Leonor: De emergente a designada

Leonor: De emergente a designada

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El desempeñarse como metodóloga no aleja a Leonor del aula, ese espacio que tanto ama. Foto: Betty Beatón.
El desempeñarse como metodóloga no aleja a Leonor del aula, ese espacio que tanto ama. Foto: Betty Beatón.

 

Con tan solo 31 años de edad Leonor Ramírez Isaac, una santiaguera que desborda lozanía y talento, es de esas cubanas que cotidianamente aportan al país a la usanza martiana: sin llamar al mundo para que la vea pasar.

Con toda su juventud ha tenido una vida intensa, marcada por etapas que le definieron su pasado y presente, y se tornan, sin duda, anunciación de lo que debe ser el futuro.

El primer gran momento ocurrió cuando aún siendo pionera de noveno grado alcanzó el carné de la Unión de Jóvenes Comunistas, luego vino el preuniversitario, la dirección de su comité de base, la vocación por el magisterio, reforzada cuando al fallecer uno de los maestros de Geografía asumió buena parte de esa docencia, y finalmente la decisión de responder al llamado de Fidel y formarse como profesora general integral (PGI) de secundaria básica.

“Aquello fue radical e impactó mucho en mi familia —comenta Leonor—, nadie en casa tenía que ver con el magisterio y no lo querían para mí, súmele a eso que la profesión no era ni es reconocida como debiera serlo, por eso el nombre con el que nos bautizaron me venía como anillo al dedo: valientes”.

Valentía multiplicada

La intensidad de las jornadas de estudios concentrados durante 10 meses, en las que como lluvia de meteoritos se le unieron los contenidos de ciencias y de humanidades, además de las responsabilidades como vicepresidenta de la Federación Estudiantil Universitaria, le dieron el entrenamiento necesario para enfrentar lo que vendría después.

“Me ubicaron en La Habana, en la secundaria Vicente Ponce, del municipio de Plaza de la Revolución, allí estuve dos cursos frente a un aula, sin abandonar la licenciatura, de la cual me gradué estando ya en Santiago de Cuba”.

Desde entonces a la fecha Leonor ha tenido que ser valiente muchas veces más, como si se preparara a sí misma constantemente, y como si también toda su generación de colegas “emergentes” pasaran bajo la mira crítica de una sociedad que no siempre entendió la urgencia de aquellos tiempos en los que con premura se formaron miles de maestros, muchos de los cuales hoy continúan frente a un aula, confirmando el gusto por la profesión y los deseos de seguir aportando a ella.

“Un momento muy especial fue cuando me designaron guía base de la Organización de Pioneros José Martí en la secundaria Armando García de la ciudad de Santiago de Cuba. Eso complementó mi preparación como docente, amplió mis horizontes, me renovó los bríos con ese desenfado y espontaneidad que caracterizan al mundo pioneril.

“A la luz de este 4 abril en que celebramos los 55 años de la OPJM es un privilegio el estar vinculada a ella todavía, es una de las tantas ventajas que le veo al trabajo en secundaria básica, son muy fuertes los lazos con esa organización, yo la siento cercana y querida, tanto como a la Unión de Jóvenes Comunistas, en cuyas filas me mantuve hasta hace poco en que pasé a militar en el Partido”.

Subiendo la varilla

Desempeñarse como directora de una secundaria básica nunca estuvo entre los planes de Leonor, por eso se sorprendió tanto cuando la llamaron para asignarle una tarea que ella vio como de gigantes.

“Tremenda responsabilidad a mis 25 años, el susto me duró por largo tiempo, pero me reconfortaba saber que otros jóvenes como yo también estaban cumpliendo ese rol, fuimos varios en Santiago de Cuba.

“Por un lustro trabajé en la secundaria básica Fe del Valle, ahí culminé la maestría, me tocó liderear el proceso docente-educativo y a la vez estar pendiente de todos los detalles constructivos de la reparación capital de la escuela; sin duda fue una etapa intensa pero bella, no solo por el trabajo sino porque también me crecí como mujer, como madre, pues nacieron mis dos hijos.

“Ahora cumplo otra misión, soy metodóloga municipal de Ciencias Naturales, una nueva perspectiva del quehacer pedagógico que igual me motiva y me complace, tanto como el aula, ese espacio recurrente en la vida de un maestro del cual no me he desprendido, y no creo que pueda hacerlo”.

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