más de 2 mil participantes de 25 países en este 2016, es eso y más.
Uno de sus méritos está en el equilibrio que logra establecer entre las investigaciones que se concretan en la academia y las expresiones de la cultura popular portadas por grupos que cotidianamente, en las comunidades de cualquier rincón del Caribe, por apego a sus orígenes, defienden el legado de sus ancestros, bien sea la música, la danza, la culinaria, la religión, la oralidad, la pintura, la literatura…
Esta 36 edición no fue menos y tornó realidad la aspiración de acercar cada vez más los saberes populares y los académicos, una idea defendida por la Casa del Caribe, institución rectora de cada Fiesta del Fuego.
Y como cultura, nación, resguardo de lo autóctono y unidad se entretejen en el jolgorio de cada julio, resultaron expeditos la solidaridad con Ecuador como país al cual estuvo dedicado, la soberanía de Venezuela con el encuentro Hugo Chávez, la pasión que nos une, además de las ocasiones distintivas para celebrar los 90 años de Fidel Castro Ruz también conmemoraron el centenario de José Soler Puig y el décimo aniversario de la desaparición de Joel James.
Y si bien la apoteosis caribeña se aplacó justo con el cierre del encuentro, cuando las llamas consumieron al Diablo, en alusión a lo malo que se quema, el 37 Festival dedicado a Bonaire ya vibra en Santiago de Cuba porque lo popular lo acuña: donde fuego hubo, cenizas quedan.
