Los desvelos de Celia

Los desvelos de Celia

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Igarza relee la carta de Celia que guarda con tanto esmero desde hace casi 53 años. Foto: Manuel Valdés Paz
Igarza relee la carta de Celia que guarda con tanto esmero desde hace casi 53 años. Foto: Manuel Valdés Paz

 

Nunca Celia Sánchez Manduley dejó de atender una inquietud de la población por insignificante que pareciera, aún en medio de sus importantes responsabilidades y tareas que cumplió desde el cargo de Secretaria de la Presidencia del Consejo de Ministros hasta su muerte, ocurrida el 11 de enero de 1980 a la edad de 59 años.

Buena muestra de esos desvelos lo constituye la respuesta dada a Lorenzo Igarza Campo, alumno por ese entonces de la escuela primaria Milton Almaguer, en la zona rural de El Vedado 6, del central Jesús Menéndez (Chaparra), en la antigua provincia de Oriente, hoy Las Tunas.

La carta, de fecha 16 de marzo de 1963, la guarda Igarza como uno de sus más preciados tesoros, protegida con esmero dentro de un sobre de nailon, así como con la correspondiente fotocopia que enseña con orgullo o relee frecuentemente entre familiares, amigos y compañeros de trabajo para evitar el deterioro de la original.

El actual asesor del Consejo Ejecutivo de la Asociación Culinaria en Holguín recuerda que en la clase del 20 de febrero de ese año la maestra Nancy los convocó a prepararse para redactar una epístola para el siguiente día, la cual, si cumplía los requisitos en cuanto a sus partes componentes podrían remitirla.

 

“Por ese entonces, precisa Igarza, era un adolescente de 14 años que cursaba el sexto grado y a pesar de mi corta edad estaba incorporado a las Milicias Nacionales y a los CDR; y por eso decidí escribirle a Fidel Castro Ruz, el máximo líder de la Revolución.

“Al presentar mi proyecto, la maestra lo aprobó para ser enviado y cuando le pregunté que a cuál dirección, me dijo ponle Comandante Fidel Castro, Primer Ministro, La Habana, que todo el mundo sabe a quién va dirigida.

“Se vivían momentos de mucho entusiasmo y fervor revolucionario, motivado por las medidas adoptadas a favor del pueblo y por eso le contaba cómo participaba en los ejercicios como miliciano y la guardia cederista sin dejar de ir a la escuela.

“Pero la gran sorpresa vino poco tiempo después, pues yo nunca me hubiera imaginado que a menos de un mes de haberle escrito a Fidel recibiera respuesta nada menos que de su secretaria Celia Sánchez Manduley.

“Cuando la misiva llegó a la tienda del pueblo de El Vedado, remitida desde el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y dirigida al señor Lorenzo Igarza, un muchacho del lugar, causó mucho asombro, fue una verdadera sensación.

“Tanto es así que un grupo de personas, encabezado por el propio administrador Ángel Hernández, fue a mi casa a llevarme el sobre amarillo, en el cual había algo que sobresalía, un sellito con la representación de un saco de azúcar y la inscripción. Sin cuota, pero sin amo, en alusión a la medida adoptada por el Gobierno de los Estados Unidos.

Contenía también un cuento infantil, titulado La ballena, y la carta de Celia,en la que me expresaba que los niños que no estudian no son buenos revolucionarios, idea que me llamó mucho la atención y después comprobé fue expresada por Fidel en 1959 en el acto de conversión del cuartel Columbia en escuela.

De ahí que haya cuidado de este documento durante más de 52 años, el cual preservo porque contribuyó de manera decisiva a mi formación como revolucionario y me ha servido de guía en mi desempeño hasta el día de hoy”.

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