Una mirada al «ideal» del deporte cubano (I Parte)

Una mirada al «ideal» del deporte cubano (I Parte)

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Hassan Pérez Casabona

Soltando el brazo en el bullpen…

Felipe Guerra Matos, primer director de la Dirección General de Deportes, junto al líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro.
Felipe Guerra Matos, primer director de la Dirección General de Deportes, junto al líder de la Revolución, Comandante en Jefe Fidel Castro.

En las calles el debate giraba en torno a los extraordinarios acontecimientos ocurridos apenas unos días atrás, cuando la dirección revolucionaria adoptó una decisión que muchos, probablemente, no aquilataron entrañaría colosal significación en el futuro, trascendiendo incluso el ámbito específico de la esfera con la que se relacionaba.

Las opiniones del pueblo se concentraban por aquella fecha, enero de 1959, en el estremecimiento telúrico provocado por la cadena de hechos que, en avalancha, se sucedieron en las últimas jornadas y cuyas resonancias se extendían igualmente a velocidad supersónica por los más insospechados parajes de la geografía universal.

Primero fue la noticia, expandida como pólvora, de la huída relámpago del sátrapa Fulgencio Batista, que durante un cuarto de siglo esquilmó a la Mayor de las Antillas (desde que se las agenció, sin escrúpulo alguno, para escalar posiciones a partir del golpe de estado del 4 de septiembre de 1933), mientras se desempeñaba como uno de los principales testaferros del imperialismo en el hemisferio.

Luego, el discurso de Fidel en el Parque Céspedes de Santiago de Cuba -intentando resumir la intensidad sideral de aquellas faenas- encendió una luz; antesala a la vez del paso en caravana de los jóvenes barbudos por poblados y ciudades, sobre los que se agolparon con entusiasmo desbordante hombres y mujeres, entregándonos imágenes legendarias que, seis décadas más tarde, preservan el halo místico con que originalmente se divulgaron.

Rematando la apoteosis –no ha sido aún suficientemente narrada la forma en que caló el júbilo a lo interno de los diversos sectores sociales- las palabras premonitorias del líder guerrillero en el campamento de Columbia (una paloma sobre su hombro y la pregunta de ¿voy bien Camilo? le confirieron matiz especial a la multitudinaria concentración) despertaron esperanza, con potencia y autenticidad nunca antes vista en nuestros predios, en la misma medida que convocaron a la consagración porque, “quizás en lo adelante todo será más difícil”. [1]

Eso sí, el nuevo amanecer que se avizoraba en el horizonte sería asumido desde la más profunda participación ya que, definitivamente, había llegado para nuestro archipiélago la era martiana de fundar una república “con todos y para el bien de todos”.

En eso andaba cada cual justo cuando el Comandante en Jefe creó, aquel 13 de enero, la Dirección General de Deportes (DGD), asignándole las riendas de la misma al capitán manzanillero Felipe Guerra Matos. Desde la arrancada la misión estuvo nítida: “llevar el deporte tan lejos como sea posible”. [2]

A partir de ese instante y, especialmente después de la fundación del Instituto Nacional de Deportes y Educación Física (INDER), el 23 de febrero de 1961 (cuyo 55 aniversario acabamos de celebrar) se comenzó a tejer una historia plagada de heroicidades, cuyos hacedores emergieron de la más raigal estirpe popular.

No es posible en el presente trabajo hacer un examen detallado de cada conquista, ni de los diferentes períodos por los que ha transitado el movimiento deportivo insular, aunque de ambos asuntos nos ocupemos en medida somera en estas líneas.

El propósito cardinal del mismo, en realidad, es hilvanar algunas valoraciones sobre el panorama atlético contemporáneo (con particular énfasis en nuestro pasatiempo nacional: la pelota) y varios de los principales desafíos que se ciernen sobre esta actividad de notable impacto, por lo que ella representa, en la cotidianidad de nuestro pueblo. Nuestro análisis toma como asiento las profundas dimensiones socioculturales del quehacer deportivo, expresión tangible, al mismo tiempo, del proyecto socialista edificado durante las últimas décadas.

Partiendo la goma…

En los Juegos Panamericanos de Cali 1971, Cuba ascendió al segundo lugar de la tabla de medallas.
En los Juegos Panamericanos de Cali 1971, Cuba ascendió al segundo lugar de la tabla de medallas.

Los cubanos tenemos el privilegio de estar al tanto, en detalles, de los principales acontecimientos deportivos que ocurren en cualquier punto de la geografía planetaria. Es un lujo que, si bien disfrutamos desde décadas atrás, hemos intensificado en los últimos años gracias a una voluntad de nuestro estado, que se materializa mediante el concurso de numerosas entidades, con el Instituto Cubano de Radio y Televisión a la vanguardia.

Cuando las señales audiovisuales y sonoras que recibimos toman como punto de partida los denominados eventos múltiples –llámense Juegos Olímpicos, Panamericanos o Centroamericanos y del Caribe- el jolgorio es aún mayor, al punto de que muchos reservan en esa fecha sus vacaciones, para no perder ni un solo detalle de lo que sucede en los bellos escenarios donde se dirimen enconadas porfías.

No en balde la mayoría sentimos en esos instantes –parafraseando las palabras del compañero Fidel a propósito de una de esas citas- que corremos, saltamos, lanzamos o rematamos, dando rienda suelta de paso a una irrefrenable pasión hacia actividades que en verdad desbordan los marcos deportivos, para entroncar con lo más profundo de la identidad sociocultural que nos define como nación. [3]

Estos certámenes se erigen, invariablemente, como medidores del poderío atlético de una nación. Teniendo en cuenta que ellos se efectúan de forma intercalada, prácticamente todos los años cada uno de los componentes del alto rendimiento –deportistas, entrenadores, preparadores físicos, médicos, fisioterapeutas, federativos y dirigentes del sector-, se someten de manera pública a un escrutinio con muy arraigadas repercusiones sociales.

Desde esa óptica estamos en presencia de una esfera suigéneris la cual posee, como ninguna otra, la extraordinaria capacidad de congregar a los diferentes sectores de un país, con independencia del área geográfica de la que se trate, involucrándonos a todos en sus resultados. Ello hace que, en Namibia, Francia, Jamaica, China, Venezuela, Estados Unidos, Cuba y cualquier otro punto de la geografía planetaria, una buena parte del público se considere experto en una o varias disciplinas, exigiéndoles a sus representantes desempeños en correspondencia con la aspiración vencedora intrínseca al quehacer competitivo.

En el caso de la mayor de las Antillas nos encaramamos al podio desde los Centroamericanos de Panamá en 1970, y al segundo lugar de los Panamericanos en Cali, celebrados en 1971. A nivel continental no habíamos abandonado dicho sitial hasta el descenso al cuarto escaño en predios canadienses el año 2015.

Vista así, la actuación de nuestra comitiva en tierras de los Grandes Lagos, entre el 10 y el 26 de julio del 2015, es la más discreta de los últimos 45 años, igualmente en lo cualitativo, ya que la cosecha de 36 metales dorados es la más baja desde que en la emblemática ciudad colombiana -escenario donde el triplista Pedro Pérez Dueñas estampó el primer récord mundial de nuestro movimiento deportivo revolucionario, con su estirón felino hasta los 17, 40 metros-, consiguiéramos 30 pergaminos. Asimismo, desde tiempos inmemoriales no quedábamos por debajo del centenar de preseas, algo que meses atrás se materializó al no poder traspasar el simbólico umbral, incluyendo las 27 de plata y las 34 de bronce obtenidas.

Quizás uno de las cuestiones que más impactó fue el hecho de que, previo a la justa, las autoridades del sector manifestaron en todas las comparecencias, de manera categórica, que nuestra embajada estaba en condiciones de retener el segundo puesto, aspiración que, a todas luces, se antojaba sumamente difícil teniendo en cuenta los múltiples factores que resulta imprescindible contemplar, para que se consumara una afirmación de esa envergadura.

Que estuviéramos dispuestos a pelear para mantener lo que ganamos por derecho propio, como ocurrirá siempre, es algo que todos respaldamos y aplaudimos, pero bien distinto es confundir ese anhelo legítimo con la realidad que nos circunda. Ello influyó en los desajustes de cálculo, por una parte, y en la manera en que la mayoría de los aficionados, por otra, percibió cómo se iba presentando la competencia.

La dupla de clavadistas: José Antonio Guerra y Jenkler Aguirre, sacaron un título inesperado en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.
La dupla de clavadistas: José Antonio Guerra y Jenkler Aguirre, sacaron un título inesperado en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.

Los hechos, como un mazazo especialmente para las generaciones que nunca habían observado una foja tan exigua para las congregaciones cubanas, dejaron a las claras casi desde la tercera fecha de actividades, no solo que resultaría imposible contender con los anfitriones, sino que Brasil estaba en condiciones favorables, como finalmente hizo, de dejarnos tendidos antes de romper el estambre.

En los días subsiguientes comenzó a hablarse de San Antonio a Maisí, peor aún, no solamente del presagio de abandonar nuestro sitial histórico, sino de que incluso Colombia, una delegación fuera del radar de los técnicos cubanos, nos pondría en tención hasta el último instante, en el desafío por el cuarto lugar de la tabla de posiciones.

Debimos preparar con mayores elementos de juicio a nuestra exigente afición, sin atrincheramientos ni fanatismos, sobre la posibilidad real de no regresar con el botín acostumbrado (por razones de la más diversa y compleja índole) sin que por ello se demeritara, en modo alguno, las páginas que cada uno de los integrantes de la delegación estaba motivado a escribir en el principal enclave de la provincia de Ontario.

Digo más, siempre tuve claro que esta vez nuestra porfía sería por el tercer lugar con Brasil (que sí pudimos objetivamente ganar) y no por el segundo contra Canadá. Una simple combinación de razonamientos históricos y actuales nos aconsejó a muchos llegar a esa conclusión: en Winnipeg 1999 superamos a los anfitriones solo por cinco doradas (69 por 64), ahora estábamos lejos de concursar con la misma potencia de aquella ocasión –reparemos únicamente en las modalidades colectivas- a lo que tendríamos que añadir la nada desdeñable situación de que en Toronto no participamos en más de cien pruebas previstas dentro del cronograma aprobado.

Fue tanto el empuje de los anfitriones (78-69- 70: 227) que sumó más doradas que Cuba y Brasil juntos, ya que los cariocas se marcharon con (41-40-60: 141). No debe esgrimirse tampoco el criterio apriorístico, expresado por algunos, de que los organizadores ganaron tantos vellocinos dorados porque la representación estadounidense se debilitó con respecto a otras ediciones. Eso –sin negar casos concretos- no es cierto de manera general, pues los de las barras y estrellas lograron por primera vez desde Santo Domingo en el 2003, rebasar el centenar de doradas (103-81-81: 265) algo que no hicieron en Río de Janeiro y Guadalajara, cuando se quedaron en 97 y 92 de oro, respectivamente.

Nuestra actuación es resultado de un sinfín de elementos que confluyeron sobre los resultados obtenidos: desde las innegables carencias asociadas a las dificultades económicas por las que atravesamos (agraviadas por el criminal bloqueo que perdura desde febrero de 1962) pasando por el abandono de un significativo número de deportistas de diferentes escuadras, o el hecho de que ha mermado la práctica en la base, piedra angular de nuestro sistema atlético; a lo que tendríamos que incorporarle, si nos referimos al despegue experimentado por otras naciones, que muchos de los más capacitados entrenadores cubanos se encuentran diseminados a lo largo y ancho de la geografía continental (y en otras latitudes) contribuyendo con su experiencia a formar deportistas de primer nivel, cuestión que sin chovinismo alguno nos llena de orgullo.

Estamos llamados a realizar un análisis exhaustivo en cada modalidad pues, a diferencia de lo que ocurría tradicionalmente cada cuatro años, donde la abrumadora mayoría de las disciplinas experimentaban un crecimiento, en esta ocasión solo cinco (canotaje, gimnasia artística, taekwondo, tiro y clavados) mejoraron la actuación precedente de Guadalajara.

La actividad atlética tiene que incorporar, en mayor cuantía, el papel de la ciencia dentro del diseño de todos los componentes que tributan a los elencos nacionales, lo mismo que en el alto rendimiento. Si ello no se interioriza conscientemente por entrenadores y el resto de los que participan en la formación y crecimiento de un deportista, no podremos encarar los desafíos que impone la contemporaneidad.

Al alcance de nuestras manos aparece un enorme potencial: los recursos humanos formados en la Universidad de las Ciencias de la Cultura Física Comandante Manuel Fajardo y el resto de las instituciones de la Educación Superior, que son una mina de oro aún por explotar a plenitud. [4]

Al mismo tiempo como la dialéctica es, en la definición de Engels, la ciencia de la concatenación universal, no podemos ignorar que si varios países de la región están poniendo en marcha programas de captación, preparación y atención de atletas similares a los implementados por nosotros, y poseen además mucho más población, instalaciones y recursos económicos, ello presupone que un día alcancen resultados en correspondencia con dicha filosofía de trabajo.

No puede animarnos en el necesario e impostergable debate que debe sacudir a la infraestructura deportiva, universidades, centros de estudio, prensa especializada y público en general, posiciones dogmáticas que nos impidan aquilatar la espina dorsal de un asunto tan sensible como este.

Hay que estar imbuidos de una mirada que comprenda la interdependencia existente entre cada parte del todo, que nos lleve a su vez a desarrollar valoraciones complejas desde una óptica transdisciplinaria, en la que ningún participante está desvalido con relación a los demás. Encontrar el equilibrio que facilite justipreciar cada eslabón del sistema será más productivo que intentar hallar la paja en el ojo ajeno.

Rumbo a los cinco aros…

El equipo masculino de voleibol, única selección clasificada por Cuba para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.
El equipo masculino de voleibol, única selección clasificada por Cuba para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.

Hasta el momento de redactar estas líneas tenemos clasificados para la justa que albergará este verano Río de Janeiro, 69 atletas de 11 deportes, distribuidos en 23 de atletismo; tiro deportivo (7), boxeo (7), remo (3), lucha (10), pentatlón moderno (2), gimnasia artística (1), canotaje (1), ciclismo (2) y taekwondo (1).

A esta relación acaban de incorporarse los doce integrantes del elenco de voleibol masculino dirigido por Rodolfo Sánchez, que ganó espectacularmente su boleto en Edmonton en los primeros días de enero de este año, derrotando tres sets a cero a Puerto Rico, México y los anfitriones canadienses, favoritos antes de la competencia, no solo por que ocupan un mejor escaño dentro del ranking mundial (el décimo los de la hoja de maple por el 15 los nuestros) sino porque nos habían vencido, con relativa facilidad, en los últimos encuentros celebrados.

El triunfo no solo garantizó el retorno a las citas estivales del deporte de los “súper reflejos”, cuya última incursión se remontaba a Sídney 2000, sino que implicó que algún equipo cubano vuelva a lidiar bajo los cinco aros, luego de que en Londres, cuatro años atrás, no interviniera ninguna formación colectiva adiestrada en casa.

En Beijing 2008 lo habían hecho el conjunto de béisbol, que alcanzó la presea de plata luego de caer dramáticamente en la final ante Corea del Sur, y la que podríamos llamar última representación de las “Espectaculares morenas del Caribe”, que consiguió el cuarto escaño, después del bronce en Atenas 2004 y las tres coronas consecutivas obtenidas en Barcelona 1992, Atlanta 96 y Sídney.

Hay que destacar que en el éxito en Canadá, resultó decisivo el desempeño de Rolando Cepeda, Javier Jiménez, Osmani Uriarte y Livan Osoria, los jugadores antillanos de la malla alta contratados en ligas foráneas (Cepeda y Jiménez en Grecia, Uriarte en Turquía y Osoria en Argentina) quienes indiscutiblemente han experimentado un crecimiento en su accionar dentro del mondoflex, a partir de la experiencias adquiridas en aquellos certámenes.

Ese cuarteto se sumó con renovados bríos en las postrimerías de diciembre a la preparación que en La Habana desarrolló el resto del plantel plagado de jóvenes, que contó además con la asesoría de Gilberto Herrera, catalogado por los entendidos junto a Orlando Samuells como los entrenadores más exitosos del voleibol masculino antillano de todos los tiempos.

Como expresión de la nueva etapa que se abrió con la inserción de nuestros atletas en ligas extranjeras –que analizaremos más adelante- ellos nos representaron en la competencia principal en esta etapa, para luego retornar a sus respectivos clubes y en mayo, nuevamente, incorporarse a la selección nacional para contender dentro de la Liga Mundial.

El propósito es participar en la Ciudad Maravillosa en alrededor de 20 disciplinas, con una cifra superior a los 110 que lo hicieron en la capital británica, y en Atenas, pero por debajo de las comitivas que nos representaron desde Moscú, en 1980 a la lid acogida en predios australianos en el 2000. Precisamente en Sidney alcanzamos el tope de concursantes, con 238; 87 de ellos féminas. En esa relación hubo varios elencos con el uniforme de las cuatro letras.

Escrutar estos datos nos revela dos ideas centrales: cada vez es más difícil obtener un cupo para asistir a una olimpiada y es innegable que, en la mayoría de las modalidades en las que antaño cosechamos resultados de ensueño, hemos involucionado durante el presente milenio.

Aunque la brevedad de esta ponencia nos impide examinar cada una de las razones que han influido en ese retroceso, queremos destacar que para acometer esa tarea (necesaria e impostergable) resulta imprescindible el estudio del pensamiento del Comandante en Jefe, principal inspirador del movimiento atlético antillano y artífice de la concepción del deporte como derecho del pueblo, premisa para, en primer lugar, elevar la calidad de vida de la población y contar, después, con una cantera que nos permita, mediante una sistema de enseñanza especializado vigoroso, alcanzar resultados relevantes en los principales certámenes a escala global.

Especial significación, en esta línea, tiene su reflexión “Para el honor, medalla de oro”, en la que realizó una evaluación exhaustiva a raíz de la actuación cubana en la cita olímpica de Beijing, donde únicamente alcanzamos dos títulos (aunque con 11 medallas de plata e igual cantidad de bronce) y descendimos hasta el lugar 28; luego de aparecer ininterrumpidamente entre los 11 primeros, desde la edición de Montreal 1976 a la de Atenas en el 2004, incluyendo la proeza de finalizar cuartos en Moscú 1980 (8 de oro, 7 de plata y 5 bronces) y quintos en Barcelona 1992 (entre 169 países) con 31 preseas, de ellas 14 coronas, 6 subtítulos y 11 terceros lugares.

“El hecho de que participen más naciones y las competencias sean más duras es en parte una victoria del ejemplo de Cuba. Pero nos hemos dormido sobre los laureles. Seamos honestos y reconozcámoslo todos. No importa lo que digan nuestros enemigos. Seamos serios. Revisemos cada disciplina, cada recurso humano y material que dedicamos al deporte. Debemos ser profundos en los análisis, aplicar nuevas ideas, conceptos y conocimientos. Distinguir entre lo que se hace por la salud de los ciudadanos y lo que se hace por la necesidad de competir y divulgar ese instrumento de bienestar y de salud. Podemos no competir fuera del país y el mundo no se acabaría por eso. Pienso que lo mejor es competir dentro y fuera, enfrentarnos a todas las dificultades y hacer un uso mejor de todos los recursos humanos y materiales disponibles”. [5]

En la urbe carioca existen potencialidades para un desempeño meritorio (el propósito es quedar entre los 15 primeros de la tabla de posiciones, posición que se obtuvo en Múnich 1972) sustentado en lo que puedan aportar, principalmente, el boxeo, el atletismo, la lucha, el judo, el taekwondo y una figura como Manrique Larduet en la gimnasia artística. Si ello ocurriera, como deseamos, no implicaría automáticamente, ni mucho menos, que hayamos superado todas las deficiencias que lastran hoy al deporte cubano.

Es importante, asimismo, que no olvidemos que tanto en Río de Janeiro como en los eventos venideros en que intervengamos, lo verdaderamente trascendente, además de luchar hasta el instante final por la victoria, es asumir el espacio que propicia el desarrollo de esos juegos como plataforma excepcional para consolidar los valores de integración entre nuestros pueblos. Ese espíritu, y la certeza de retornar con la medalla de la dignidad, deben ser siempre las divisas esenciales de cada embajada deportiva antillana, expresión en sí misma de los mejores valores de una juventud comprometida con su tiempo y, fundamentalmente, con su futuro.

El béisbol en varios tiempos: no se le puede pedir peras al olmo.

La historia, que no es un amasijo inerte de acontecimientos, está llena de símbolos y en el caso del béisbol antillano también las vitrinas reflejan el duro bregar en diversas geografías.

Si bien durante cuatro décadas nos acostumbramos a barrer, literalmente, con cuanto rival encontrábamos en el camino ese no ha sido el panorama reinante a lo largo del último decenio, dentro de los diamantes beisboleros.

Baste decir que, desde la épica victoria en Santo Domingo 1969, con Gaspar el “Curro” Pérez vestido de héroe, hasta el triunfo en Holanda 2005, con Eduardo Paret premiado como el mejor jugador de la lid, hilvanamos una seguidilla de títulos universales que no encontraba paragón en otro equipo nacional, en latitud alguna, de cualquier disciplina.

El team Cuba fue durante ese largo período sencillamente imbatible, aunque se escapara determinada diadema, como las de la Copa Intercontinental de Edmonton en 1981 -que relegó a un segundo plano el jonrón de Pedro Medina ante a los norteamericanos-, o la de los Juegos Centroamericanos de 1982, sin dudas la más dolorosa por actuar como anfitriones, atribuida en buena medida a la conformación de un conjunto en el que no se incluyeron notables figuras del momento; o la de Sídney 2000, bajo los cinco aros, enfrentando a un Ben Sheets, que más tarde se destacó fundamentalmente con los Cerveceros de Milwaukee.

El segundo lugar de Cuba en el I Clásico Mundial de Béisbol (2006), ha sido el resultado más grande del siglo XXI de nuestra pelota
El segundo lugar de Cuba en el I Clásico Mundial de Béisbol (2006), ha sido el resultado más grande del siglo XXI de nuestra pelota

Fue una belle epoque que imantó todos los ámbitos del deporte antillano. El boxeo fungía como buque insignia en los eventos múltiples, como aportador de medallas, pero la pelota marcaba la impronta de nuestra cotidianidad, insuflándonos un sentimiento de orgullo patriótico difícil de describir, o comprender, para los que no habitan el verde caimán.

Es real que, en diferentes ocasiones, los contrincantes pusieron a prueba todos nuestros músculos e inteligencia pero, invariablemente imponíamos la singularidad que distinguía a nuestras novenas, construyendo así una mística que rebasó los terrenos de juego, para insertarse en el más arraigado imaginario popular.

Tuvimos unos cimientos tan sólidos que, a la hora de encarar el I Clásico Mundial en el 2006, el certamen de mayor jerarquía de la historia sesquicentenaria de esta modalidad a nivel planetaria, lo hicimos con una entereza, deportivamente hablando, que consternó a muchas de las súper estrellas que se reunieron para la cita.

Desafortunadamente, tanto la leyenda de triunfos que edificamos, como el espíritu que nos acompañó, al que le era consustancial la seguridad dentro de las dos líneas de cal, por muy compleja que fueran las circunstancias, se han erosionado sensiblemente, al punto que los adversarios no solo dejaron de temernos, como sucedió en el pasado, sino que muchos declaran, sin rubor alguno, que nos prefieren como contrincantes.

Los hechos, portadores de una riqueza tangible que excede cualquier pretensión mental, le han dado la razón a quienes se comportan así, mientras que de nuestro lado nos hemos resignado a plantear, utilizando una retórica que siempre criticamos, bocadillos del tipo “ya identificamos un banco de problemas” o, el más socorrido de todos, “acumulamos experiencia que nos será útil en las próximas competiciones”.

Lo cierto es que ya no estamos a la vanguardia, ni los carteles que anuncian la cinta de estreno giran alrededor de la presentación de la novena antillana. Hace ya prácticamente una década dejamos de aparecer en el proscenio, descendimos de protagonistas a actores de reparto, y esa realidad, que lacera, solo puede ser revertida, para escalar nuevamente las posiciones de excelencia, exclusivamente si primero interiorizamos en toda su magnitud la situación actual y luego procedemos a reformularnos, sin tapujo alguno, cada estrategia empleada.

No es hora de remedios parciales, a la manera de curitas de mercuro cromo, sino de emprender el más profundo de los análisis, de donde surjan decisiones trascendentales que, desde la práctica en la base, pasando por el estado de los terrenos en todo el país, hasta la estructura de las competencias provinciales, revelen la esencia de un fenómeno muy preciado para los cubanos.

No hablamos de discusiones festinadas, donde alguien parta de contar con la verdad absoluta; ni de deliberaciones infinitas que en realidad devienen en conversaciones de sordos, donde ninguna de los actores transforma su posición previa, sino de un diálogo sustentado en el compromiso infinito con el principal pasatiempo nacional, insertado hasta los tuétanos en lo más hondo de la conciencia social de nuestro pueblo.

Tenemos que integrar, motivar, sumar, planificar con suficiente antelación, prever, diseñar los probables escenarios (resaltando cómo actuar ante el circuito más adverso, no regodeándonos con el que deseamos, ignorando así que lograr la materialización del “final feliz” es siempre la empresa más delicada) si en realidad aspiramos a contender dentro de un contexto extraordinariamente difícil donde los cubanos, como en otros aspectos que nos han hecho sobresalir en múltiples frentes desde que escogimos el camino de la emancipación, debemos lidiar a contracorriente.

En la etapa moderna a los grandes eventos no se acude invocando golpes de suerte, como vía para conjurar las falencias (el caso mexicano derrotando a Canadá en el Premier 12 es la expresión de que algunos lo apuestan todo a ese reducto, que responde básicamente a los mecanismos de la ruleta rusa) sino con una arsenal compacto que te permita encontrar las variables adecuadas, a las disímiles exigencias que se presentan durante el camino. El accionar de Korea en el noveno episodio del cruce frente a Japón en el propio evento es un buen ejemplo de ello.

El 1ero de mayo del 2000, Fidel legó al mundo una de sus valoraciones de mayor alcance, al definir qué significa actuar permanentemente como revolucionarios. En una de las partes, que encontró especial resonancia, el Comandante en Jefe afirmó que “Revolución es cambiar todo lo que deba ser cambiado”.

Esa claridad meridiana, en las antípodas del dogmatismo y las soluciones maniqueas, debe inspirar lo que hagamos por nuestra pelota. No podemos temerle a los cambios, ni creer que ellos en sí mismos lo resolverán todo, o que no será necesario volver, una y otra vez, sobre lo que ayer catalogábamos como certero.

Esos son desafíos intrínsecos a la edificación de un sistema atlético, en tanto expresión de una sociedad que se decidió a hablar con voz propia, y cuya principal encomienda en este campo será proseguir garantizando el deporte como derecho del pueblo, así como elevar el rigor en la formación de sus atletas. [6]

Al béisbol nacional le corresponde, es su gran reto hacia el futuro, transitar un sendero suigéneris. Mientras tanto, exigirle a nuestras novenas más de lo que objetivamente pueden aportar es pedirles peras al olmo.

*El presente artículo toma como base la ponencia presentada por el autor en el I Taller Nacional Virtual “El ideal socialista en la sociedad cubana: ayer y hoy”, organizado por el Instituto de Filosofía (adscrito al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente) durante el mes de febrero del 2015.

Notas, citas y referencias bibliográficas.

 

[1] Dijo exactamente el Jefe de la Revolución, ante un pueblo ávido de escuchar sus reflexiones: “Yo sé que al hablar esta noche aquí se me presenta una de las obligaciones más difíciles, quizás, en este largo proceso de lucha que se inició en Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956. (…) Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrotada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil: quizás en lo adelante todo sea más difícil”. Fidel Castro Ruz: “Al pueblo le diremos siempre la verdad”, Discurso pronunciado a su llegada a La Habana, en el campamento militar de Columbia, el 8 de enero de 1959, en: Granma, jueves 8 de enero del 2009, p. 3.

[2] El 29 de enero de 1959, Fidel explicó: “Venimos decididos a impulsar el deporte a toda costa, llevarlo tan lejos como sea posible, pero para ello es necesario la ayuda de todos: de atletas, de dirigentes, de organismos, de comentaristas deportivos…”, a lo que sumó la idea de que “Se va a escuchar a todo el mundo y serán puestas en práctica las medidas que de verdad favorecen al deporte, porque el dinero será invertido honradamente hasta el último centavo”. Mario Torres de Diego: Fidel y el Deporte, Editorial Deportes, La Habana, 2007, p. 19.

[3] El Comandante en Jefe escribió en varias ocasiones durante los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, efectuados en el 2007. En una de ellas señaló: “¿Usted cree que solo disfruta de los Panamericanos? Analice bien, vea que usted a cualquier edad corre, salta, lanza balas, jabalinas, discos y martillos, vuela por encima de las vallas y las pistas, cambia batones, remata, encesta, rema, propina ippones, da una voltereta a su rival, sigue estrategias, se derrama el agua por encima después de correr dos horas y hasta deja de recibir el oxígeno que demandan sus pulmones. ¡Que bello espectáculo el que ofrecen los atletas! Pero usted no solo disfruta; usted participa, sobre todo cuando compiten atletas de su país”. “A pesar de todo”, Ver en: Fidel Castro Ruz: Reflexiones, Tomo 1, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, pp. 213-214.

[4] En los últimos días del pasado año se informó que en el 2015 se graduaron, pertenecientes al INDER, 14 nuevos doctores en ciencias, lo que eleva a 326 el número de profesionales con dicha categoría científica dentro del organismo deportivo, que cuenta además con más de 50 000 profesionales egresados de las universidades y las Escuelas de Profesores de Educación Física.

[5] Fidel Castro Ruz: “Para el honor, medalla de oro”, reflexión del 24 de agosto de 2008, en: Fidel Castro Ruz: Reflexiones, Tomo 2, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, p. 385.

[6] En los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, aprobados el 18 de abril del 2011 en el VI Congreso del PCC, se ratifica dicha voluntad, específicamente en los números 161 y 162.

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2 comentarios en Una mirada al «ideal» del deporte cubano (I Parte)

  1. Donde esta la segunda parte del articulo?
    Leo el articulo por segunda vez y parece que estoy leyendo El Quijote….
    Mencionando algunos

    «Los cubanos tenemos el privilegio de estar al tanto, en detalles, de los principales acontecimientos deportivos que ocurren en cualquier punto de la geografía planetaria. Es un lujo que, si bien disfrutamos desde décadas atrás, hemos intensificado en los últimos años gracias a una voluntad de nuestro estado, que se materializa mediante el concurso de numerosas entidades, con el Instituto Cubano de Radio y Televisión a la Vanguardia» NO SE QUE CANAL DE TV TU VEZ….NOS PERDEMOS LA MAYORIA DE LOS CAMPEONATOS MUNDIALES…..QUE PASO CON LA MAYORIA DE LOS JUEGOS DE LA SUPERLIGA DE VOLEY. NI HABLAR DEL GRAND PRIX

    «Pienso que lo mejor es competir dentro y fuera»
    LO PEOR ES QUE NO COMPETIMOS NI FUERA NI DENTRO. LA MAYORIA DE LOS CAMPEONATOS NACIONALES DURAN 2 o 3 SEMANAS Y LA CALIDAD DE LAS COMPETENCIAS DEJA QUE DESEAR….?AFUERA? NI PENSAR, PROHIBIMOS A LA MAYORIA DE LOS JUGADORES QUE JUEGUEN EN LIGAS EXTRANGERAS, POR ESO SE NOS ESTAN IENDO LOS MEJORE ATLETAS. PARTICULARMENTE VOEIBOL…PORFA NO MAS CUENTO DE ROBO DE TALENTOS…APLIQUEMOS LA DIALECTICA, LA LOGICA Y TODA LA RETORICA DOGMATICA DE LA QUE HABLAMOS…..

    PS: esperando por la segunda parte

  2. Cuando permitiran que los deportistas jueguen en el exterior sin imponerles tantas trabas o excusas? Solo entonces podemos hablar sin dogmatismo.
    Mucho blabla

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