La segunda oportunidad que todos merecen

La segunda oportunidad que todos merecen

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A Andrés de Jesús se le respetan sus criterios, sus opiniones son escuchadas y tenidas en cuenta  para tomar cualquier decisión técnica. Foto: Lourdes Rey
A Andrés de Jesús se le respetan sus criterios, sus opiniones son escuchadas y tenidas en cuenta para tomar cualquier decisión técnica. Foto: Lourdes Rey

 

Me miraron  con zozobra cuando les pedí entrevistarlos, no escondieron sus historias, aunque  en sus rostros era perceptible la vergüenza y el arrepentimiento por haber errado.

Ante mí estaban hombres que en el andar por  la vida se habían equivocado y según ellos mismos tocado fondo, pero que tienen el valor dispuesto para empinarse por encima de sus propios traspiés y recomponerse.

Entre la mezcla, el cemento, desde la mentalidad del constructor y en medio del trabajo cotidiano, dejaban ver sus nuevas vidas. Hablaban con  cordialidad, hasta el punto de confesar que durante  un tiempo se les solidificó la risa, pero ahora pueden sonreír luego de haber cumplido las sanciones.

 Erik, Andrés de Jesús y Daniel

“Conseguir  dinero fácil no me trajo nada bueno, me involucré en lo que no debía y cumplí cuatro años de prisión por hurto y sacrificio ilegal de ganado mayor. Tuve una segunda oportunidad y la  aproveché. Ahora soy un trabajador honrado”, afirmó Erik Muñoz, y lo hizo con los ojos humedecidos,  también con timidez.

Mientras me hablaba colocaba con exacta precisión las losas  de una pared de la cocina-comedor  de la Escuela Vocacional de Arte (EVA) Olga Alonso, de Villa Clara. A su espalda  varios  estudiantes  de música  entonaban melodías con sus instrumentos, parecía que acompañaban sus comentarios.

“En la prisión logré superarme y obtener el duodécimo grado, luego  me dieron la posibilidad de calificarme como albañil  A, en la escuela Constructores del Futuro.  Eso de estudiar  era algo que  no cabía en mi mente y si me apuro salgo hasta universitario —sonríe y sigue comentando—,  me convertí en un hombre mejor, tengo un oficio  que me gusta. Soy otra persona.

“En esta brigada donde laboro actualmente me tratan con respeto, reconocen la calidad de mi trabajo, me dan labores complicadas porque dicen mis  jefes que soy muy meticuloso y esmerado. Eso me mantiene alta la autoestima. Soy un trabajador cubano más, tengo los mismos derechos que todos”.

Al ingeniero civil Andrés de Jesús Lorenzo Sánchez la vida le jugó una mala pasada. Este hombre, más que narrar su historia contó lo que aprendió en el tiempo que estuvo recluido. “Allí me hice maestro, impartí conocimientos relacionados con la construcción, que fueron importantes para la formación del personal interno que  realiza estas labores”,  al decir esto en su voz  era evidente que dar clases y enseñar habían sido  significativos para sanar lastimaduras personales.

Esa, según expuso, fue una experiencia extraordinaria que lo ayudó a recuperase del golpe.  “No tengo duda de que el magisterio ennoblece;  después de obtener la libertad fui profesor del  Instituto Politécnico Integral Antonio Maceo, de  Placetas, y resultó tan importante para mí que   mis alumnos, todos adolescentes, no fumaran, que  dejé el vicio”.

Luego  se incorporó de nuevo a la construcción, esta vez como especialista  en obras de arquitectura. “Soy constructor de nacimiento, lo  llevo en la sangre, eso es lo que sé hacer y me  siento realizado  a pie de obra. No tengo problemas laborales, me han acogido sin prejuicios, se  respeta mi criterio como técnico y gano lo que  sea capaz de hacer como cualquier otro obrero”.  Andrés labora también en la EVA y aseguró que  se renueva  con los violines y los compases de las  melodías que entonan los pequeños músicos, las  que llegan a sus oídos como cantos de esperanzas.

Daniel es de los que piensa que siempre hay una segunda oportunidad. Foto: Lourdes Rey
Daniel es de los que piensa que siempre hay una segunda oportunidad. Foto: Lourdes Rey

 

Para Daniel Pérez Prado la experiencia fue mucho más larga y de esta hizo una  filosofía. Cumplió 14 años de cárcel,  lapso  en el que se dedicó  a aprender oficios y entre ellos cursó uno sobre asuntos relacionados con  la construcción; en estos momentos es técnico de obra y; con él  trabajan ciudadanos que cumplen sanciones. “Como nadie puedo entenderlos. Todos los días les explico que siempre tenemos una segunda oportunidad y hay que aprovecharla, uno no sabe lo que vale una segunda vez”,  mientras expresó esta idea dejó ver en ella la sabiduría de quien está convencido de que siempre  el futuro trae nuevas posibilidades y opciones.

 La brigada

La brigada 1, de la Ecoa1, perteneciente  al Grupo Empresarial de la Construcción (Gecons) en Villa Clara,  tiene un ritmo alto de trabajo. Además de la reparación capital que ejecutan en la Escuela Vocacional de Arte Olga Alonso que incluye albergues, cocina-comedor, cubículos de clases de  música y aulas docentes, etc., trabajan en  la construcción del bachiplan de Sagua la Grande y en las tareas relacionadas con la reconversión de la  empresa Electroquímica, ubicada en ese mismo municipio.

Buena parte de la mano de obra de esta  brigada es el personal recluso. Según  explicó Geydi Dévora Gómez, jefa de Recursos Humanos,  cerca de 20 de los actuales obreros están a punto  de terminar la sanción y alrededor de 100 aún  demoran en cumplirla. “Sería importante que al  concluirla siguieran laborando aquí,  porque se  han preparado, muchos tienen un oficio,  se han  calificado en nuestra escuela, conocen la envergadura de nuestras construcciones y vale reconocer que  son dedicados  y  deseosos  de aprender.  Ganan igual que cualquier operario, de acuerdo con lo que sean capaces de producir, y se les  crean condiciones para que puedan  cumplir la  sanción y trabajar”.

“Quienes se incorporan al sector tras consumar las medidas impuestas por los tribunales son  muy laboriosos. Ellos están afiliados al sindicato como un trabajador más y no puede haber ningún prejuicio debido a su condición anterior,  la organización  tiene el deber de velar porque no se les discrimine,  se les respete  y represente, que se les garantice la  jornada laboral de ocho horas, el descanso semanal, las vacaciones anuales pagadas, el ambiente  adecuado, los medios de protección y también que  cumplan con sus deberes”, precisó Dayla  Manso Romero, secretaria general del Sindicato de la  Construcción en Villa Clara.

“Como práctica, un miembro del ejecutivo de las secciones sindicales les da atención especial  a estos trabajadores para lograr su plena  integración y participen en los matutinos, en las asambleas de afiliados, en el desfile del Primero de Mayo, se incorporen a los trabajos voluntarios y formen parte  de todas las actividades del centro de trabajo”, especificó la dirigente sindical.

Erik, mientras estuvo recluido, se hizo albañil y se graduó de preuniversitario.  Asegura que  en la actualidad es un ser humano superior. Foto: Lourdes Rey
Erik, mientras estuvo recluido, se hizo albañil y se graduó de preuniversitario. Asegura que en la actualidad es un ser humano superior. Foto: Lourdes Rey

 

 El derecho al empleo

En el socialismo es cuestionable  que uno solo de sus  ciudadanos  no tenga garantizado un empleo. En Cuba, a pesar de las limitaciones,  este aspecto constituye un elemento fundamental para el desarrollo económico y social y es preocupación estatal  la generación de plazas para jóvenes, mujeres, personas con discapacidad y proteger en ese sentido  a los sancionados judicialmente, en muchos casos  durante el pago de su deuda con la sociedad y luego de saldada esta. Este tipo de personal se emplea   generalmente en la construcción, la agricultura y los servicios comunales.

A principios de los años 90, tras el deterioro económico, creció el índice de desempleo y con la posterior recuperación disminuyó la desocupación. Cuba alcanzó la condición de país con pleno empleo, según los indicadores de los organismos internacionales.

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