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Los cubanos ante la Enmienda Platt

enmienda Platt 1

 

La convocatoria a elecciones para delegados a una Asamblea Constituyente en 1900; es decir, durante la ocupación militar de Cuba por Estados Unidos, incluyó no solo la redacción y aprobación de una Constitución para Cuba, sino el deber, como parte de ella, de acordar las relaciones que habrían de existir entre Cuba y Estados Unidos. Este asunto provocó muchas dudas, prevenciones y protestas. Por esta razón, el 1º de enero de 1901, cuando la Convención adelantaba la confección de la Carta Magna, el periódico El Fígaro dio a conocer un concurso a partir de un párrafo escrito por Manuel S. Pichardo, Nicolás Heredia y Gonzalo Aróstegui, del cual se había suprimido una palabra. El párrafo en cuestión decía:

La parte más difícil de la obra de los Delegados, será fijar las relaciones que hemos de mantener con los Estados Unidos, en los órdenes político y económico. En este punto, hasta el presente, no hay más que INDUCCIONES. Sin embargo, el patriotismo de nuestros representantes y el espíritu de justicia y equidad del pueblo americano harán que se harmonicen (sic.) los intereses de ambas Naciones, y que, al cabo, pueda Cuba disfrutar de su soberanía con la satisfacción plena de sus hijos y el respeto de los extraños.[1]

La palabra suprimida (inducciones) debía adivinarse por los que participaran. El 3 de febrero se publicó el resultado, que tuvo 209 respuestas muy ilustrativas del estado de ánimo de quienes quisieron opinar. Incertidumbre fue la más propuesta con 15 remisiones; 12 enviaron dudas; desconfianzas tuvo 11; por esperar fueron 10; 7 personas enviaron proyectos y otras 7 conjeturas; 6 por dificultades y 6 por recelos; pesimismos fue la opción de 3. Hubo muchos vocablos enviados por una sola persona o por dos, como fueron: opiniones, prevenciones, discrepancias, nebulosidades, divergencias, obscuridad, vaguedades, hacer, promesas, composiciones, esperanzas, favoritismo, vacilaciones, obstrucciones, antagonismos, intervención, pesimismos, discordancias, temores, palabras, discusión, entre otras similares. Ninguna propuesta acertó, pero todas muestran la manera en que los remitentes miraban la situación que se avecinaba.

Es conocido que el Senado estadounidense resolvió este asunto con la aprobación el 27 de febrero de la conocida como Enmienda Platt, que era una enmienda a la Ley de Créditos del Ejército, la Cámara dio con celeridad su voto positivo y el presidente sancionó la ley el 2 de marzo. Esto provocó un gran estallido de protesta popular en todo el país, aunque el lugar donde con mayor fuerza habría de movilizarse la población fue la capital, pues era el lugar donde sesionaba la Asamblea. A los gritos de “¡Cuba libre!” y “¡Cuba independiente!” el pueblo mostró su rechazo.

Algunos grupos se manifestaban partidarios de la aceptación con el objetivo de buscar un mejor trato arancelario a los productos cubanos, en lo cual se destacaron las corporaciones burguesas vinculadas al azúcar, al tabaco y al comercio de importación, que desplegaron una fuerte propaganda en la prensa. En el seno de la Asamblea, Joaquín Quílez expresó esta posición de inmediato, que estaría reforzada por una Exposición a la Convención Constituyente del Círculo de Hacendados, que argumentaba en esa dirección, tomando como base la necesidad de conjurar el peligro que representaban Puerto Rico, Filipinas y Hawái para la posición de la producción cubana en aquel mercado, de ahí que mostraba la conveniencia de aceptar la Enmienda Platt. El Centro de Comerciantes hizo declaraciones similares y también la Sociedad Económica de Amigos del País.

Dentro de la Asamblea hubo resistencia por parte de algunos delegados y se decidió enviar una comisión a Estados Unidos para entrevistarse con las autoridades de aquel país. En ese momento El Fígaro volvió a tomar una iniciativa: planteó una encuesta a personalidades con la pregunta: “¿Qué resultado positivo y favorable a Cuba obtendrá la Comisión de la Constituyente que ha ido a Washington?” Algunas respuestas fueron muy escuetas, hubo quien explicó un poco más, pero predominó el pesimismo en cuanto al resultado, y también la voluntad de mostrar dignidad a pesar de no esperar nada positivo realmente. Para Martín Morúa Delgado la Comisión podrá “obtener en Washington una explicación autorizada de las cláusulas de la Ley Platt”; Diego Vicente Tejera creía que “volverán sin traernos nada substancial en la maleta”; para M. Manduley sería una “promesa de aceptar proyecto de resolución como apéndice a la Constitución, aunque se separe de los términos de la Enmienda Platt, en lo económico, promesa de tratado comercial cuando se constituya gobierno”; Ricardo Dolz consideraba que Cuba podía “demostrar ante el mundo que sus hijos se esfuerzan en la defensa de la independencia de la patria”; sin embargo, Eduardo Yero Buduén decía que “no vale la pena anticiparse a los acontecimientos”, mientras que para J. M. Govín sería “todo menos la modificación de la cláusula tercera”. J. Lorenzo Castellanos dijo que “ningún resultado favorable de carácter positivo inmediato”, en tanto el dueño del ultraconservador Diario de la Marina, Nicolás Rivero, consideraba que “si acepta lo substancial de la ley Platt (…) la promesa de rebajas arancelarias para el tabaco y el azúcar cubanos”, Mariano Arañaburu Machado creía que “como negociación diplomática, ninguno” y F. Figueredo afirmaba que “la Ley Platt debe cumplirse, la presencia de la Comisión en Washington tendrá saludables efectos en nuestros destinos pues (…) se podría modificar su ejecución y hacer de la Cláusula tercera letra muerta”; mientras en opinión de Enrique Collazo “los comisionados vendrán con los pies fríos y la cabeza caliente.” Este patriota entendía que “Los imperialistas americanos son como los monos, que cuando cogen la nuez no la sueltan, aun a riesgo de ser cogidos en la trampas.// La trampa es la intervención, la nuez es Cuba (…)”. [2]

Cuando se discutía la Enmienda Platt, la décima popular reflejó el sentimiento colectivo y en “Las carboneras” Ramitos utilizaba cierta diplomacia para dejar sentada su posición:

(…)

Que haya alianza verdadera

Que eso nos dará la vida

Pero en mi Cuba querida

No queremos Carboneras.[3]

Mientras un poeta anónimo decía: “Lo que pide el pueblo cubano al pueblo americano

¡Cuba independiente sin carboneras!”

(…)

Que acabe la Intervención

es lo que quiere el cubano,

que para aliado y hermano,

ya son las pruebas bastante

que si Goliat fue un gigante

era David un enano![4]

Juan Gualberto Gòmez le ofreciò tenaz resistencia

Como es conocido, hubo una votación el 28 de mayo que arrojó un resultado de 15 votos a favor y 14 en contra, donde se incluían las aclaraciones realizadas por Elihu Root a la Comisión que visitó Estados Unidos, pero no era válido, pues el Gobierno norteamericano dejó clara su posición: había que aprobar el texto que era ley en los Estados Unidos sin ninguna añadidura ni modificación ni aclaración. Una nueva votación el 12 de junio aprobó el documento por 16 votos contra 11.

Hubo expresiones de dolor ante la decisión de la Asamblea, aunque también hubo opiniones de que, al menos, se había conjurado el peligro de no poner fin a la ocupación militar. De cualquier manera aquella coyuntura había mostrado claramente el mayoritario sentimiento independentista en el pueblo cubano y, como parte de ello, en algunos casos se identificaron rasgos esenciales del imperialismo naciente en Estados Unidos. El 27 de mayo, cuando se discutía la votación, Bonifacio Byrne había escrito Lasciate. Elegía a Cuba, dedicada a Juan Gualberto Gómez, quien ofrecía tenaz resistencia en el seno de la Constituyente, donde el poeta reflejaba el rechazo ante la imposición, y la manera hipócrita en que se trataba de hacer:

(…)

¿Conformarnos? ¡Oh, no! No se conforma

Enmienda Platt, su creador el senador Orville Platt

la tímida gacela a que la inmole

el hambriento león, ni el toro hirsuto

a inclinar la cerviz. ¡Los que han sabido

quebrantar sus cadenas, no serviles

aceptarán la esclavitud! Inútil

que disfrazada llegue, bajo el manto

con que cubre la vil hipocresía

su aleve faz desde que el mundo es mundo.

¡Es la de Áyax una actitud gallarda!

Enseñándole el puño al firmamento,

la protesta en el labio y en los ojos,

y el rencor, como víbora, enroscado

en el fondo del alma, sin eclipses,

repudiando la mano que nos tiende

−¡mano de mercader!− la tenebrosa

Codicia ruin, sin corazón ni entrañas.[5]

El pueblo mostró por múltiples vías la poesía, las manifestaciones y otras variadas formas de expresión, la posición dominante en las masas populares: el rechazo a la Enmienda Platt.

 

Notas

[1] El Fígaro, 3 de febrero de 1901. Año XVII, Núm. 35, p. 51

[2] El Fígaro, 28 de abril de 1901, Año XVII, Num. 16, pp. 173 y 174.

[3] La nueva lira criolla. Guarachas, canciones, décimas y canciones de la guerra por un Vueltarribero. 5ta edición aumentada. La Moderna Poesía, Habana, 1903 Ob. Cit., p. 259.

[4] Ibíd., pp. 177-178.

[5] Urbano Martínez Carmenate: Byrne, el verso de la patria. Ediciones Matanzas, 2013, p. 147.

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